lunes, 14 de junio de 2010

Nuevas formas de conocimiento… ¿nuevas formas de aprendizaje?

No necesariamente. Aunque todo aprendizaje implica un conocimiento, el conocimiento por sí mismo no implica un proceso de aprendizaje.

El conocimiento implica una “comprensión” y una “interpretación”. John Searle (1990), al criticar la postura en la que se equipara a una máquina superior como “pensante” con un ser humano asegura que por ningún motivo una computadora, y ningún sistema relacionada con ella, podría tener la semántica que sí posee el hombre. La representación que la computadora hace de los ceros y los unos, que se establecen en función de un programa, por muy complejo que sea, no se autoconstruye como la conciencia del hombre. Comprender entonces implica no sólo una observación de las reglas sintácticas de un mensaje; el contenido semántico de una comunicación debe constituirse como un sistema complejo en el que mi interpretación del mensaje me acerque a la realidad que se pretendía plasmar en dicho mensaje. En última instancia la comprensión está en la mente del individuo.

Lave (1988), en su "Laboratorio Comparativo de la Cognición Humana", llevó a cabo investigaciones con los que concluye que la cognición humana funciona como una caja de herramientas que es utilizada de manera distinta por cada persona. Esto introduce el cambio situacional que puede tener un mismo conocimiento. Más aún, pone en entredicho si dicho conocimiento continúa conservando su “esencia” y sigue siendo el mismo conocimiento antes de estar mediado.

No obstante lo anterior, el aprendizaje informal es un proceso que continuamente utilizamos para adquirir conocimientos, aunque con frecuencia no sea de manera consciente, más aún, aunque este proceso no tenga un sistema cabalmente establecido.

La asistencia obligatoria a la escuela transformó la percepción social del proceso de aprendizaje y el aprendizaje se fue circunscribiendo únicamente al ámbito educativo formal. John Dewey (1916), ya a principios del siglo XX señaló lo inexacto que era esto: “Exageramos el valor de la instrucción escolar, comparada con la que se gana en el curso ordinario de la vida. Debemos sin embargo rectificar esta exageración, no despreciando la instrucción escolar, sino examinando aquella extensa y más eficiente educación provista por el curso ordinario de los sucesos, para iluminar los mejores procedimientos de enseñanza dentro de las paredes de la escuela”. (Dewey, 1918).

Considerando que el proceso de aprendizaje y aprehensión del conocimiento corresponde a la codificación y decodificación de conceptos y sensaciones, la teoría constructivista integró al sujeto consciente y al objeto de conocimiento en un solo proceso objetivo. A través de un medio más “pasivo”, como un libro, el proceso del aprendizaje y adquisición del conocimiento se ajusta a una realidad más “plana”, aunque como decía Schopenhauer, “leer es pensar en un cerebro ajeno”. Sin embargo la lectura tan sólo evoca las sensaciones en los sentidos que el autor es capaz de generar en su lector. Con un medio como el Internet el “lector” va más allá de la mera evocación, puede escuchar sonidos, observar imágenes en movimiento, manipular en múltiples planos la información, y efectivamente navegar en un noespacio-notiempo con prácticamente ninguna limitación. Una realidad “con relieves”.

Manzelli (1999) concluye en su estudio Consideraciones sobre la creación del conocimiento en Internet, que en este medio confluyen los siguientes factores que necesariamente obligan a una reformulación de la cognición humana:

1) La velocidad de conexión de la información interactiva que logra una aceleración de los sistemas de codificación-decodificación cerebral.

2) La digitalización de cualquier mensaje multimedia que facilita el aprendizaje multisectorial a distancia.

3) Internet permite visualizar los confines de nuestro ser como consecuencia de la facilitación de interconexión cognitiva.

Esta aceleración de los interconexiones mentales determina una modificación profunda de nuestro ser psico-físico y por lo tanto en el plano cognitivo se produce necesariamente una reelaboración conceptual de las relaciones que corresponde al binomio mente-cerebro. La lectura hipertextual supone una transformación, ya que surge de la aparente dispersión. El sentido y la concreción de sus contenidos, finalmente, están en manos del lector.

La misma interconectividad que permite el Internet representa una metáfora en sí misma, en tanto que representa una extensión del mismo proceso de pensamiento del hombre. El carácter no lineal de las tramas interconectadas constituyen redes infinitas en las que la gramática digital sólo ha establecido tres características: la interactividad, la conectividad y la hipertextualidad.

Considerando a la actual sociedad, funcionalmente “escolarizada”, Joan Ferrés (2000) subraya que quizá el cambio más significativo no sea la transición de una cultura de la palabra a una cultura de la imagen, sino de una cultura lineal a una cultura reticular. En aprendizaje informal en este contexto se presenta como un proceso de descubrimiento en una estructura en la que el propio hipernauta construye su propio mundo. La lectura de hipertextos conlleva a la construcción de interpretaciones desde diferentes puntos de vista y a la construcción de conocimientos por uno mismo, esto es, autoaprendizaje, que es también una forma de aprendizaje informal.

Los hallazgos en los recientes estudios sobre los procesos cognitivos con el uso del Internet, refuerzan la necesidad de que cada fragmento de información dentro del hipertexto tenga una unidad de sentido completa, coherente y consistente, ya que de encontrarse carente de alguno de estos aspectos, la mente humana tenderá a completarla, con la alta probabilidad de que lo haga erróneamente. Sin embargo aún no se clarifica si por medio del Internet se logra un mayor o mejor aprendizaje, aunque sí se reconoce que es un proceso distinto.

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