domingo, 25 de octubre de 2009

Historia... ¡Historia!... ¿Historia?

Para los historiadores de la ciencia la construcción tipo Whig ha sido casi totalmente rebasada en cualquier estudio serio.

La historia tipo Whig es la que podríamos demoninar como "La Historia de Bronce". Las relaciones de los hechos son certeras, los héroes son héroes, los villanos son villanos y la verdad siempre brilla.

¡Qué belleza!

Y aunque abandonada por los hisotiriadores serios nos gusta pensar en la historia en esos términos. Miles de libros de historia, incluso los oficiales, están repletos de relatos recortados con estas tijeras.

Siguiendo el planteamiento de Foucault (1970) a la historia contemporánea se le han retirado los privilegios que tenía sobre un acontecimiento particular y permitió que se revelaran las amplias estructuras que rebasan temporal y espacialmente a dicho acontecimiento. Sin embargo, pese a que se pretende conservar el núcleo del acontecimiento (cualquiera que el historiador pretenda que sea) es importante que no se pierda la red de acontecimientos de la que forma parte, aunque no pretenda darle una explicación: “Claro está que la historia desde hace mucho tiempo no busca ya comprender los acontecimientos por un juego de causas y efectos en la unidad informe de un gran devenir, vagamente homogénea o duramente jerarquizado... las nociones fundamentales que se imponen actualmente no son más que las de la conciencia y de la continuidad... son las del acontecimiento y de la serie, con el juego de nociones que les están relacionadas; regularidad, azar, discontinuidad, dependencia, transformación...” (Foucault, 1970).

El quid propuesto por Foucault es que los acontecimientos no son tal como una materialidad, ni siquiera incluso como una representación (colectiva o particular), que pueda abordarse plácidamente desde una postura objetiva: “... temo reconocer en él algo así como una pequeña (y quizás odiosa) maquinaria que permite introducir en la misma raíz del pensamiento, el azar, el discontinuo y la materialidad. Triple peligro que una cierta forma de historia pretende conjurar refiriendo el desarrollo continuo de una necesidad ideal” (Foucault, 1970).

Así es que, contextualizando esta perspectiva en la historia de la divulgación científica, ¿podríamos aventurar que su historia, pretendiendo ser objetivos, podría más bien asemejarse a la historia de las disciplinas científicas?

En cualquier historia objetos y discursos se entrelazan para constituir acontecimientos, materiales e inmateriales a la vez.

Parece existir el consenso de que la naturaleza y la justificación de la historia va mucho más allá de lo que se considere evidencia, porque si consideramos la postura de Lorraine Daston, desde que en el hecho mismo se sintetizan procesos, lenguaje, objetos, todo lo que lo constituye se entrelaza como en una red que le da sentido en ese momento y lugar, tanto a sus actores como a los observadores del hecho; para acceder lo más asépticamente posible a estos hechos, entonces, se tendría que reproducir esta red y que el historiador se transforme, si ello es posible, en un observador más del hecho, colocado en ese punto y lugar –no obstante ello tampoco le garantice una “asepsia” absoluta-. Sin embargo, ello es virtualmente imposible, ya que la reproducción integral del contexto acaso se pierda indefectiblemente desde el instante mismo posterior a que el hecho haya acontecido.

¡Ups!

Entonces, ¿dónde queda la historia?

sábado, 20 de junio de 2009

El primer experimento científico con el pulque en México en el siglo XVIII

Regalo de los dioses o vehículo para la perdición del hombre, el pulque es una bebida embriagante que ya se conocía ampliamente en México mucho antes de la llegada de los españoles. Explicaban su origen a través de una cruel historia en la que la diosa Mayahuel es destrozada, devorada y roída hasta los huesos; Quetzalcoatl entierra sus escasos restos de la que surge la primera planta de maguey, milagrosa fuente del pulque. Se utilizaba sólo en festividades y ceremonias religiosas y les estaba permitido sólo a algunas personas consumirlo, y de entre ellas, únicamente en los ancianos se toleraba que llegaran a la embriaguez. Se penaba seriamente a quienes, sin dispensa alguna, se embriagaban.

Los primeros españoles hicieron referencia al maguey, y a los múltiples y sorprendentes productos que de él surgían: sogas (cáñamo), vestido, calzado, agujas de coser, papel e incluso como un magnífico combustible. Fray Toribio de Motolonia lo describió al detalle y destacó, por supuesto, al pulque como uno de sus principales productos:

Metl es un cardón, árbol que en la lengua de la Isla Española se dice maguey. De ese metl se hacían y salen tantas cosas es como lo que dicen que hacen del hierro, y responden cochillos, tijeras, martillos, tenazas, etc., y dicen que nunca acaban: ansí parece en las cosas que deste metl se dice tener. Es verdad que la primera vez que yo lo vi, sin saber nada de sus propiedades dije: "gran virtud nace de este cardón"... dicen que es de mucha sustancia y saludable. Cocido este licor en tinajas, como se cuece el vino, y echándole una raíces que los indios llaman ocpatli, que quiere decir "melecina o adobo del vino", hácese tan fuerte vino, que los que beben en cantidad, conviene a saber nueve o diez tazas, embeoda reciamente, y de esto usaban los más como los indios de este metl de se embeodar cruel y bestiamente. Tiene tan mal olor el vino, y pero el resuello de los que mucho beben; en la verdad, bebiendo templadamente es saludable y de mucha fuerza.

(Motolinia, Memoriales).

Al maguey mismo y al pulque le atribuían numerosas propiedades medicinales. Agregaba Motolinia al respecto: "Es muy saludable para una cuchillada o para una llaga fresca... es mucho bueno para el que pica víbora". Se abundó en escritos en los que se ponderaba su benéfico impacto en personas muy flacas o enfermas.

Después de la conquista, al perder el carácter sagrado en el que se tenía, se extiende su consumo. Así, indios y españoles lo beben sin restricciones, en tabernas, la primera autorizada el 18 de noviembre de 1546 (taberna propiedad de un tal Juan Pablo). El incremento en su consumo aguza el ingenio de los recaudadores de impuestos; los gobernantes de poca monta iniciaron su propio negocio, lo cual fue seguido de una primera fiscalización por parte de la corona casi un siglo después, no sin ser precedida por una serie de edictos que legislaban su consumo y comercio por regiones, por tipo de pulque e incluso, dependiendo de quién fuera el embriagado por dicho pulque. Los castigos se gradaban de acuerdo a la condición del consumidor: si era indio eran muy severos, si eran españoles muy ligeros.

