sábado, 5 de junio de 2010

Fontenelle, Foucault y Van Dijk

Bernard le Bovier de Fontenelle en su libro Conversaciones sobre la pluralidad de los mundos describió sus intenciones del texto, que podríamos equiparar con sus pretensiones “divulgativas”: “He querido tratar la filosofía de una manera que no fuera filosófica; he intentado llevarla a un punto en el cual no fuera ni demasiado árida para los mundanos, ni demasiado trivial para los sabios...”. Este documento, visto con nuestra lente de lo que es la divulgación actualmente (o debe ser, o debería ser), deja muy en claro que el libro versa sobre ciencia, a un nivel ni siquiera para iniciados escolares en la ciencias, sino divulgativo: “He puesto en estas conversaciones una mujer a quien se instruye y que nunca ha oído hablar de estas cosas. Me pareció que esta ficción me serviría al mismo tiempo para hacer la obra más placentera y para animar a las damas con el ejemplo de una mujer que, sin salirse de los límites de una persona sin conocimientos de ciencia, no deja por ello de entender lo que se le dice...” ¡¿Filosofía?!, exclamaría cualquier lego al leer semejante prefacio, porque la percepción generalizada actual de lo que es la filosofía dista muchísimo de lo que era entonces para Fontanelle en el siglo XVII... o lo que suponemos que era.

Para los historiadores de la ciencia la construcción “tipo Whig” ha sido casi totalmente rebasada en cualquier estudio serio. Es la construcción de héroes de bronce y hechos irrefutables. Ningún acercamiento realmente crítico y reconocido actualmente sobre historia de la ciencia tomaría los fundamentos que pretenden “circularizar” los acontecimientos y simplemente afirmar que fue tan claro para Fontanelle, como lo es ahora para los estudiosos de la divulgación científica, a más de tres siglos de distancia, que lo que él denominaba filosofía es nuestra actual ciencia y que su divulgación era nuestra ahora denominada divulgación científica.

Siguiendo el planteamiento de Foucault (Foucault, 1970), a la historia contemporánea se le han retirado los privilegios que tenía sobre un acontecimiento particular y permitió que se revelaran las amplias estructuras que rebasan temporal y espacialmente a dicho acontecimiento. Sin embargo, pese a que se pretende conservar el núcleo del acontecimiento (cualquiera que el historiador pretenda que sea) es importante que no se pierda la red de acontecimientos de la que forma parte, aunque no pretenda darle una explicación: “Claro está que la historia desde hace mucho tiempo no busca ya comprender los acontecimientos por un juego de causas y efectos en la unidad informe de un gran devenir, vagamente homogénea o duramente jerarquizado... las nociones fundamentales que se imponen actualmente no son más que las de la conciencia y de la continuidad... son las del acontecimiento y de la serie, con el juego de nociones que les están relacionadas; regularidad, azar, discontinuidad, dependencia, transformación...” (Foucault, 1970).

El quid propuesto por Foucault es que los acontecimientos no son tal como una materialidad, ni siquiera incluso como una representación (colectiva o particular), que pueda abordarse plácidamente desde una postura objetiva: “... temo reconocer en él algo así como una pequeña (y quizás odiosa) maquinaria que permite introducir en la misma raíz del pensamiento, el azar, el discontinuo y la materialidad. Triple peligro que una cierta forma de historia pretende conjurar refiriendo el desarrollo continuo de una necesidad ideal” (Foucault, 1970).

Así es que, contextualizando esta perspectiva en la historia de la divulgación científica, podríamos concluir que su historia, pretendiendo ser objetivos, podría más bien asemejarse a la historia de las disciplinas científicas, más que la historia de la ciencia en sí, incluso, vista desde una perspectiva muy moderna; objetos y discursos de entrelazan para constituir acontecimientos, materiales e inmateriales a la vez. Parece existir el consenso de que su naturaleza y su justificación va mucho más allá de lo que se considere evidencia, porque si consideramos la postura de Lorraine Daston, desde que en el hecho mismo se sintetizan procesos, lenguaje, objetos, todo lo que lo constituye se entrelaza como en una red que le da sentido en ese momento y lugar, tanto a sus actores como a los observadores del hecho; para acceder lo más asépticamente posible a estos hechos, entonces, se tendría que reproducir esta red y que el historiador se transforme, si ello es posible, en un observador más del hecho, colocado en ese momento y lugar –no obstante ello tampoco le garantice una “asepsia” absoluta-. Sin embargo, ello es virtualmente imposible, ya que la reproducción integral del contexto acaso se pierda indefectiblemente desde el instante mismo posterior a que el hecho haya acontecido.

Para este aparente dilema irresoluto, una exégesis del discurso que se desprende del hecho histórico y las evidencias que lo acompañan podrían acaso arrojar algo de objetividad, porque el discurso (su producción, construcción y comprensión) es una manifestación de las estructuras sociales; asimismo “construye, constituye, cambia, define y contribuye a las estructuras sociales” (Van Dijk, 2002). El discurso revela, denota o representa partes de la sociedad. La relación entre el discurso y la sociedad no es directa, “sino mediada por la cognición compartida de los miembros sociales...” (Van Dijk, 2002).

Cuando llegamos a este punto, a la cognición compartida, no es que simplemente se invoque el recurso epistemológico y se teorice o más aún, prácticamente se construya de la nada un hecho histórico, más bien se pretende acudir a un recurso fregiano para conciliar la formulación inmaterial de la estructura material que indefectiblemente estuvo involucrada en el hecho (en un tiempo y un espacio), y la verdad del discurso que lo representa, de manera que se obtenga una argumentación lo más objetiva posible con relación a la reconstrucción e interpretación del acontecimiento histórico.

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Foucault, Michel. El orden del discurso. Lección inaugural en el Collège de France, pronunciada el 2 de diciembre de 1970. http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/tallfouc.pdf (Tomado el 14 de junio de 2006).

Van Dijk, Teum. El análisis crítico del discurso y el pensamiento social. Athenea Digital. Número 1. Primavera del 2002. http://antalya.uab.es/athenea/num1/vandijk.pdf (Tomado el 14 de junio de 2006).

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