miércoles, 21 de enero de 2009

La esperanza esperada

"En la buena elocuencia hay magia"
Mahoma

El 20 de enero de 2009 pasará a la historia de la humanidad como el día en que un negro ocupó la presidencia de una de las naciones más poderosas, tal vez la mayor en la actualidad, apenas a una generación de distancia en que en aquel mismo país los negros eran segregados, y protagonizaban una lucha histórica en pro de sus derechos humanos.

El discurso de Obama, de aproximadamente veinte minutos, fue enfático en conceptos más bien abstractos que apelan a la trascendencia. Semánticamente incorpora colectivos culturales que más que privativos de un país lo son en general de una visión occidental de la humanidad actual. La nación y sus intrínsecos componentes: hombres y mujeres, economía, estadística, instituciones e incluso la ciencia fue mencionada con nombres y apellidos, pero ninguna de ellas en realidad eran el eje mismo del discurso. La identidad de una nación específica, la norteamericana, su orgullo y reconocimiento, quizá sea lo que estaba realmente en el fondo: “Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa de la Tierra”, aseguró, y su retórica quizá pretendió reafirmar esa grandeza del que son conscientes. Recordó los ideales de sus “padres fundadores” y aseguró que “aún alumbran al mundo”… ¡al mundo!

Cierto, acepta la crisis por la atraviesa no sólo Estados Unidos, pero no la acota a aspectos económicos únicamente. Menciona la pérdida de la confianza en el Estado, lo cual es un aspecto relevante de la crisis a nivel mundial, y que algunos analistas ya han establecido con anterioridad, pero que pocos han subrayado con énfasis. Obama tampoco fue realmente enfático en este aspecto.

Por supuesto, eran de esperarse los “nosotros”, “estamos”, “tenemos”, “nos reunimos”, “enfrentamos”, “recordamos”, “hemos elegido”, todos los aspectos incluyentes que un discurso político de esta magnitud ameritaba. Obama se perfiló como la voz de todas las voces, y no sólo en Estados Unidos.

“Hemos elegido la esperanza frente al miedo”, aseguró el nuevo mandatario estadounidense. Curiosa frase. El Diccionario de la Real Academia Española asegura que el antónimo de miedo es la audacia y el valor. La esperanza se coloca como un estado de ánimo en el que se “nos presenta como posible lo que deseamos”. Para esperar algo no hay que hacer más que esperar. Y aunque en efecto Obama hace referencia en varias partes de su discurso a que tendrán que trabajar para “continuar el viaje” y superar la crisis, haber puntualizado al valor habría tenido un eje semántico muy distinto al que finalmente tuvo su discurso: “Con esperanza y virtud encaremos una vez más las corrientes congeladas y aguantemos lo que nos traiga la tormenta; que nuestros hijos y nuestros nietos digan que cuando nos sometieron a la prueba nos negamos a claudicar, no volvimos la espalda, no fracasamos, y que con los ojos en el horizonte y la gracia de Dios con nosotros, avanzamos con el don de la libertad y se los entregamos a salvo a generaciones futuras”. "Esperanza y virtud", "aguantar", "nos sometieron a la prueba" y como cierre “la gracia de Dios” y la libertad para las generaciones futuras.

Hábil discurso. Atinado, sin duda, dadas las circunstancias. Actuar con valor y audacia ante una situación, al menos de acuerdo a nuestra Real Academia, “mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros”, implica fuerza y acción. El valor apela a resoluciones tajantes, que van más allá de la "simple" esperanza. Y por supuesto es, por decir lo menos, inapropiado. Podría dejar un asomo de garantía de algo ante una situación como la actual. Sobre todo porque no está por completo en el poder de una sola persona generar cambios radicales… aunque sea el primer presidente negro de los Estados Unidos… aunque sea Barack Obama. Y Obama lo sabe. ¡Qué bien!

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