martes, 3 de febrero de 2009

Pensamiento occidental

El Diccionario de sinónimos de Samuel Pili Gaya, de 1958, precisa: “El hombre más rudo piensa; el hombre sensato considera; el sabio reflexiona; el devoto medita”. Quizá tenga razón. El pensamiento, bajo ese presupuesto, no sería tan consciente como una reflexión, y sin embargo, es tan vasto; o quizá por eso es tan vasto. La manera de pensar algo de tal o cual forma nos es heredada mientras nos desarrollamos durante la niñez, luego la consolidamos y finalmente vivimos siempre bajo su influencia. Memes como los que describió Richard Dawkins en su obra El Gen Egoísta: las bases biológicas de nuestra conducta. Yo no podría pensar como hombre (varón), ni volveré a pensar como niña. Considero que es realmente imposible ponernos en los zapatos de otro, aunque ese otro seamos nosotros mismos.

Creeríamos que en la actualidad la avalancha informativa de los medios de comunicación aceleran los procesos de la transformación y generación de nuevos pensamientos. Pensamos en el pasado como algo mucho más estático y estable ¿Más seguro, quizá? ¿Acaso más “noble”?

En 1552, cuando los indígenas Martín de la Cruz y Juan Badiano, escribieron el primer herbario mexicano conocido después de la conquista, el Libellus de medicinalibus indodum herbis, denominado como el Códice Cruz-Badiano, ya no eran entonces indígenas representativos de lo mexicano, por así decirlo. Es muy probable que hubieran vivido el México de antes de la conquista y finalmente estaban en el Colegio de la Santa Cruz en Santiago, Tlatelolco. Las imágenes que acompañan al códice, ilustrado por tlacuilos, si bien conservan elementos característicos indígenas, pretenden imitar a los clásicos herbarios de los siglos XIII ó XIV europeos, amén en abundar que utilizaron el latín, y la formulación en sí de las curaciones imita a las fórmulas occidentales, aunque en efecto los nombres de las plantas se encontraban en náhuatl. Difícil precisar si el libro conservó realmente lo que Martín de la Cruz, experto en herbolaria, tenía en mente a lo que finalmente quedó plasmado en el libro: “Ten presente, señor, que nosotros los indios, pobrecillos y miserables somos inferiores a todos los mortales y por esta nuestra pequeñez e insignificancia natural, merecemos indulgencia”. Más difícil aún saber a qué plantas se referían con algunos nombres que no se han podido identificar: tetlahuitl, yyahhitl, teoamatl; tal vez si rastreáramos la etimología náhuatl que el mismo Alzate, en el siglo XVIII, ponderó y defendió sobre del sistema linneano.

Lo cierto es que el Códice Cruz-Badiano circuló en Europa, sin que llegara a manos de Carlos V. Lo cierto es que lejos de que fuera muestra del altísimo rango de conocimientos reunido por las culturas precolombinas en México, a la postre los indígenas fueron vistos peor que inferiores en Europa: "El salvaje es débil y pequeño en cuanto a sus órganos de generación. No tiene ni vello ni barba y carece de ardor para la hembra. La naturaleza americana es hostil al desarrollo de los animales. Los únicos animales que se reproducen en gran cantidad y alcanzan tamaños no conocidos en el Viejo Mundo son los reptiles y los insectos, los llamados animales de sangre fría. Frío es el salvaje, fría es la serpiente, fríos son los animales de sangre fría" escribió en el siglo XVIII Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon, en Francia, y no sólo en un párrafo, dedicó muchos más a hablar de la salvaje América. Este autor fue referencia fundamental para todos los ilustrados y personas que leían en Europa e incluso en América.

En muchos sentidos nosotros mismos nos seguimos viendo con la misma etiqueta occidental manifiesta ya en aquel libro mexicano del siglo XVI; etiqueta que, como vemos, realmente no se gestó en Europa… la generamos nosotros mismos… pensamos como occidentales. ¿Podríamos hacer algo diferente? Pienso que no. Creo también que aún después de considerarlo, reflexionarlo y meditarlo no dejaría jamás mi occidental investidura.

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