Tan relevante era el pulque, que José Ignacio Bartoche, en su Mercurio Volante, le dedica tres números:

- Miércoles 9 de diciembre de 1772, Uso y abuso del pulque para curar enfermedades
- Miércoles 23 de diciembre de 1772, Prosigue la historia del pulque
- Miércoles 30 de diciembre de 1772, Experimentos y observaciones físicas del autor en el pulque blanco

A partir de 1553 fueron y vinieron prohibiciones o declinaciones con respecto al consumo del pulque. De 1607 a 1625 se insistió en su prohibición, pese a lo cual nunca se erradicó su consumo, por lo que se traficaba con él y se incrementaba su precio. Después se autorizó sólo el consumo del pulque blanco. Esta riña entre expendedores -la venta del pulque redituaba grandes ganancias- y legisladores se justificó en documentos, casi todos escritos por médicos, que con más o menos carácter científico, argumentaban en pro o en contra de sus propiedades.

En Puebla se escribió en 1748 una amplia disertación: Papel del pulque a favor de sus virtudes medicinales y singulares propiedades, que el bachiller Don Cayetano Francisco María de Torres envía a Don Pedro Ruiz de Palma. Es este documento se va más allá que a una mera argumentación cultural o social sobre el pulque y su consumo, y se pretende justificar, de manera científica, que el pulque por sí mismo no sólo no es dañino, sino que incluso es curativo. Agrega que las adulteraciones que hacen al pulque para conservarlo durante más tiempo (sobre todo en las ciudades), son las que transforman su composición convirtiéndolo en un brebaje dañino para la salud. Así explica el por qué el pulque se relacionara con un serio incremento en la criminalidad y calamidades violentas que venían sucediéndose en las ciudades, pero subraya que ello es producto del efecto de las yerbas con las que adulteran el pulque, no del pulque mismo.

La adulteración del pulque se adjudicaba a yerbas como el cuapatle, ocpatli o popotle. Incluso, en un informe del Obispo de Valladolid al Conde de Galve, de 1692, se describen artimañas mágicas como canutos tapados dentro de los cuales se conservaba un lagarto vivo, que se introducían en las talegas de cuero en las que era transportado el pulque.

José Jesús Hernández Palomo, en una investigación sobre el pulque (La renta del pulque en Nueva España, 1663-1810) explica que enfermedades como el tabardillo y las calenturas en general fueron otras de las tantas afecciones que se mitigaban con pulque, e incluso se le daba "a las paridas después de ocho días para confortarlas". Los buenos efectos del pulque fueron generalmente aceptados y reconocidos, incluso en el caso de las grandes epidemias que afectaron el virreinato, "y mediante él en el tiempo el sarampión y otras epidemias han sanado con suma facilidad". En la mayoría de los periodos de carestía y enfermedad aumentó su consumo. De forma general sus detractores admitieron sus virtudes medicinales, aunque sólo del aguamiel y no del pulque fermentado.

Más que revuelto estaba el asunto de la legalidad o ilegalidad, virtuosidad o malignidad del pulque, en 1772, cuando Bartolache decide abordar el tema. De hecho, el mismo se justifica porque, como resultado de un dictamen dado por el médico Domingo Rusi, el Arzobispo Antonio de Lorenzana corrió una orden para reiterar la prohibición de ciertas bebidas embriagantes: "Quien quisiera instruirse podrá leer el impreso, que corre hoy de orden del superior gobierno... ordenanzas de este real asiento..."

Bartolache proporciona al lector, en las dos primeras entregas de su disertación sobre el pulque, la historia y la descripción del maguey, así como su proceso de elaboración. Su descripción botánica difiere de la que proporciona Motolinia, sin embargo, parecen ser más bien incongruencias del lenguaje a raíz de las diferencias que se presentan por la distancia en el tiempo en el que se escriben dichos documentos. Asimismo, Bartolache, insta al lector a que acuda a la obra de Francisco Hernández, quien fuera enviado por Felipe II para estudiar y escribir la historia natural de la Nueva España, en el siglo XVI; incluso le proporciona la paginación del documento donde encontrará mayor información sobre el maguey. Abunda, a diferencia de otros autores previos él, en otros detalles sobre el pulque: sus medios de transportación, las distancias a las que es llevado, tiempos que requiere de maduración y envío, materiales y tipos de recipientes para el transporte y para su conservación (en los ranchos y en la ciudades) y precisiones con respecto a las mezclas que deben hacer los expendedores de pulque en las ciudades para aprovechar hasta la última gota de pulque rezagado, combinándolo con el nuevo, para no perder ni medio real de ganancia. Subraya que el pulque no puede ser viable después de cierto tiempo: "Un pulque de 10 días y aún de menos tiempo tiene todas la notas de corrupción, es abominable, hediondo y cría en su superficie una especie de nata como harina (que llaman palomilla), la cual en parte se disipa exhalada en vapor, infestando las paredes y techos donde se observa pegada como un polvo blanco".

No aborda detalladamente las posiciones, argumentadas médicamente, en pro y en contra de las propiedades del pulque, pero otorga al lector un buen resumen de ellas:

De los autores y escritos que han tratado de el pulque y llegaron a mi noticia, pueden hacerse dos clases. Porque a mi no me toca hablar ahora de aquellos hombres de mérito y venerable carácter que, movidos por un santo celo, se propusieron malquistar este licor como una bebida nociva a la salud de los indios, propia para fomentar la embriaguez y sus consecuencias, la lujuria, la audacia y toda serie de torpezas hasta la idolatría. Con cuyas declamaciones y otras diligencias practicadas en forma se consiguió alguna vez en el siglo próximo pasado que se prohibiese en México y cinco leguas de su contorno, el uso y trajín de todo pulque; hasta que la corte, por justos y bien considerados motivos, envió orden de que se alzase la prohibición del simple blanco. Pero dejando esto aparte, sólo haré cuenta de los que trataron esta materia como peritos y pretenden haber procedido con conocimiento de causa. Unos celebraron al pulque con mil elogios atribuyéndole maravillosas propiedades y efectos saludables; otros por el contrario lo desacreditaron como malo y pernicioso. Para algunos es intrínsecamente bueno en sí y sólo puede hacer daño por el abuso en la cantidad o en las perversas calidades que resultan de mezclarle ciertos ingredientes para diversos fines. Hay quienes digan que siendo inocente esta bebida en los ranchos y oficinas donde se hace, fuera de allí no vale nada, se corrompe y se malea con el transporte y la manipulación de los que menudean su venta en los jacales de esta ciudad.
(Bartolache, Mercurio Volante).

