domingo, 8 de marzo de 2009

Los inicios de la ciencia en español

Las lenguas romances en general fueron consideradas durante siglos como lenguas vulgares, no eran valiosas, ni importantes; servían para las transacciones comerciales cotidianas, los diálogos familiares, la transmisión de la historia y de cúmulos de creencias ancestrales, ¡casi nada!

Las particularidades de las lenguas romances en España primero se distinguieron por su pronunciación al hablarlas, luego sus diferencias se hicieron evidentes al escribirlas. El latín se consolidó como la lengua culta, y quienes no la sabían se sentían inferiores; hubo incluso una clase media de la población con la suficiente preparación para leer el romance, pero no el latín. Después de la caída del Imperio Romano el uso del latín estaba muy lejos de la mayor parte de la población: pululaban las lenguas vulgares. Y aún entre las vulgares hubo las que fueron consideradas inferiores. Los enemigos de Castilla llegaron a afirmar que el castellano era aberrante, que el hablar de sus habitantes resonaba como trompeta con acompañamiento de tambor.

Toledo, en España, bajo el dominio musulmán, fue considerado un centro intelectual; una vez retomada la ciudad por los españoles en el año 1085, se le dio un giro sin precedentes a su acervo cultural. El arzobispo Raimundo fundó una escuela que tradujo del árabe y del hebreo al latín y al romance castellano un gran número de obras; la labor fue seguida por Rodrigo Ximenéz de Rada y coronada por un rey: Alfonso X, el sabio. En la que ahora se identifica como la "Escuela de Toledo" se tradujeron numerosas obras que representaban la cultura clásica griega y latina, así como las nuevas aportaciones árabes; a la fecha aún utilizamos numerosas palabras de origen árabe en las ciencias: algoritmo, álgebra, cifra, alcohol, jarabe, cenit, azufre, azogue. El periodo del Renacimiento, que fue fundamental en el desarrollo de las ciencias y en lo que hoy identificamos como cultura occidental, no hubiera sido tal sin el conocimiento que la Escuela de Toledo le dio al mundo a través de sus traducciones. Las obras de Plinio el viejo, Ovideo, Lucano, Aristóteles, Hipócrates, Galeno, Ptolomeo, Pitágoras, Euclides, Dioscórides y decenas más de sabios de la antigüedad alimentaron el resurgimiento de la cultura.

La visión de Alfonso X, el sabio, fue seguida por otros monarcas. La labor de traducción al latín fue muy apreciada, que hacia el interior de España incluyó un elemento que la enriqueció: casi todas las traducciones incluyeron al castellano, con lo que el acervo en ciencias en esta lengua presentó un enriquecimiento como ninguna otra lengua vulgar tuvo en ese momento. De la ciencia tomada de otras lenguas, tiempos y naciones se gestaron aportaciones propias que brillaron en el siglo XIII con obras científicas originales como el Lapidario, el primer tratado médico castellano; el Libro del saber de la astrología, y las Tablas alfonsíes, guía astronómica ampliamente conocida hasta el siglo XVI; se tradujo al latín y a otras lenguas y fueron las más utilizadas durante más de dos siglos, cayeron en desuso cuando el astrónomo danés Tycho Brahe demostró sus errores en el siglo XVI y se publicaron otras.

Dentro de las aportaciones científicas en castellano destacó Juan Valverde de Amusco con Historia de la composición del cuerpo humano, obra publicada en Italia en 1556, traducida a otras lenguas vulgares y al latín, obligado referente médico de la época. Popularidad muy semejante tuvo la obra Arte de navegar, de Pedro Medina, publicada en 1545, que tuvo una veintena de ediciones en francés, italiano, inglés y holandés. Sin embargo, en el siglo XVI las particulares aportaciones del castellano a las ciencias muestran ya un notable declive, las novedades americanas se convierten en el centro de atención.

Ya entrado el Renacimiento otras lenguas vulgares remontan en las ciencias, como la obra italiana de Galileo, Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, publicado en 1632; aunque el latín seguiría siendo considerada la lengua culta y científica por excelencia. Incluso Isaac Newton escribió su obra culmen en latín, en 1740.

