lunes, 28 de junio de 2010

Más sobre "evidencias" discursivas, historia y divulgación


Para continuar con el caso de la divulgación de la ciencia en México, es menester cuestionar otro aspecto que está dado en las “evidencias” o “pruebas” y que, si bien en ocasiones no es evidente, en otros tantos está más que dado por el autor mismo de dicha evidencia, esto es: la intención. Si bien es cierto que para el caso de la divulgación de la ciencia los parámetros han cambiado radicalmente incluso en los últimos 30 años, podrían argumentarse transiciones tales como las que se pueden encontrar entre la alquimia y la química ¿Pero, realmente será lo mismo para la divulgación de la ciencia?

En el siglo XVI se encuentra en México el documento Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis del que son autores Martín de la Cruz (los especialista suponen que él era el “yerbero” y que dictó el libro) y a Juan Badiano (especulan que fue quien lo escribió en latín). Estos autores representan un caso peculiar. Durante siglos estuvo en manos de clérigos, y ocasionalmente de algunos seglares ilustres, el quehacer de la lectura y la escritura. Sin embargo, Martín de la Cruz y Juan Badiano eran indios. De Badiano se precisa que de Xochimilco, presumiblemente estudió desde pequeño las artes que por entonces se enseñaban. De Martín de la Cruz se sabe únicamente que era un indio médico, ambos pertenecientes al Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco. Se precisa que De la Cruz no hizo ningún estudio, pero era experto en plantas medicinales. Este colegio, fundado en 1536 por Fray Juan de Zumárraga, se destacó por sus programas de estudio dirigidos particularmente a los indios, por tener la primera biblioteca académica y por generar los primeros documentos y tratados serios y extensos sobre Las Indias. Se sabe de este libro que sólo se escribieron si acaso dos, y que su destino era que llegara a manos del rey de España. El documento precisa claramente su intencionalidad, Francisco de Mendoza, hijo del primer Virrey, pide este opúsculo acerca de las hierbas medicinales para recomendar ante al rey a los indios. Sólo ha llegado hasta nuestros días el libro que viajó hasta España. Aunque nunca fue recibido por el rey, al parecer sí fue visto por algunos miembros de la nobleza por cuyas gestiones se continuo el apoyo al Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco durante algún tiempo:

Ojalá que este libro nos conciliara gracia a los indios ante la real majestad. Ciertamente es indigno de comparecer a sus ojos. Ten presente, señor, que nosotros, los indios, míseros y pobres, somos de los más bajos de los hombres, razón para que se nos conceda a nuestro natural modo la indulgencia. (Cruz, de la, p. 4)

Si este documento no tuvo la intención de “divulgar la ciencia”, ¿sería entonces una interpretación “postiza” considerarlo dentro de la cronología de la divulgación de la ciencia? ¿Una construcción a posteriori? El documento se presenta en un discurso coloquial, como en un recetario de uso corriente; podría decirse que casi una reproducción literal de un discurso oral. Se expone la manera en que habrían de usarse plantas, minerales y otros elementos, para la curación de enfermedades comunes. Incluso utiliza la denominación náhuatl para cada planta, con algunos errores en las grafías, ya que aún se tenían dudas con respecto a su uso. A algunos especialistas les causa extrañeza que este libro haya permanecido prácticamente desconocido hasta el siglo XX, y que el mismo Fray Bernardino de Sahagún no haga referencia al mismo en ninguno de sus escritos, sean académicos o incluso personales. Y este hecho genera otras inquietudes metodológicas más: si este texto estuvo prácticamente desconocido ¿qué impacto podríamos y deberíamos aplicarle en tanto que “evidencia” de una transición hacia la divulgación de la ciencia?

Acaso no se le debería dar ningún crédito; sin embargo, en tanto que recopila saberes representativos de la cultura azteca (incluyendo las imágenes presumiblemente realizadas por tlacuilos), y que lleva impreso dentro de sí los primeros indicios del sincretismo generado por la penetración de la cultura occidental en la Nueva España, ¿podría considerarse como una “evidencia” que muestre la transformación de la divulgación científica? Los remedios que en este documento se detallan, casi doscientos, tienen la estructura discursiva más bien occidental, muy semejante a los libros que en ese tiempo de conocían en Europa.


Otro caso a considerar sería el de la Suma y recopilación de cirugía con un arte para sangrar, y examen de barberos, publicada en 1578 y que tuvo una segunda edición en 1595, cuyo autor fue Alonso López de Hinojosos. En este documento el autor sí informa al lector que este es un libro que tiene como objetivo hacer del conocimiento de cualquiera que sepa leer sobre los padecimientos y remedios más conocidos hasta entonces. Sin embargo, la presentación en sí era inaccesible para un amplio público (los libros no eran un “artículo popular” en el siglo XVI), además que la presentación del libro tampoco ofrecía un discurso tan accesible como después sí lo hicieran Alzate y Bartolache.


Pero ¿si la intención de Hinojosos era hacer llegar el conocimiento médico del momento al vulgo, luego entonces, con ello ya se tiene la “evidencia suficiente” como para considerarlo un documento histórico de divulgación científica?

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