Y ofrece su experimento como una opción para aclarar dichas posiciones:

Yo para desenredar este laberinto, y que el público se ponga en estado de saber algún día lo que ha de creer en estos asuntos, he procurado no omitir cosas de cuantas conducen a un conocimiento seguro, examinándolas todas con prolijidad y con la debida circunspección. Lo que no sé si algún otro escritor hizo antes de ahora... harto mejor me estaría dar una simple noticia... que no fatigarme en componer... un competente número de experimentos que siempre será más fácil dar por hechos u omitirlos que hacerlos uno mismo.
(Bartolache, Mercurio Volante).

Al explicar su metodología para llevar a cabo el experimento precisa que no usará fuego, ya que, puntualiza que no desea descomponer el licor o alterar sus productos y resultados, "hasta punto de inducir en sospecha". Subraya su postura neutral, con un espíritu altamente ilustrado, en el que prive "absoluta indiferencia y neutralidad filosófica, no siendo yo su apasionado ni tampoco su impugnador".

Bartolache experimentó con pulque con diferentes "tiempos" de recepción, 30, 58 y 60 horas; tomó en cuenta temperatura y presión y es prolijo en sus periódicos sobre el procedimiento y al detallar las reacciones que observa.

Bartolache también aborda la composición del sedimento del pulque y especula que se trata de un "compuesto de partículas de tres especies diferentes cuando menos: 1, de las rasuras finísimas dela extrema cutis de las pencas del maguey; 2, de cal común muy atenuada y disuelta; 3, no de pocas otras rasuras de los sacos de cuero en que se trae..." Para certificar que en efecto el sedimento del pulque tenía rasuras de cuero sometió al pulque al calor (precisa que 52 onzas a fuego moderado), y después de describir las reacciones que se suceden mientras el pulque está al calor concluye que permite que se consuma todo el líquido dejando un extracto de "más o menos una onza de extracto muy glutinoso, de color oscuro y de un sabor algo austero, entre picante caústico y amargo. En el olor y en su tenacidad muy semejante a la cola –pegamento- hecha de pieles maceradas y podridas: de suerte que yo no dudo que estas últimas propiedades se deben precisamente a las rasuras de los cueros".

Con esto, Bartolache prácticamente llega al fin de su experimento, y abre el cuestionamiento: "¿Por ventura la mayor parte de la virtud medicinal del pulque reside en este sedimento?". Y él mismo se responde afirmativamente. Sin embargo esta conclusión lo lleva a deducir que luego entonces debería ser mejor el pulque de las tabernas en las ciudades, ya que éste es el que es transportado dentro de pellejos de carneros; lo era contario a la experiencia que sobre el uso del pulque se hacía manifiesta en el pueblo, que afirmaba que el pulque bueno era el de los ranchos, el malo el de las ciudades. Sugiere que deben realizarse más experimentos para aseverar la calidad curativa de los sedimientos del pulque transporado en talegas de cuero. Agrega, que quizá otro elemento que le otorgue virtudes medicinales al pulque fuera la cal, pero, como buen médico, subraya el hecho de que en dicho caso el pulque sólo sería recomendable para las diarreas generadas por acidez. Observa que el pulque genera flatulencias (al contrario de otros licores, que las inhiben), y que una vez que se ha calentado pierde todo su espíritu.

Fue tanta el ansia experimental de Bartolache, que estuvo a punto de beber su propia orina, después de ingerir el pulque, pretendiendo conocer cómo se había filtrado a través de sus riñones. Escribe que la metodología ya la tenía acotada determinando "tiempo, la cantidad y la calidad de la orina provenida del pulque..." pero que su fragilidad estomacal y la posibilidad de enfermar en el intento lo hicieron desistir: "... no sea que tenga otro observador que escribir lo que a mi me sucediere".

Si bien es cierto que el mismo Bartolache escribe que no está seguro de que alguien más hubiera llevado a cabo algún experimento previo con el pulque, Elías Trabulse prácticamente lo afirma:

... dejó consignados sus análisis físicos y químicos de dicho producto con una acuciosidad sorprendente y con un rigor notable desde el punto de vista químico. Determinó sus propiedades de olor, sabor, acidez, características que guardaba a presión y temperatura normales y los resultados que se obtenían al hacerlo reaccionar con aceite de tártaro y vinagre fuerte destilado, es decir, las reacciones que presentaba en la presencia de ácidos débiles. Asimismo determinó su acidez cambiante, en forma por demás novedosa, tinturas que virasen de color en presencia ácidos y de álcalis. Este fue probablemente el primer análisis químico, verdaderamente científico que se hizo del pulque.
(Trabulse, Historia de la Ciencia en México. Siglo XVI, p. 82).

Se tiene un reporte posterior del también médico Domingo Rusi (consejero de Antonio de Lorenzana, como se lee párrafos atrás), de diciembre de 1777, Exposición sobre el análisis y origen químico del pulque y del de caña, y otro más general, Razón de algunas bebidas que se hacen en el Reino.

En el siglo XVIII el pulque era consumido en mayor cantidad que el vino. En 1784, convencido el gobierno novohispano que los excesos en el consumo de pulque se circunscribían a las bajas esferas (indios, negros, mulatos, coyotes, zambos y demás castas), prohibió cualquier tipo de música o diversión en las pulquerías, tampoco se podía vender comida y el horario normal era de 8 a 18 horas; en días festivos abrían a las 13 horas. Se presentaron numerosas disputas por territorios sembrados de magueyes (algunos incluso incrustrados en barrios de las ciudades); algunos indios –dueños de esos territorios- llegaron a convertirse en auténticos caciques, con gran poder económico y social. Asimismo, la Corona, y luego el gobierno independiente, se enriqueció con las cargas fiscales que impuso al comercio del pulque, por lo que llegó a constituirse en una fuente de recaudación relevante.

