lunes, 21 de junio de 2010

Cuando la historia no es evidente: el caso de la divulgación de la ciencia en México


Si bien es cierto que los estudios históricos sobre la ciencia en México tienen muy poco tiempo de realizarse, cuando abordamos el tema de la divulgación de la ciencia la veta continúa por mucho inexplorada.

Una de las problemáticas más evidentes en este campo, la historia de la divulgación de la ciencia en México, es la holgada metodología historiográfica que se ha empleado incluso para hacer una revisión cronológica de los hechos “divulgativos” más evidentes en México. Ejemplo de ello es que en algunos tratados y tesis que abordan el tema se afirma que el primer documento de divulgación científica publicado en la Nueva España, y en México, fue la "Relación del espantable terremoto que ahora nuevamente ha acontecido en la ciudad de Guatemala: es cosa grande de admiración y de gran ejemplo para que todos nos enmendemos de nuestros pecados y estemos prevenidos para cuando Dios nos fuere a llamar". También los periodistas consideran a este documento como el primero “periodístico” generado en la Nueva España. Acaso tengan más razón ellos que los divulgadores. Una simple revisión de escritorio, con el documento original en la mano, nos permite observar que el documento tiene relevancia histórica, aunque no es relevante porque narre lo acontecido en un terremoto, porque el simple hecho llano no es divulgación científica, ya que no pretende (esta relación en particular), explicar el fenómeno, ni hacer un recuento “científico” del hecho, bajo ningún parámetro reconocido actualmente como divulgación científica la relación se acerca a algo "científicamente divulgativo".

Esta crónica fue publicada en 1541. Su autor fue el escribano Juan Rodríguez, testigo y a la vez sobreviviente de la tragedia. El hecho aconteció el 10 de septiembre de 1541, un sábado por la madrugada. Aunque es un texto descuidado, redactado probablemente con prisa, el documento realmente no aborda en ningún sentido las causas o la explicación del fenómeno. El interés público de la crónica estuvo centrado en el hecho de que la familia de Pedro de Alvarado residía en esa ciudad, muchos de cuyos miembros murieron en la catástrofe. Pedro de Alvarado era uno de los capitanes más populares de Hernán Cortés, acababa de morir al acudir a sofocar una rebelión de los indios en Jalisco, en julio de 1541. La noticia de su muerte ya de por sí causó asombro en la Nueva España y en España; por lo que el hecho funesto del terremoto acentuó el dramático destino de la familia. El documento abunda copiosamente en datos con respecto a la viuda de Alvarado –Beatriz- y toda su familia, llegando a precisiones exageradas al afirmar que Beatriz al sentir el temblor salió en camisa, envuelta en una colcha; tomó a una de sus hijas y se refugió en la capilla de la casa, junto con algunas criadas. Todas murieron. Relata también el heroico salvamento de una de las hijas de Alvarado –Leonor-, rescatada de la avalancha provocada por el terremoto. Con lo anterior, ¿este texto realmente debería ser considerado como uno de los antecedentes de la divulgación científica escrita en México y en América? ¿O no lo es? No me atrevo a responder tajantemente un sí o un no.


Lo que sí es claro es que si se toman en cuenta los mismos parámetros con los que incluyamos a la Relación de 1541 en el mismo conjunto de los primeros documentos de divulgación, es probable que también se tengan que incluir entonces como más antiguos aún en América, y como auténticos discursos de divulgación científica, las descripciones naturalistas que realizó en su diario Cristóbal Colón, o el gran número de alusiones que se encuentran en varias relaciones del siglo XV.

Con este ejemplo, quizá se podría argumentar, como lo hace Ginzburg, que estamos siendo demasiado exigentes con la historiografía; sin embargo nos enfrentamos en este campo, como en muchos otros aspectos históricos, al asunto de la prueba:

"… un documento puede ser falso, un documento puede ser auténtico pero poco fiable, en tanto que la información que ofrece puede contener mentiras o errores; o un documento puede ser auténtico y confiaba. En los dos primeros casos la evidencia se descarta; en el último caso se acepta, pero sólo como evidencia de otra cosa. En otras palabras, la evidencia no se considera como un documento histórico en sí mismo, sino como un medio transparente: como una ventana abierta que nos ofrece un acceso directo a la realidad". (Ginzburg, p.17).

Se podría concluir a la ligera que es incorrecto tomar a la crónica de 1541 como una “evidencia” de divulgación científica en México en el siglo XVI; sin embargo, llevando la reflexión historiográfica un poco más allá, y sumando a dicha reflexión lo postulado por Chartier, acaso tenga tanta importancia este “cuento” del terremoto como podría tenerlo un documento de José Ignacio Bartolache, que sí expresaba toda la intención divulgativa y tenía el formato ad hoc. Si bien el historiador no es un investigador de la literatura de alguna época en particular, debe tomar en cuenta cualquier fuente para “pensar” y reconstruir el pasado, desde el presente, aportando un modelo a partir del cual se reconstruya esa visión del mundo pasado.

Si, como lo expone Chartier, consideramos al lenguaje como uno de los ejes del acercamiento al pasado, hay un aspecto que tenemos que considerar que no está realzado en su artículo: el análisis del discurso. Si bien los estudios históricos tienen como fuente discursos por lo general escritos, éstos no sólo revelan “a secas” lo que en ellos se narra, esto es, no se refiera tanto a algo que esté dentro del texto, sino a algo que está fuera de él, en un plano distinto, es decir, a lo que el texto significa, a su sentido y significado... (el análisis del discurso) tendría por finalidad establecer las conexiones existentes entre el nivel sintáctico del texto y sus referencias semánticas y pragmáticas. Y este último planteamiento, situado en la historia nos remitiría a otra problemática histórica que abordaremos en otra ocasión: la reconstrucción del contexto histórico.


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Lámina: Relación del espantable terremoto... reimpresión española s.l.n.a., 1542. Tomada del artículo de Millares Carlo, Agustín. "El terremoto de Guatemala de 1541". Universidad de Zulia. Maracaibo. Venezuela. p.396.(http://codex.colmex.mx:8991/exlibris/aleph/a18_1/apache_media/9NSVU81TU7YLBV4HEVYV57YJC586K1.pdf)

Chartier, Roger. "Text, symbols and frenchness". The journal of modern history. Vol. 57. Issue 4. December, 1985. p. 682-695.

Chartier, Roger. "Writing the practices". French historical studies. Vol. 21. Issue 2. Spring, 1998. p. 255-254.

Ginzburg, Carlo. "Revisar la evidencia: el juez y el historiador". Revista Historias No. 38. Abril-Septiembre 1997. México. p. 14-27.

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