Es ancestral la idea de que un conocimiento o arte específico se expresa mejor en cierta lengua, también se ha afirmado esto sobre la ciencia. En el siglo II el médico Galeno de Pérgamo aseguraba: “la lengua griega es la más dulce y humana… no he escrito mi libro para germanos, ni para cerdos salvajes u osos, sino para hombres con mentalidad griega” y hacia el siglo X el matemático árabe Al Biruni escribió: “si comparara el árabe con el persa… confieso que preferiría el vituperio en árabe a la alabanza en persa”. Ninguna palabra o signo es por sí mismo mejor o peor que otro para comunicar algo; el valor representativo de cualquier signo o palabra está en sus usuarios. Lo relevante entonces es el consenso: estar de acuerdo en qué significa tal o cual manifestación comunicativa.

Para la ciencia esto ha representado un reto porque se ha construido a partir de diferentes culturas y lenguajes puestos en un escenario marcado por siglos de historia, a partir de las más dispares intenciones y los más insólitos hechos. Cualquier lenguaje está atado a condiciones sociales, económicas y políticas y es complicado, por decir lo menos, que un lenguaje en particular pretenda aislarse para representar la realidad y ponerla de manifiesto objetivamente, a prueba de todo, que es lo que ha pretendido hacer la ciencia. La verdad es que es más humana de lo que muchas veces creemos, incluso nominaliza a sus héroes. Si en España se hubieran realizado trascendentales descubrimientos sobre la energía probablemente se conocerían en el mundo los perez (p) y los lopez (l) en lugar de los amperios (a) y voltios (v), y por qué no, quizá diríamos que la radiodifusora XWQN tiene 5,000 navarros de potencia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimada Libia: en tu comentario hay ciertamente un tema de divulgacion cientifica, pero indudablemente, tambien de apreciacion estetica. Aqui, como es logico pensar, cada quien tiene un punto de vista diferente.

En lo personal, sin saber mas que mi natal Español (es mas correcto decir Castellano, pero digamos Español para hacerlo como se hacecomunmente) oigo los ritmos, la melodia, los sonidos del italiano o el portugues, y me parece que son mas dulces, mas sabrosos que las lenguas sajonas con su pocas vocales, con sus cambios abruptos, con su aspirar sonidos.

Si me permites la imagen, oir cantar a Serrat en Catalan o a Tokiño en Portugues (portugues brasileño) es muy reconfortante.

El idioma, el idioma tratado como una pintura sonora, como una construccion bella en palabras, deberia ser mas apreciado por todos nosotros. Oir aunque sea algunas poesias de esas largas y señoriales de Machado, nos muestra lo que se puede hacer con nuestro querido idioma. Un buen pleito dialectico, entre dos contendientes habiles en el uso de palabras, terminos, conceptos, deberia emocionarns tanto como otras competencias.

Asi como los chinos no solo aprecian su poesia escrita por las palabras que dicen, sino por la caligrafia que en si misma es poesia. Para los chinos, NO SE PUEDE escribir cosas bellas con "mala letra"... la palabra sonora y la palabra escrita, son indivisibles en la hermosura de su poesia.

Y todo ello me convence mas cada vez, que una lengua FUERTE, ROBUSTA, GENEROSA es nuestra herencia cultural, y los que sin ningun cuidado la mal hablan, LA DESPERDICIAN igual que si tiraran agua en medio de una sequia.

Gracias por este tema.

Luis Martin Baltazar Ochoa, Guadalajara Jalisco

Libia E. Barajas Mariscal dijo...

Luis Fernando Afanador, escritor y crítico literario, inició su discurso en el pasado Congreso Internacional de la Lengua Española en Cartagena, Colombia (2007): "Nací en español y voy a morir en español... Siempre en español, es lo único que sé: moriré rodeado y protegido por dulces palabras españolas."

Edmundo Desnoes, escritor cubano, expone una imagen que podría ser mucho más perturbadora: no nacemos del vientre de una madre, nacemos del vientre de una lengua. "En esos años descubrí otra cosa fundamental. No se nace en un país sino en una lengua, y yo nací en español. Es nuestra identidad; nos va la vida en la palabra". Tiene un libro al respecto, "Nacer en español".

Para quienes no vivimos la circunstancia de nacer y vivir nuestra primera infancia interactuando constantemente con varios idiomas, e incluso ya mayores, no hemos estado realmente inmersos en otra lengua, nos es muy difícil empaparnos de cualquier otro idioma. Neurológicamente mis amigos Sergio de Regules o Martín Bonfil podrían decir más al respecto. No obstante es necesario abrirnos a todas las lenguas y buscar comprenderlas lo mejor posible, pero antes que eso (o a la par) debemos empeñarnos en comprender, conocer y manejar perfectamente al menos nuestra lengua materna, en nuestro caso, el español.

¡Gracias por sus comentarios!

Libia