Si bien lo aquí esbozado ofrece muchas más preguntas que respuestas, el caso del primer experimento científico del pulque nos proporciona un complejo espectro de factores que se ponen de manifiesto en otros sucesos históricos en los que se involucra la ciencia, la economía, la sociedad y las leyes. Finalmente, Bartolache no logra justificar la calidad curativa del pulque, pero sí deja asentado que, aunque la ciencia en ocasiones hace muy poco (o no puede hacer nada) para avalar algunas leyes, y sobre todo, algunas tendencias económicas, éstos factores externos sí impulsan ciertas acciones en búsqueda de nuevo conocimiento.

¿Qué hubiera sido del primer experimento científico con el pulque sin el edicto de prohibición de Antonio de Lorenzana y la larga controversia sobre su poder curativo o no? Acaso ni siquiera hubiera existido.

lunes, 1 de junio de 2009

Periodismo científico en México a fines del siglo XVIII

A la luz de las velas, o las lámparas, la ciencia floreció en México durante la Colonia, y no sólo eso, fue preocupación de muchos de estos novohispanos divulgadores hacer llegar a amplios públicos nuevos conocimientos. A fines del siglo XVIII en México se empezaban a identificar tres aspectos que transformaban también a Europa: el rechazo a las autoridades, la apertura a la novedad y el espíritu crítico... ¡cualquiera diría que los jóvenes de hoy comparten estas características!

José Antonio de Alzate y Ramírez nació en Ozumba, muy cerca del volcán Popocatépetl, el 10 de octubre de 1737. Su madre estaba emparentada con Juana Inés de Asbaje y Ramírez, la famosa Sor Juana, ilustre mexicana del siglo XVII. Quizá por ello el postrer pariente nació con el don de la escritura. En 1750 fue a vivir con su familia a la Ciudad de México, donde obtuvo el grado de bachiller en la Real y Pontificia Universidad. En aquel tiempo a los clérigos se les facilitaba el acceso a grandes acervos de conocimientos; tal vez por eso Alzate se decidió por el sacerdocio. Publicó en 1768 el Diario Literario de México, el primer periódico dedicado exclusivamente a noticias de ciencia. Fueron ocho números en tres meses.

Su amigo, José Ignacio Bartolache Posadas, guanajuatense nacido en 1739, le siguió en su intentó por hacer llegar la ciencia a cientos de personas, por lo que publicó entre 1772 y 1773 dieciséis números del Mercurio Volante con noticias importantes y curiosas sobre varios asuntos de física y medicina. No era sacerdote, y quizá por ello sufrió más que Alzate por mantenerse él y sostener a su familia, así que éste fue su único proyecto importante para instalar un periódico científico.

Bartolache compartió con Alzate su interés por la ciencia y su divulgación, así que cuando presentó su Mercurio anunció: “solamente miro hacia los que no saben, ni son sujetos de carrera... a lo que llamamos vulgo... Nada diré en particular de las mujeres, sexo inicuamente abandonado y despreciado como inútil para las ciencias no más que por haberlo querido así los hombres, y no por otra razón...”; asegura además que las mujeres y todos los hombres sin estudios tienen las mismas capacidades que quienes tienen un grado académico (¡agregó que algunos tienen más capacidades!), y que el latín, que se utilizaba entonces como lengua culta, sólo era necesario “para entender los libros latinos, pero no para pensar bien, ni para alcanzar las ciencias, las cuales son tratables en todo idioma”, ¿podríamos decir lo mismo del inglés actualmente?

La vocación de periodista científico de Alzate y su férreo empeño por continuar su labor se impusieron a las contingencias que tuvo que sobrellevar para que salieran a luz publicaciones periódicas con noticias de ciencia. Aún teniendo un cuidado extremo en no tocar temas de política o religión, para no incurrir en censura alguna, sus diarios fueron censurados, ante lo cual tenía que proseguir con la apertura de uno nuevo.

Así, de periódico en periódico, Alzate encabezó también Asuntos varios sobre ciencias y artes, Observaciones sobre la física, historia natural y artes útiles y Gacetas de literatura de México.

En estos diarios se dieron a conocer noticias tan significativas para la ciencia como el tránsito de Venus por el disco solar el 3 junio de 1769 (¡hace 240 años!), el eclipse del 15 de agosto de 1784 y el cometa del 28 de enero de 1784. Con relación a la física se aseguraba que sólo la experimental era útil, y ampliamente se divulgaban los trabajos de Galileo, Descartes y Newton. La historia natural de entonces contemplaba lo que hoy podríamos identificar con las ciencias naturales; los artículos dedicadas a ella, a la mineralogía y a la cartografía, causaron gran impacto fuera de México, ya que por medio de las descripciones que se ofrecían se aguzaba la curiosidad de los forasteros y se alimentaban leyendas como la de los descomunales animales de fábula, las prodigiosas e inagotables minas que prometían riquezas para los buscafortunas y los parajes de novela que surgían de ver los grandes y novedosos mapas.

