jueves, 30 de junio de 2011

La divulgación del riesgo (IV y último)


Pascal Boyer, en su libro “¿Por qué tenemos religión?” expone una sentencia que acaso para algunos suene a herejía: “Lo que nosotros llamamos fe, para otros bien puede llamarse conocimiento” (2001, p.28).

En la última entrada de este blog aterrizábamos precisamente a la concatenación que pocos reconocemos, y sin embargo me parece indudable, entre conceptos como creencia, conocimientos y ciencia. En el caso de los planteamientos y estudios sobre el riesgo debe considerarse dicha cercanía.

Atemos cabos.

En el discurso, lo hemos puntualizado en algunas ocasiones, y nos lo han repetido a muchos de nosotros en las clases de español, el eje del enunciado es el verbo.

Los análisis modernos del riesgo tienen su raíz en la teoría de la probabilidad y en el desarrollo de los métodos para identificar las conexiones causales entre los efectos adversos al hombre y los diferentes tipos de actividades peligrosas, afirma Anna García en su tesis doctoral: “Negociar el riesgo”. Y el discurso de la probabilidad es lo que considero que está entonces en el quid de cómo percibimos el riesgo: si lo vemos, si no lo vemos, si hacemos algo al respecto, si no hacemos nada el respecto… si lo creemos o si no lo creemos.

Y esa respuesta creo haberla encontrado en otro artículo, que aparentemente nada tiene que ver ni con el riesgo, ni con la ciencia… pero sí con el lenguaje.

Es el artículo: “Las formas verbales subjuntivas. Su reorganización modal-temporal”, de Alexandre Veiga, publicado en el volumen 1 de la “Sintáxis histórica de la lengua española”, coordinado por la Dra. Concepción Company Company.

El artículo versa sobre los matices del significado que se otorga a las diferentes modalidades temporales a las que aluden los tiempos verbales.

De una combinación de las tablas que ofrece obtenemos:

CANTO - indicativo 0 -
Conocimiento concreto + no negación implícita (o sea, afirmación) + no matiz de probabilidad (o sea, certeza)
Objetivo + no irreal (o sea, real) + no incierto (o sea, cierto)

CANTARÉ – indicativo 1 -
Conocimiento concreto + no negación implícita (o sea, afirmación) + matiz de probabilidad
Objetivo + no irreal (o sea, real) + incierto

CANTARÍA - indicativo 2 -
Conocimiento concreto + negación implícita
Objetivo + irreal

CANTE – subjuntivo 0 -
Conocimiento inconcreto + no negación implícita (o sea, afirmación)
Subjetivo + no irreal (o sea, real)

CANTARA, CANTASE – subjuntivo 2 -
Conocimiento inconcreto + negación implícita
Subjetivo + irreal

¡Eso es el fondo! ¡La epistemología que está detrás de la expresión que representa el riesgo!

Hay un buen programa de televisión, producido por Discovery Chanel: Hora cero donde se presenta la cronología de sucesos repentinos y catastróficos como el ataque terrorista con gas sarín en Tokio, el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001, la masacre de Nepal, el accidente nuclear de Chernobyl en 1986, y el hundimiento del “Estonia” en 1994. La esposa de una de las víctimas del ataque con sarín en Tokio afirmaba, “nunca me imaginé que le podría pasar a mi esposo”; una sobreviviente del Estonia narraba: “Por más que he explicado a mi familia lo terrible que fue mi experiencia es imposible que ellos lo sepan realmente; incluso yo he olvidado tantas cosas; sólo recuerdo el terror”.

Lo más difícil de la construcción discursiva del riesgo es que apelamos a una acción que prevé un acontecimiento que, por regla general, no ha acontecido en la vida de quienes deseamos que actúen. Por lo tanto describimos lo que para ellos puede no ser “tan real”, o de plano se percibe como algo “irreal”, y a un conocimiento que no tienen por experiencia propia, por lo cual deben “creer” que lo que se les dice es verdad.

En la construcción discursiva del riesgo con frecuencia se describen hechos que jamás han existido en esa región o en esa comunidad, y en el mejor de los casos sólo se conocen referencias a dicho hecho dadas por fuentes muy lejanas al receptor, muy lejanas en cuanto a tiempo (lluvias torrenciales no vistas desde más de cien años atrás), muy lejanas en cuanto a territorio (sucedió al otro lado del mundo, pero nunca ha pasado aquí), o muy lejanas en cuanto a la confiabilidad de la fuente (“se dice” que en situaciones semejantes se han levantado en armas… ¿quién lo dice?... no se sabe, sólo de afirma que “se sabe”, “se dice” o “dicen por ahí”).

Alexandre Veiga expone que los subjuntivos en español tienen un valor temporal presente-futuro que sólo a partir del contexto se acota, y es precisamente ese contexto el que finalmente determina si ese conocimiento inconcreto que revela es más o menos irreal o si tiene o no una negación implícita: “únicamente el contexto podrá precisar la relación temporal concreta expresada por una forma de presente subjuntivo en una situación comunicativa determinada” (p.133)“… si tuviese o si tuviera… pueden expresar un contenido modal de irrealidad, y de hecho este es el que representan en el dominio temporal presente-futuro…” (p.155).

Cierto es que los hechos pueden llegar a ser completamente distintos a los que describe un discurso, independientemente de que se afirme con contundencia, como leemos en la imagen: "En España no habrá guerra civil"... y la hubo. Sin embargo bien se pueden estructurar algunos discursos que prevengan sobre el riesgo, sobre todo aquellos tendendientes a incentivar acciones comunitarias que eviten que ciertas fenómenos naturales incidan con más violencia sobre la población.

Si el riesgo sólo existe en el discurso, y ya de por sí es difícil imaginar un tsunami, un ataque terrorista, una pandemia o incluso una crisis económica, la acción humana a la que apela cualquier discurso sobre el riesgo es menos contundente porque habla (en sus verbos) de hechos que no los consideramos de facto como un “conocimiento concreto”, o de plano los percibimos “irreales”. Alrededor de los verbos, o construcciones como “se derrumbaría”, “chocaría”, “llegara un tsunami”, “temblara”, “lloviese demasiado”, se debe construir un contexto sólido y pertinente (sin ser alarmista), que en efecto incite a la acción aquí y ahora para que mañana, si llegase el momento, se actúe de la manera más adecuada… lamentablemente creo que esos discursos son los menos frecuentes.

¡Qué barbaridad!

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