domingo, 24 de abril de 2011

La divulgación de la ciencia y los valores morales, ¿o religiosos?


Escribí antes sobre el divulgador de la ciencia mexicano José Joaquín Arriaga.

En el pequeño libro que tengo de la colección “La ciencia recreativa” (¡del que hay tanto que estudiar, y dispongo de tan poco tiempo para ello!¡ah, qué pena!), encontré una pequeña reflexión que les quiero compartir.

El libro es sobre zoología. La sección dedicada a la malacología la inicia con “La vida de una perla”. Las partes que conforman este texto son:

I Los placeres de perlas
II El molusco y la perla
III Los mineros del mar
IV Las perlas de Cleopatra

La sección II inicia así:

“No hay que dudarlo, el lujo es el verdugo del hombre, el monstruo insaciablemente voraz que sacrifica sin piedad vidas y haciendas para ostentar su deslumbrante brillo ante las miradas del mundo, como la serpiente y el lagarto hacen á la luz del sol el reflejo falso y engañador de sus pintadas escamas. El lujo, sí, pide al pobre africano el sacrificio de sus afecciones de familia y de la amada libertad de que gozaba en sus fértiles campos y á la sombra de su cabaña, para que encadenado vaya al otro extremo del mundo á buscar el diamante de límpidos reflejos. El lujo, inexorablemente exije al minero que baje rodeado de peligros á las profundidades de la tierra para pagarle su tributo en oro deslumbrante, en magníficas ametistas, en esmeraldas y rubies, y manda imperiosamente al infatigable, pero desventurado buzo, que descienda á las oscuras y temerosas mansiones del Óceano, para que de allí le traiga aun con peligro inminente de su vida el coral purpúreo, la esponja de tejido delicado y la perla de rosado oriente. No era posible, pues, que el hombre fuera feliz, careciendo de esos deslumbrantes cristales de carbono, de siliza y de alúmina, y que habría sido realmente desgraciado, sin poseer esos magníficos glóbulos de carbonato de cal y gelatina que por misterioso procedimiento son elaboradas entre las valvas ó los órganos de un animal á primera vista repugnante. Su felicidad, por tanto, no podía limitarse á los nobles gozos del espíritu y á los dulces afectos del corazon; y para llegar a la suprema ventura, preciso le era lucir en su propia persona los riquísimos colores del plumaje del colibrí, y el polvo de lapizlázuli y de oro que lleva en sus ténues alas el efímero y fugaz insecto… He aquí hasta dónde conduce el ardiente fuego de la codicia. Y desdeñando, como dice un sabio naturalista, los verdaderos tesoros que liberal y abundantemente la Providencia ha puesto en nuestras manos…”.

Aparte de los aspectos gramaticales propios del español mexicano del siglo XIX (algunos acentos y grafías que hoy consideraríamos mal escritas), el discurso en sí es magnífico como una muestra de todo el entramado que envolvía a la ciencia mexicana del siglo XIX, y por supuesto, a su divulgación.

El discurso hoy parece más un auténtico tratado de moral para evitar caer en un gravísimo pecado: la avaricia, ¿dónde se supone que está la divulgación de la ciencia? De las 328 palabras que capturé en la cita que les comparto muy pocas podrían considerarse realmente científicas. Además, los vocablos científicos que aquí utiliza Arriaga no tienen una finalidad claramente científica, porque no se utilizan para argumentar tal o cual hecho científico, la sección del discurso expuesto se asemeja más bien a un sermón religioso, moralista y ético, por cierto muy comunes (y apreciados por el público) durante el siglo XIX y principios del XX.

Sólo algunos detalles más, las cursivas en “realmente desgraciado”, son del autor. Así está en la publicación que tengo a la mano, original, del mismo siglo XIX. Del mismo modo el que “Océano” y “Providencia”, estén escritas con mayúsculas al inicio, también son decisiones del autor (¡me encantan estos descubrimientos!). Esto bien podría considerarse porque el autor supone de igual importancia denominar así, con mayúscula, a la Divina Providencia, que al Océano. En ese tiempo también se usaba escribir "Ciencia" con mayúscula.

Lo interesante es que le elimina a la “Providencia” lo de “Divina”, una denominación religiosa, particularmente del cristianismo y específicamente del catolicismo, tan arraigado en México y tan particularmente relevante en la cultura mexicana del siglo XIX.

No sé de cierto si el autor pretende “cientificar” un poco más su discurso eliminando el “Divina” de la “Providencia”… permítaseme la libertad de usar “cientificar”.

Por otro lado, la eliminación del “Divina” también puede ser que el autor respetó cabalmente la cita que hace de Mangin, porque “Providencia” se incluye en una frase que Arriaga adjudica a un naturalista francés… porque, vamos a un último detalle…

Arriaga hace referencia a un “sabio naturalista”. El mismo texto tiene una nota (la número 2), que señala al final de todo el documento: “Mangin”. Se refiere a Arturo Mangin (1824-1887), de origen francés. Hombre de ciencia muy apreciado por aquellos tiempos, en toda América Latina, no sólo en México. Carlos Prince lo menciona por ejemplo en su obra “Origen de los indios de América” (1915), como una referencia relevante. Carlos Prince (1836-1919) fue un destacado cronista, historiador, biógrafo y lingüista, de origen francés que se arraigó en Lima, Perú, a la que consideró su patria adoptiva.