viernes, 22 de mayo de 2009

Davidson, Chomsky, lenguaje e interpretación

En un documental científico que analizaba el comportamiento de un grupo de simios en África se observó el siguiente hecho al que no me atrevo ahora mismo a ponerle adjetivo. El contexto es el siguiente: el macho alfa tiene el privilegio de aparearse con todas las hembras del clan, sin embargo, ahora se encuentra ya muy envejecido y es muy probable que sea desplazado pronto por un macho más joven; ese joven macho ya ha sido identificado por gran parte del grupo porque ha hecho evidente su liderazgo, no obstante, aún conserva un perfil bajo. Una mañana, una simia, desde un arbusto al ras del suelo, discretamente dirige su mirada al joven macho “posible futuro líder”, que come tranquilamente sobre la rama de un árbol. Las miradas se encuentran. Ella mira al macho y después hace una leve señal, sólo con la mirada, hacia un sitio boscoso un poco más allá de la arboleda que ocupa el clan. El macho la mira tranquilamente y gira su mirada hacia ese mismo sitio. La hembra se cerciora que no han sido observados por nadie y se adelanta; pocos minutos después el macho se encuentra con ella en el sitio boscoso y se aparean. Si ella llegara a tener descendencia, y en efecto, este joven macho ocupara el sitio de liderazgo que se presagia, tendrá muchos privilegios. Y así fue, el seguimiento del hecho comprobó este supuesto. Sin embargo, no queremos abordar aquí el carácter sociológico o “cuasi-antropológico” de lo descrito, haremos hincapié únicamente sobre el lenguaje. Si bien muchos autores han circunscrito la capacidad de un lenguaje complejo únicamente en el ser humano, me parece que un hecho como el descrito podría abrir muchas otras vertientes, ya que la habilidad de usar signos, tal como lo definía el supuesto cartesiano, puede ser más que justificada en ese “discurso visual” compartido por los simios descritos.

Y no obstante que no hubo intercambio alguno de palabras el mensaje fue muy claro y, si seguimos el planteamiento de Davidson, el fundamento de ese intercambio es que la comunicación fue realizada con éxito. Si continuamos este planteamiento, la comunicación no parece estar fundamentada en normas o convenciones. Sin embargo, para Chomsky, cuando postula la “adecuación descriptiva” y la “adecuación explicativa” del lenguaje, apela a una normatividad o sistema de reglas que se identifican en el lenguaje; quizá tendríamos que saber más de los simios y su lenguaje; pero por ahora postularemos en esta breve disertación una propuesta que conciliaría ambas posturas, por medio de otra alternativa que implicará una red o matriz que interconecta lenguaje y sentido.

No he localizado, en la bibliografía que he revisado hasta ahora, ninguna referencia específica que haga alusión a esta idea en concreto, que de alguna manera concilie las posturas antagónicas con respecto a la regulación y normatividad del lenguaje (Chomsky) o su completa ausencia versus la efectividad de la comunicación (Davidson). Acaso no me he empapado lo suficiente de ambos autores, o he tenido contacto con ellos a través de traducciones deficientes; sin embargo me arriesgaré a compartir mi disertación al respecto.

El primer antecedente para justificar esta propuesta es con la descripción misma de lo que se considera que constituye el lenguaje. Davidson asevera que si bien el lenguaje es una práctica comunicativa que sólo es tal si cumple su intencionalidad: comunicar, asume que lo referente al significado no está realmente vinculado con la realidad, ni siquiera con un objeto. “Martillo” no posee de suyo significado alguno. En efecto, es una herramienta cuyo uso muchos de nosotros podemos determinar, pero que no es obvio, además de los múltiples otros usos o intenciones que de él se deriven y que sólo el ingenio podría limitar; aunque es seguro que algunos otros objetos podrían utilizarse con mejor, o peor, éxito, dependiendo de los objetivos que se persigan, tendríamos que seguir el planteamiento de Wittgenstein con relación al lenguaje como una “caja de herramientas”. Disponemos de un bagaje de signos con significado relativo, ya que el uso de ellos, si bien puede determinase de alguna manera por medio de las situaciones y modos de empleo establecidos, su acotación final dentro de un acto comunicativo no es determinado por condiciones necesarias y suficientes que puedan generalizarse, son particulares de cada acto comunicativo.

Lo anterior avalaría por completo la postura de Davidson con relación a la ausencia de normas, ya que lleva incluso la argumentación en contra del convencionalismo, que otorga significado a los actos comunicativos, al afirmar que no es posible determinar cuáles son esas convenciones.

Chomsky, por su parte, al postular la “adecuación descriptiva” y la “adecuación explicativa” que regula al lenguaje sí da cabida a la presencia de complejos sistemas de reglas y normas.

Considero que uno de los problemas de fondo que impiden la conciliación entre ambas posturas es que se insista en explicar los “conceptos” y los “significados”, las “palabras”. En primer lugar podría ser más adecuado no habla de “palabras” sino de discursos, ya que una simple mirada podría implicar todo un discurso. En segundo término la discusión abigarrada entre lingüistas, filósofos del lenguaje, psicólogos e incluso antropólogos se ha centrado en determinar fehacientemente lo que es un “concepto” o un “significado” estrictamente acotado. Considero que ese tendría que ser un precedente que debería replantearse de la siguiente manera. Los discursos a través de los que nos comunicamos, siguiendo a Davidson, en efecto, tienen un sentido integrador, es decir, no atomizamos los sentidos particulares de cada elemento del discurso para después interpretarlo, lo interpretamos de un todo; sin embargo, la interpretación no está carente de un marco normativo, siguiendo a Chomsky, hay aspectos puntuales que sí están normados.

El siguiente ejemplo está tomado el malayo clásico, cuyas normas gramaticales, perfectamente acotadas, contienen factores que no tienen paralelo alguno con el de otras lenguas.


Desde la disposición del discurso podemos observar una gran diferencia con las lenguas romances y con el español en particular; además se introducen elementos como “duli” que literalmente se traduce como “polvo”, y que en la traducción desaparece, porque en ese contexto sólo matiza lo que se dice de Sang Sapurba, y “pun”, que es literalmente intraducible, ya que implica una partícula que el contexto total del discurso ilustra lo que los lingüistas denominan "factor de novedad", e implica que es la primera vez que aparece esta referencia, que será luego reincidente. No obstante que esta partícula que determina el "factor de novedad" no exista en español y que la disposición de las palabras dentro de la oración sea muy distinta, la frase se puede traducir al español, y esto es porque el lenguaje debería considerarse no conceptual, sino fundamentalmente nocional.

Lo nocional sería lo siguiente, que a través de un discurso no reconstruimos conceptos particulares, ni siquiera de la oración completa, sino entramados de nociones de conceptos, nunca el concepto real, porque en efecto, siguiendo a Davidson, el concepto con su significado como tal en sí no existe, “una palabra tiene el significado que alguien le ha dado”, y en tanto millones de alguienes, millones de significados. Pero tampoco es completamente arbitraria esta asignación de sentidos, no obstante se trate de una noción, y ahí es donde tiene sentido la postura de Chomsky.

