lunes, 22 de noviembre de 2010

Mexicanismos en la celebración del Centenario de la Revolución Mexicana

“La corrupción de las palabras es la peor de las corrupciones, ¿puede haber algo peor que perder la amalgama del idioma?”, afirmó David Konzevik, conferencista del Tercer Festival Internacional de Mentes Brillantes, mejor conocido como la Ciudad de las Ideas, que se llevó a cabo en Puebla del 11 al 13 de noviembre de 2010.

Extraordinario conferencista que en poco menos de 25 minutos analizó la situación de la sociedad actual y las perspectiva para América Latina, enumerando algunos aspectos a partir de los cuales se puede “medir” dónde se encuentra cada sociedad: “¿Es un país de títulos o de méritos?”, “¿Campea la ley o campea la corrupción?”, “¿Su mundo está en el pasado o en futuro?” y finalmente qué opinión se tiene de la riqueza, ¿qué es la riqueza, cómo se obtiene y cómo se incrementa?

Las palabras son más que abstracciones de la realidad que representamos en signos fonéticos o escritos. Las palabras, en el sentido en el que muchos lingüistas, filósofos del lenguaje y antropólogos lo han planteado son el todo del hombre. Ludwig Wittgenstein sintetizó tanto esta interpretación que afirmó: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”.

Si bien la lengua se transforma continuamente en un proceso que parece intangible, a la postre revela cambios que presentan y representan una realidad que se consigna en nuevas palabras, en nuevos giros lingüísticos.

Recopilar las transformaciones del idioma es una de las funciones permanentes de instituciones como la Academia Mexicana de la Lengua. Ayer, 21 de noviembre de 2010, en el Palacio de Bellas Artes, se presentó el nuevo “Diccionario de Mexicanismos”.

Hace algunos meses, la Dra. Concepción Company Company, quien dirigió la investigación, dictó una conferencia en la que señalaba algunos de los mexicanismos que distinguen a nuestro español del que se habla en otros países. Algunas características fueron refrendadas y ampliadas en la presentación de este diccionario. La obsesión mexicana por el sexo, la muerte, la ironía, el machismo y giros de cortesía muy particulares son característicos del español mexicano. Dejó en claro en aquella conferencia, en septiembre, que sin embargo aún falta mucho por saber de las particularidades del “habla” del norte y del sur de México.

Yo lo sé de cierto, por ser norteña. Por ejemplo “¡Come chúcata!” va mucho más allá del señalar la acción de comer chúcata. Explico, la chúcata es una resina que se estilaba masticar por mero placer o como medicina; cuando se mastica, durante un buen rato, en tanto se deshace por efecto de la saliva en la boca, se pega en los dientes, lo cual hace prácticamente imposible poder hablar. La expresión realmente es un “¡Cállate!” de lo más tajante e incluso grosero. De la “pegajosidad” de la chúcata se deriva el decir que algo está "chucatoso" cuando está pegajoso. En Tabasco existen vocablos como “tulich”, líbelula, o “duche” que en algunas regiones de ese mismo Estado es ombligo, y en otras denota vagina, o más bien vulva, por lo que se puede considerar como un vocablo de uso restringido, o incluso una “mala palabra”.

Este nuevo Diccionario de Mexicanismos, impreso bajo el sello de la Academia Mexicana de la Lengua y la Editorial Siglo XXI es un esfuerzo amplio que incluyó la investigación en textos mexicanos antiguos y en otros discursos tan modernos como los de “La familia Burrón”, y los que se utilizan en las películas del cine de oro mexicano, como “Nosotros los pobres”.

Considero que nuestro hablar, coloquial, singular y muy mexicano no representa por sí misma una corrupción de nuestras palabras, en el sentido que expresó David Konzevik, en tanto tengamos conciencia de que son nuestras, de qué significan y de qué realidades (¡y acciones!) denotamos con ellas. La corrupción empieza precisamente cuanto perdemos la conciencia de nuestro propio discurso y adoptamos palabras y discursos sin saber por qué lo hacemos... y aún más actuamos en consecuencia sin conciencia. David Konzevik apuntó al final de su disertación que “la guerra del futuro es una guerra de cerebros”, una guerra de ideas, de creación de nuevos conceptos, de conocimientos… y creo firmemente que para ello primero tenemos que dominar nuestro propio idioma.

Estamos constatando que nuestros niños, y muchos adultos, no entienden lo que leen, mucho menos pueden escribir coherentemente una idea… crear con las palabras... considero que uno de los aspectos que está detrás de ello es el orgullo por nuestro idioma, nuestra lengua materna. Nacimos en español, pensamos en español, y más que en español, en mexicano.

¡Compre el Diccionario de Mexicanismos, le garantizo que es una excelente inversión!

Y que conste que no me pagan comisión por el anuncio ; -)

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