miércoles, 22 de junio de 2011

La divulgación del riesgo ( I )





(¡No dejaré que llegue a los 50 días! Con nutridas y sinceras disculpas a mis fieles lectores, publico hoy.)



La buena divulgación científica no sólo se encuentra en publicaciones o medios especializados en divulgación de la ciencia.


Cuando estudiaba literaturas hispánicas, durante algún tiempo organizamos un taller de literatura infantil. Implementamos espectáculos con títeres y escudriñamos incluso en las teorías más académica: ¿qué hace que un texto sea de literatura infantil: su contenido, su forma, su finalidad o sus “logros” comprobados?, ¿es la que los niños escriben?, ¿es la que se escribe para los niños?, ¿o es la que es la que los niños adoptan?

Después de varias sesiones tupidas de las más diversas argumentaciones (¡algunas excelentes!), en la clase de teoría literaria, nuestro maestro, Darío Galaviz, hizo una certera aseveración: “en la clasificación más esencial no hay más que buena literatura o mala literatura… sea para niños, para mujeres, para indígenas… acaso esto sea lo que menos importe”.

En parte creo que tenía razón, y acto seguido hago la extrapolación para nuestro tema de estudio, entonces digo que hay buena y mala divulgación de la ciencia. Independientemente de a quién se divulgue (niños, jóvenes, tomadores de decisiones), el medio o el contenido, acaso ello sea lo que menos importe… lo realmente destacable es que se tiene que hacer buena divulgación de la ciencia.

He leído (incluso oído y visto), numerosos medios supuestamente dedicados exclusivamente a la divulgación científica con contenidos y discursos deplorables (¡algunos realizados por “expertos” divulgadores científicos! ¡Válgame Dios!). Se infiere que si un medio se “especializa” en divulgación de la ciencia, ésta debe ser buena, pero no es así; y lamentablemente tampoco hay mecanismos que la detengan o al menos que pongan en evidencia que ese medio, ese contenido o ese divulgador es malo. Considero que es porque no existe el conocimiento generalizado, el criterio público, que sea menester, para evaluar a la divulgación de la ciencia: sus medios, sus contenidos y a sus actores.

En algún momento, en este mismo blog, cuando exponíamos algunas disertaciones sobre la “cultura futbolera”, abundábamos sobre el hecho de que prácticamente cualquier ciudadano de a pie, al menos en México, puede reconocer el buen o mal desempeño de un cronista de un partido de futbol, incluso de un jugador o un director técnico, ¡no de diga de un árbitro! ¡Sólo hay que ir a un partido de futbol en vivo!

Pues bien, encontré una revista que en general siempre se ha caracterizado por ser una excelente publicación de investigación periodística, no de divulgación científica, “Newsweek”, su versión en español. Es el número del 10 de enero de 2005, y como se lee en la portada el contenido es de lo más pertinente para acontecimientos recientes: “Después del maremoto. Las víctimas. La ciencia. La amenaza global”.

En el reportaje especial se describe impecablemente el fenómeno del tsunami, desde el punto de vista científico: “… en términos planetarios, el movimiento es absolutamente insignificante… todo se movió un poco… pero la sacudida bastó para que se desplazaran billones de toneladas de agua en segundos. Silenciosa, invisible, el agua empujó hacia fuera a la velocidad de un jet. Conforme se acercó a la costa la velocidad disminuyó y se formaron olas grandes, en algunos lugares muy grandes. Usualmente, un tsunami no se ve como la inmensa y encumbrada montaña de agua de “El día después de mañana”… Sin embargo no es algo que quiera ver mientras esté en la playa” (p. 14).

Y seguida de la excelente descripción hay algo aún más impresionante: “… Era un maremoto monstruoso, capaz de generar oleajes fatales. Los observadores de tsunamis debatían sobre a quién llamar. Telefonearon a las embajadas estadounidenses en Madagascar y Mauricio a la misma hora en que las olas golpearon allí. Ya era demasiado tarde… nunca se les ocurrió saltarse la cadena de mando, de hecho, ¿cuántos administradores de hotel hubiesen oído la alerta de un científico desesperado al otro lado del mundo en la tranquila y hermosa mañana de domingo?” (p. 18).

La divulgación de la ciencia, la que aborda la explicación de fenómenos inesperados y devastadores, como un tsunami, la buena divulgación de la ciencia, implica una enorme responsabilidad social: ¿cómo se identifica?, ¿qué se hace ante el riesgo?, antes, durante, después; ¿quién lo hace?, ¿cómo lo hace?... ¿a quién hay que llamar?... ¡¿a quién se le debe creer?!

El discurso del riesgo es un área de poco, muy poco estudio, sobre todo en la divulgación de la ciencia, y de urgente (¡muy urgente!), necesidad de conocer… ¡seguimos el viernes!

2 comentarios:

Concepción dijo...

Hallo Libia,

cuando escuché la noticia del tsunami en Indonesia por radio, me imaginé el suceso de acuerdo a lo que había leído tiempo atrás sobre tsunamis.

No estudié ciencias de la Tierra, pero siempre me han interesado mucho los mecanismos que mantienen a nuestro planeta en movimiento. Yo sabía que cuando el mar "se va", es un signo clarísimo de que va a regresar y de una forma muy especial. Lo comenté con mi pareja y sus padres, pero ellos me miraron como diciendo "no lo sabía". Me sorprendió tanto que no lo supieran. S

in embargo, después, al ver las imágenes en la televisión, me di cuenta que en realidad un número mucho más grande de personas no sabían eso. De repente cobré conciencia de lo que significa sentirse atraído por temas de ciencia e informarse. Eso no es el común denominador.

Existe un abismo entre lo que la ciencia ha descubierto sobre los fenómenos naturales y lo que la gente sabe en realidad.

Sin embargo, el hecho de que el tsunami ocurriera en un lugar dónde había tantos turistas con cámaras de video, significó el obtener por primera vez en la historia de la investigación científica de los tsunamis, la opotunidad de contar con materiales ejemplares, únicos, valiosísimos para mejorar el conocimento de éstos fenómenos.

Genial, maravilloso y terrible al mismo tiempo.

Bueno, ya seguiremos con el tema. Mientras tanto, espero la segunda parte de tu artículo.

C.

Libia E. Barajas Mariscal dijo...

¡Sí es terrible lo que compartes! El "como diciendo no lo sabía", lo abordo de alguna manera en la continuación del hoy en el blog, porque la verdad es que "algo sabían", pero resulta que al final ese conocimiento no era ni el pertinente, ni el necesario... y si ellos hubieran estado ese día en esa playa tampoco hubieran sabido qué hacer... yo tampoco lo hubiera sabido... a ver qué te parece la entrada de hoy. Nos leemos el lunes!!! Gracias!!!