Cuando se dice “martillo”, no se hace referencia a:

Martillo = x

Ni siquiera es:

Martillo = x,y

Con frecuencia el marco de referencia mínimo tiene tres ejes, e incluso podría tener más:

Martillo = x, y, z

Donde cualquiera de las variables determinaría el eje sobre el cual se construye la noción del discurso que se emite o que se interpreta.

Este hecho podría representarse de alguna manera como la gráfica que representa la actual postulación relativista con relación a las disposiciones espacio-tiempo en física. En nuestro caso utilizaremos únicamente el gráfico como un auxiliar, en el que consideraremos a la esfera como al discurso, o la palabra (en nuestro caso “martillo”), en su “esencia”, en el centro de la hondonada como el "concepto” (concediendo que ontológicamente ello exista, pero dejemos ese problema para otra ocasión), y en derredor suyo se encuentra toda la noción que se construye con relación a él (en nuestro caso “martillo”).











Dependiendo de los ejes que intervengan en la construcción de esa red nocional se obtendrá un sentido u otro:

· ¡Oye tú, cabeza de martillo!
· Pásame el martillo.
· Al que nace para martillo del cielo le caen los clavos.
· Cuando fuiste martillo no tuviste clemencia, ahora que eres yunque ten paciencia.
· Veinte golpes de martillo quizás no logren romper la piedra, pero el vigésimo primero podría hacerlo.

Helo aquí, entonces, que lo que pretendemos hacer con el lenguaje es construir sentidos y que dichos sentidos se “acerquen” a lo que deseamos, esto es, que la interpretación sea lo más nítida posible. Para ello sí es necesario aplicar reglas y normas de acuerdo a sentidos gramaticales, convenciones de acuerdo al lugar –por ejemplo las reglas de etiqueta y las “buenas costumbres”-, aplicaciones temáticas –discurso científico-, reglas que cuadriculan en un marco referencial particular al discurso que se interpreta y lo colocan en su interjección x,y,z, lo más cerca posible de lo que el emisor pretendió evocar. El acto comunicativo es efectivo, siguiendo a Davidson y aplicando lo antes expuesto, en tanto:

· Los ejes principales sobre los que se construye el discurso sean lo más semejantes entre el emisor y el receptor;

· La interjección x,y,z que avala el sentido del discurso. Dentro de esos ejes se ubica "el punto central" del acto comunicativo, acaso el "concepto".

Concluyendo en el caso ilustrativo del inicio, cuando la simia miró al simio joven que competía con el macho alfa, en efecto ambos tenían los ejes de interpretación comunes, el discurso de la simia fue entonces interpretado por el receptor de manera certera, siguiendo las normas establecidas por su especie o por su clan (este no pretende ser un tratado de etología), y guiando por esta noción finalmente el hecho se concretó pragmática y aplastantemente en más que un acto comunicativo efectivo.

domingo, 17 de mayo de 2009

Creencias, verdad y significado


Donald Davidson
1917-2003
De la verdad y de la interpretación
Contribuciones fundamentales a la filosofía del lenguaje
Editorial Gedisa. Barcelona, 1990.
Reflexiones personales sobre el capítulo 13
De la idea misma de un esquema conceptual (189-203 pp.)

Para Davidson significado y concepto no son lo mismo, aunque están intrínsecamente relacionados.

Su propuesta tiende a eliminar el relativismo conceptual, calificándola como una “doctrina temeraria y exótica”, aunque acepta que la realidad misma es relativa a un esquema: “lo que cuenta como real en un sistema puede no hacerlo en otro”.

La interrelación estrecha entre la realidad, el concepto, el significado y la emisión que aglutina todo ello es el eje de su disertación. “Puede suponerse que la relación es así: cuando los esquemas conceptuales difieren, también lo hacen los lenguajes”.

En este mismo marco, lenguajes diferentes podrían tener su justificación en contextos distintos, ya que se podría afirmar que dan cuenta de rangos diferentes de fenómenos con los que estos grupos sociales que les dieron vida tuvieron contacto. No obstante, la interrelación tanto entre el esquema conceptual y el de significado, así como entre la realidad y la emisión misma podría tener una respuesta en un solo eje que los subyace: la traducibilidad. Como afirmó Gadamer: “La traductibilidad es definitoria de nuestro concepto de lo que es un lenguaje”.

Según Davidson, lo que mantiene unidos a la verdad y el conocimiento es el significado. Si la coherencia es una prueba de la verdad, es entonces también una prueba del juicio de que las condiciones objetivas de verdad han sido satisfechas. En este caso, se plantearía una correspondencia sin confrontación. La teoría de la coherencia de Davidson se aplica a creencias u oraciones que son verdaderas para alguien que las entiende. Estas creencias son estados de las personas que tienen intenciones, deseos, órganos sensoriales: son estados causados por, y que causan a su vez, eventos internos y externos al cuerpo de sus poseedores. Pero, aun con todas estas restricciones, hay muchas cosas que las personas creen y muchas más que podrían creer. La teoría de la coherencia se aplica a todos estos casos. Todo lo que una teoría de la coherencia puede sostener es que en un conjunto coherente de creencias, la mayoría de ellas son verdaderas.

Decir que hay una presunción a favor de la verdad de una creencia que es coherente con una masa significativa de otras creencias, quizás sea la clave del asunto. Toda creencia, en un conjunto total coherente de ellas, está justificada a la luz de esta presunción, no de modo muy distinto de cómo lo está toda acción intencional emprendida por un agente racional.

Nuestro propio aprendizaje del lenguaje comparte aspectos importantes con la interpretación radical. Del mismo modo que en esta última la perspectiva del intérprete y la del sujeto han de converger en una situación o evento común a ambos en el espacio público para que la interpretación sea posible, también en la situación de aprendizaje participan al menos dos sujetos, aprendiz y maestro, cuyas perspectivas han de converger también en un objeto o evento situado en un espacio común a ambos. El carácter social del lenguaje y del pensamiento es subrayado por Davidson con toda claridad: sólo en el marco de la relación intersubjetiva en un mundo común a los sujetos puede haber pensamiento, conceptos y significados.

