viernes, 5 de agosto de 2011

Pseudociencia en el siglo XVIII

Varios de mis amigos divulgadores en algún momento han escrito en contra de la pseudociencia, lo que no le leído que escriban es que existe “desde la más remota antigüedad”. Les compartiré un ejemplo del siglo XVIII.

Estoy leyendo un libro genial: Opinión pública y censura en la Nueva España. Indicios de un silencio imposible 1767-1794, de Gabriel Torres Puga. Un estudio de casi 600 páginas. Como es de imaginar el contenido y los temas que aborda, en su mayoría, tienen una relación muy estrecha con los movimientos sociales que desencadenaron la guerra de Independencia. Sin embargo hay ciencia, y también, pseudociencia.

El 10 de mayo de 1779 un “papelón”, manuscrito, apareció pegado en muchos sitios de la Ciudad de México. El el se advertía que el 10 de junio de ese mismo año habría una “oscuridad en tanto grado que se aventaje a la noche más lúgubre, despidiendo una lluvia densa… la cual durará hasta el 15 de dicho mes… Estos efectos se verán no sólo aquí, sino a tres mil leguas en contorno de México…” (p.339). Según el manuscrito estos hechos se derivaban de las observaciones científicas de Don Francisco Kijen, Presidente de la Academia de Matemáticas de la ciudad de Lombergs. El discurso en su totalidad tenía el más puro estilo científico de la época, incluyendo mediciones y demás argumentos científicos.

La noticia asustó a muchos, en los diarios de Zúñiga y Ontiveros se consigna algo al respecto: “Se movió en esta ciudad tal terror y asombro que se vio obligada la Real Sala… quitarlos (los papelones) y traerlos a la Real Audiencia donde ser rompieron”. Se ordenó la búsqueda del autor y se anunció desde ese momento su castigo: 50 azotes por cada paraje donde hubiera fijado su papelón “y siendo hombre de lustre, se arrestará para seguirle causa y que sufra la pena de presidio por alborotador de la república”. Duro castigo para alguien que propagaba una noticia pseudocientífica.

A dicho “papelón” se respondió con otro, anónimo, que impugnaba el anterior y explicaba por qué era mentira. Gabriel Torres lanza la hipótesis de que ambos documentos provenían de la misma pluma, y que el segundo papel se escribió por temor a la reacción que causó el primero, que acaso sólo se había realizado como una broma.

Hoy nos parece complejo entender cómo un simple papel pudo causar una reacción como esa; y no es sólo que ese público era impresionable (desde la más remota antigüedad el público se impresiona).

Muchas de las noticias pseudocientíficas actuales se parecen mucho a aquella predicción terrible de mayo de 1779:


Una roca espacial -capaz de provocar una devastación a escala sub-continental- tiene una probabilidad de una entre mil de colisionar con la tierra a comienzos del próximo siglo.

Esta es, por lo menos, la previsión realizada por David Morrison, experto de la NASA en Objetos Cercanos a la Tierra (en sus siglas inglesas NEO).

“Estamos hablando del asteroide más grande conocido hasta ahora”, ha comentado Morrison.


Un asteroide, de unos dos kilómetros de diametro, podría impactar contra la Tierra el 1 de febrero del 2019 con magnitudes catastróficas, como destruir un continente, según cálculos astronómicos conocidos.

No cayó un diluvio en México en 1779, no obstante las sesudas observaciones del Presidente de la Academia de Matemáticas de la ciudad de Lombergs, es muy probable que tampoco nos caerá un meteorito, ni en el año 2012 ni en el 2019… lo que sí ya es diferente es que quienes promueven dicha información errónea no son reos de la justicia.

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