lunes, 1 de junio de 2009

Periodismo científico en México a fines del siglo XVIII

A la luz de las velas, o las lámparas, la ciencia floreció en México durante la Colonia, y no sólo eso, fue preocupación de muchos de estos novohispanos divulgadores hacer llegar a amplios públicos nuevos conocimientos. A fines del siglo XVIII en México se empezaban a identificar tres aspectos que transformaban también a Europa: el rechazo a las autoridades, la apertura a la novedad y el espíritu crítico... ¡cualquiera diría que los jóvenes de hoy comparten estas características!

José Antonio de Alzate y Ramírez nació en Ozumba, muy cerca del volcán Popocatépetl, el 10 de octubre de 1737. Su madre estaba emparentada con Juana Inés de Asbaje y Ramírez, la famosa Sor Juana, ilustre mexicana del siglo XVII. Quizá por ello el postrer pariente nació con el don de la escritura. En 1750 fue a vivir con su familia a la Ciudad de México, donde obtuvo el grado de bachiller en la Real y Pontificia Universidad. En aquel tiempo a los clérigos se les facilitaba el acceso a grandes acervos de conocimientos; tal vez por eso Alzate se decidió por el sacerdocio. Publicó en 1768 el Diario Literario de México, el primer periódico dedicado exclusivamente a noticias de ciencia. Fueron ocho números en tres meses.

Su amigo, José Ignacio Bartolache Posadas, guanajuatense nacido en 1739, le siguió en su intentó por hacer llegar la ciencia a cientos de personas, por lo que publicó entre 1772 y 1773 dieciséis números del Mercurio Volante con noticias importantes y curiosas sobre varios asuntos de física y medicina. No era sacerdote, y quizá por ello sufrió más que Alzate por mantenerse él y sostener a su familia, así que éste fue su único proyecto importante para instalar un periódico científico.

Bartolache compartió con Alzate su interés por la ciencia y su divulgación, así que cuando presentó su Mercurio anunció: “solamente miro hacia los que no saben, ni son sujetos de carrera... a lo que llamamos vulgo... Nada diré en particular de las mujeres, sexo inicuamente abandonado y despreciado como inútil para las ciencias no más que por haberlo querido así los hombres, y no por otra razón...”; asegura además que las mujeres y todos los hombres sin estudios tienen las mismas capacidades que quienes tienen un grado académico (¡agregó que algunos tienen más capacidades!), y que el latín, que se utilizaba entonces como lengua culta, sólo era necesario “para entender los libros latinos, pero no para pensar bien, ni para alcanzar las ciencias, las cuales son tratables en todo idioma”, ¿podríamos decir lo mismo del inglés actualmente?

La vocación de periodista científico de Alzate y su férreo empeño por continuar su labor se impusieron a las contingencias que tuvo que sobrellevar para que salieran a luz publicaciones periódicas con noticias de ciencia. Aún teniendo un cuidado extremo en no tocar temas de política o religión, para no incurrir en censura alguna, sus diarios fueron censurados, ante lo cual tenía que proseguir con la apertura de uno nuevo.

Así, de periódico en periódico, Alzate encabezó también Asuntos varios sobre ciencias y artes, Observaciones sobre la física, historia natural y artes útiles y Gacetas de literatura de México.

En estos diarios se dieron a conocer noticias tan significativas para la ciencia como el tránsito de Venus por el disco solar el 3 junio de 1769 (¡hace 240 años!), el eclipse del 15 de agosto de 1784 y el cometa del 28 de enero de 1784. Con relación a la física se aseguraba que sólo la experimental era útil, y ampliamente se divulgaban los trabajos de Galileo, Descartes y Newton. La historia natural de entonces contemplaba lo que hoy podríamos identificar con las ciencias naturales; los artículos dedicadas a ella, a la mineralogía y a la cartografía, causaron gran impacto fuera de México, ya que por medio de las descripciones que se ofrecían se aguzaba la curiosidad de los forasteros y se alimentaban leyendas como la de los descomunales animales de fábula, las prodigiosas e inagotables minas que prometían riquezas para los buscafortunas y los parajes de novela que surgían de ver los grandes y novedosos mapas.

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