Los supuestos de la interpretación obligan a concebir el contenido de nuestras creencias básicas como un evento u objeto público, y no como una entidad intermedia entre el sujeto y el mundo. Los contenidos de nuestras creencias básicas son parte del mundo público e intersubjetivo.

Las creencias, los conceptos y los significados no son inteligibles sin la relación que vincula a dos sujetos entre sí y a ambos con objetos y eventos públicos y comunes, y esta relación excluye precisamente la posibilidad de mundos y esquemas conceptuales inconmensurables, ya sea en virtud de una distribución absolutamente dispar de valores de verdad a oraciones, ya sea en virtud del empleo de formas de razonar incompatibles.

jueves, 30 de abril de 2009

Influenza porcina… fase 5

Ayer encontré en varios programas de televisión, en canales abiertos, argumentos en pro y en contra de algunas acciones que se han tomado ante la emergencia sanitaria que se vive en México. Alejandro Pisanty en su blog hace una excelente recopilación de datos que se pusieron de manifiesto en la conferencia de prensa oficial llevada a cabo a las ocho de la noche, y lo justifica “sobre todo ante las patéticas insuficiencias de las páginas Web y otros servicios de Internet oficiales”. Y es cierto.

El presidente Felipe Calderón también se dirigió a la nación en un comunicado oficial a las 11 de la noche. Sin embargo continúa flotando en el ambiente, y dos mensajes más que leí hoy temprano en mi correo electrónico me lo confirman, la desconfianza, que es comprensible en un país como el nuestro. La Cuarta Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (2008) muestra que las instituciones que gozan de mayor confianza son la Iglesia y el Ejercito y las peores fueron los sindicatos, la policía y los partidos políticos. En la última evaluación publicada por Transparencia Internacional sobre el Índice de la Percepción de la Corrupción México sigue quedando reprobado con 3.6 puntos, en una escala del uno al diez (cero = percepción de muy corrupto).

Sin embargo pasar de la fase 4 a la 5 de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) implica acciones más consistentes y bien orientadas para enfrentar esta emergencia sanitaria, y lamentablemente nos estorban (¡y mucho!) la corrupción y la gran desconfianza que tenemos en instituciones importantes para el funcionamiento del país... pero las vivimos a diario y tendremos que ser hábiles en el manejo de estos aspectos ante un escenario de contingencia nacional.

La descripción de las fases de alerta de pandemia se encuentra bien especificadas en el sitio oficial de la OMS, donde se establece que la fase 5: “se caracteriza por la propagación del virus de persona a persona al menos en dos países de una región de la OMS. Aunque la mayoría de los países no estarán afectados en esta fase, la declaración de la fase 5 es un indicio claro de la inminencia de una pandemia y de que queda poco tiempo para organizar, comunicar y poner en práctica las medidas de mitigación planificadas”. Lo que hay que recalcar es que hay que organizar, comunicar y poner en práctica medidas de mitigación.

En el mismo sitio oficial internacional de la OMS se encuentra el comunicado oficial completo de la declaratoria de la fase 5, del que yo destacaría los siguientes puntos:

- Permítanme recordarles que, por definición, las enfermedades nuevas se conocen mal. Es notorio que los virus de la gripe mutan rápidamente y se comportan de forma impredecible.

- La OMS y las autoridades sanitarias de los países afectados no tendrán todas las respuestas inmediatamente, pero las obtendremos.

- La OMS seguirá de cerca la pandemia a escala epidemiológica, clínica y virológica.

- Los resultados de esas evaluaciones continuas se publicarán en forma de asesoramiento en materia de salud pública, y se pondrán a disposición general.

- En estos momentos, las medidas eficaces y esenciales son la elevación de la vigilancia, la detección y el tratamiento precoces, y el control de la infección en todos los centros de salud.

- El paso a una fase superior de la alerta es una señal a los gobiernos, los ministerios de salud y a otros ministerios, al sector farmacéutico y al mundo empresarial de que ahora se deberían adoptar determinadas medidas de forma cada vez más urgente, y a un ritmo acelerado.

En el sitio oficial de la OMS también se aclara: “Las pandemias anteriores se han caracterizado por oleadas de actividad repartidas durante varios meses. Cuando el número de casos disminuye, se requiere una gran habilidad comunicadora para compaginar esa información con la advertencia de que puede producirse otro ataque. Las olas pandémicas pueden sucederse a intervalos de meses, y cualquier señal de "relajación" puede resultar prematura” (las negritas son mías).

Si nuestras fuentes nacionales no han podido responder oportunamente a los requerimientos informativos de la población, podemos visitar varios sitios oficiales internacionales, muchos de ellos con información en español, en los que se exponen desde las cuestiones logísticas (como en la OMS), hasta blogs, como el de Martín Bonfil, en el que se explica cómo funciona un virus como el que ahora hay en México. También puede buscar en inglés, en la búsqueda avanzada, con "swine flu", puede cruzar la búsqueda con "Mexico", sin acento. Google y muchos otros buscadores ofrecen la opción de traducir la página al momento de desplegar los resultados de la búsqueda.

A las 12:35 horas encontré el siguiente sitio: Swine Flu 2009. This map is a work in progress. Dentro de este mapa se puede hacer el seguimiento de la influenza porcina en el mundo.

La gran habilidad comunicadora puede estar también en nuestras manos, en la de todos nosotros, y este puede ser un excelente medio.

miércoles, 29 de abril de 2009

Del virus de la influenza porcina y del discurso para creer en lo que no se ve

El pasado viernes 24 de abril la Ciudad de México sufrió una alteración drástica en su rutina. Se decretaron contundentes acciones gubernamentales para controlar el brote epidémico por influenza porcina. El mapa de la actual extensión de los contagios abarca muchos otros países del mundo como Nueva Zelanda, España, Israel, Inglaterra… aunque de acuerdo a los comunicados sólo en México hay muertos.

A sólo cinco días de iniciadas estas acciones se han alzado algunas voces poniendo en duda algunos decretos (como el cierre de los restaurantes en la Ciudad de México), cuestionando el riesgo ("¿quién a visto a alguno de los fallecidos por influenza porcina?" preguntaban incisivamente ayer en un programa televisivo), o incluso acusando al gobierno por encabezar una escalada de caos.