Lo interesante en la referencia que hace Arriaga para invocar al “sabio naturalista” es que no lo utiliza para avalar una aseveración científica, dice: “Y desdeñando los verdaderos tesoros que liberal y abundantemente la Providencia ha puesto en nuestras manos…”, ¡es una aseveración eminentemente moral! No sólo eso, ¡es católica! Y no es gratuito que Arriaga ponga en "boca" de semejante "sabio naturalista" esta aseveración, porque su fuente en cuestión es francesa, la fuente científica reconocida en ese periodo, de hecho prácticamente todos los conocimientos "valiosos" venían de Francia. No la toma de un inglés, ni de un alemán, ¡menos de un norteamericano! Todavía pesaba entonces sobre los "gringos", el estigma de ser los invasores de México, y quienes le "robaron" gran parte de su territorio.

Hoy podría escandalizar a muchos (¿o a todos?), este tipo de “mezclas” entre valores éticos y morales que consideramos eminentemente religiosos, católicos en particular, y los valores éticos y morales que le son propios a la ciencia, y a su divulgación, si es que se pueden argumentar tales… pero siempre acabamos, o mejor dicho, nunca terminamos de deshilvanar aquí el hilo discursivo de un tema que nos lleva a mil más.

Al exponer este asunto no estoy avalando, demostrando, convenciendo, ni pretendiendo argumentar en pro, o en contra, de algo o de alguien, sobre la eterna discusión de las creencias religiosas opuestas, o unidas, a la ciencia, o a los valores éticos y morales que alguna de ellas -la ciencia o la religión-, se suponga que tengan o deban tener. Simplemente me gusto esté tema para compartirlo hoy, porque es Domingo de Resurrección, así es que a todos ¡Feliz Pascua!

¡Hasta la siguiente entrega!

(En la imagen, lámina con la que se inicia la publicación de Arriaga “Malacología”. Es una litografía de Iriarte, “Pesca de la Perla”. Se observa a un par de negros sumergidos en el océano colectando perlas).

3 comentarios:

Concepción dijo...

Libia:
efectivamente, los textos de esa época están empapados de un discurso moral que hoy suena un poco raro. Y hay que leer varias páginas hasta tomarle el ritmo y acostumbrarse al discurso formal de aquellos autores. Ya encontrarás tiempo para analizar ese libro con calma. Yo tengo también varios proyectos que se han quedado a medias. Ya te pediré tu opinión en otra ocasión sobre un caso concreto.
Saludos
M.

Libia E. Barajas Mariscal dijo...

¡Me encantará que me compartas algo de tus proyectos!

Lo más interesante (yo incluso diría, para mí, bonito, ¡porque me encantan estos descubrimientos!), es el matiz de moral católica, específicamente católica... no simplemente ética, filosóficamente correcta o cristina, en México podemos localizar muchas muestras de este matiz tan tan !TAN católico! No salió de la nada el movimiento de La Cristiada.

Comentaba hoy mismo, precisamente, con Sergio de Regules, sobre Carlos de Sigüenza y Góngora, y la discusión que tuvo con Eusebio Francisco Kino, y me decía que no le había gustado mucho que Don Carlos se leyera en algunas partes de su discurso, en la Libra, tan "mocho", tan "pegado" a la institución religiosa, no se lee así a Galileo o a otros europeos.

"¿Mocho?", le digo, "Nooooo... ¡era mochísimo!", le dije, tanto que fue uno de los primeros que escribio y sustentó (¡como sabio, si no cómo!), el fenómeno de Guadalupe en México, como también lo hizo Bartolache en el siglo XVIII, pero por supuesto que eso no le restaba ni un ápice de inteligencia, y en muchos aspectos, y para su época, también gran criterio... pero de eso ya platicaremos más después.

¡Es un gusto conversar con vos!

Luis Martin Baltazar Ochoa dijo...

Libia, mucho gusto en saludarte. Visité tu blog hace muchisimo, creo que en tu segunda publicacion. De acaa entonces, en verdad ha mejorado mucho su apariencia, antes era dificil de leer, su letrita muy condensada y con poco atractivo... ¡bien por el cambio actual!
Mi opinion sobre tu tema: creo que a muchos les suena raro esta manera de hablar y creo que antes la gente estaba mas dispuesta a aprender, a dejarse enseñar, aser mas humilde a la hora de preguntar y ser enseñada. Me da la idea que hoy hay pocas ganas de aprender y si muchas de decir yo se, yo creo, yo digo. Bueno, peor para el que no escuche... ¡hay tanto por conocer para el que quiera escuchar!
Repito que no suelo visitar tu blog, como lo hago en mi hora de comida y ya visito otros dos del amigo Sergio de Regules y del Tocayo Bonfil (mas cuando ahi se desatan polemicas), malamente no creo tener tiempo para otros blogs. Pero te quiero decir que me gusta tu estilo, tus temas y cualquier descuido, como no, vendre por aqui. Saludos.