Con acontecimientos dramáticos como un sismo, una inundación o un fenómeno natural “evidente” es de alguna manera más sencillo involucrar a cientos, a miles o a millones a escuchar y atender los discursos de quienes toman las decisiones una vez involucrados en la crisis, y actuar en consecuencia para salir de ella. Cuando se trata de un “fenómeno no evidente” la situación cambia por completo.

Una catástrofe natural evidente no requiere demasiado discurso para ser aprehendido por los demás. Bástenos recordar las imágenes del tsunami del 26 de diciembre de 2004 o del sismo en la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985. Un virus mortal invisible, no obstante tenga el potencial para matar, requiere del discurso para otorgarle no sólo nombre, también cuerpo. Para que ese discurso vaya más allá del darle corporeidad a algo invisible y mover a actuar a decenas de miles de personas se requiere de un elemento más que pocas veces vinculamos con la ciencia, aún más, con frecuencia la consideramos desvinculada naturalmente de la ciencia: la creencia… la fe. Pero eso, la fe, la necesidad de confiar, está dramáticamente ligada a la naturaleza humana.

Greimas & Courtès en su libro Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje, caracterizan la creencia como una modalidad de adhesión subjetiva a la validez de una afirmación o de un conjunto de afirmaciones. Las estrategias retóricas para construir una creencia pueden ser diversas. Cognitivamente hablando para construir algo que no existe tenemos que echar mano de pruebas, y dichas pruebas han de ser evidentes para quienes pretendemos convencer.

Para el caso que nos ocupa, los marcos explicativos que nos demuestran que existe un virus mortal van más allá de lo meramente científico, pese a la fe que el público pueda tener en la ciencia. Y es que un brote epidémico (¡encima de un virus desconocido!) involucra a muchos más actores que la vertiente únicamente científica. Bástenos revisar una lista de acciones que ya se tenían previstas por el sector salud en México para realizar antes, durante y después de una pandemia. Las acciones van desde lo más trivial, como puede ser una red para la comunicación interna entre pequeños grupos humanos hasta lo más complejo, como prever acciones económicas y gubernamentales para suspender actividades y asignar recursos extraordinarios a acciones extraordinarias. Para el control de un brote epidémico se involucran demasiados actores, además de los científicos, como para ahondarse en las minucias de la certificación de la veracidad de la vorágine de información que nos inunda en una sociedad como la actual.

Me comentaba una vecina hace un par de días: “De verdad ha de estar feo todo esto, hasta el arzobispo canceló las misas y sacaron al Cristo de la Catedral…”, en efecto, el Cristo de la Salud que se resguarda en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México salió de su recinto en solemne procesión para pedir por la pronta recesión del actual brote epidémico. La anterior ocasión fue en 1850, cuando el cólera asoló a México. No hay que desgastarnos en opinar en contra de demostraciones de este tipo, si signos como este y como muchos otros “acientíficos”, pero inocuos, nos llevan a actuar en conjunto para, en primera, creer que existe un gran riesgo y segundo, establecer nuestro personal nivel de acción y compromiso para sumarnos a los procedimientos en contra de la extensión de la epidemia. Las compras de pánico no son un signo inocuo, y no hay comunicados oficiales al respecto (como sí sucede cuando se espera la llegada de un huracán) por lo que esta situación sí debería evitarse.

Finalmente la creencia, reitero, es una adhesión subjetiva a la validez de una afirmación, y aquí las palabras clave son subjetiva y afirmación; y desde ahí, desde la forma en que se apela, con afirmaciones coherentes y fundamentadas, a la subjetividad de cada quien, se han de promover acciones conjuntas que son con las que finalmente se logrará un efectivo control de una crisis masiva. Si el discurso es coherente y congruente con lo que parece estar sucediendo atendamos las disposiciones que se sugieren y mantengámonos alertas a los nuevos comunicados. Al fin y al cabo parece ser una creencia bien fundada… y nuestra vida puede estar en entredicho.

viernes, 27 de marzo de 2009

Balbuceos de la divulgación científica en México

Un libro que tuvo cierto impacto en algunos círculos, sobre todo entre médicos, fue la Suma y recopilación de cirugía con un arte para sangrar, y examen de barberos, de Antonio López de Hinojosos (médico español radicado en México), publicado en 1578. La obra fue tan exitosa en el ambiente académico que tuvo una segunda edición en 1595. Hinojosos hace hincapié en su deseo dar a conocer al vulgo remedios médicos a males comunes:

"La grandísima lástima que de los enfermos, forasteros y necesitados tengo me hace salir a plaza y ver tantos libros de cirugía en romance y todos tan dificultosos que no sirven más de aquellos para quien se dedicaron, porque los demás todos carecen de romance, ni se entienden sus vocablos cuando son menester y son tan prolijos que ponen confusión y sus recetas, sin sacar provecho de ellos la gente vulgar sino los muy doctos. Y doliéndome yo de este, y por los que están fuera de esta ciudad y minas, y estancias, pueblos y partes remotas que carecen de los remedios convenientes, hice este libro, por que cualquiera que supiera leer hallara el remedio para la pasión y enfermedad que tuviere, que este libro de hace mención y sabrá la causa de qué padece, qué es hecha la tal enfermedad, y cómo se ha de curar, y si tuviera llagas viejas que hay remedios muy singulares nunca escritos y nuevamente experimentados, para las enfermedades, que a muchos que estaban ya imposibilitados de aprovecharles otra cura sino era la postrera de las unciones, los cure con mucha eficacia aprovechándoles y evitándoles tan dura y recia cura."

Sin embargo el lenguaje que utiliza se asemeja más a un discurso especializado médico de la época que a un discurso coloquial. No llegó a un mayor público por las limitaciones del lenguaje y aún más debido al costo que implicaba un libro y la problemática de su distribución (¿por qué me suenan tan familiares todavía este tipo de problemas, a más de 400 años de distancia?).

Ya casi al término del siglo XVII Carlos de Sigüenza y Góngora publicó en 1681 un pliego suelto con el que pretendía aclararle a la población que los cometas no ejercían ninguna influencia negativa en las personas, que eran un hecho natural, no sobrenatural:

"... las pestes y hambres que ha llorado España, la rebelión y alzamiento del Nuevo México, y cosas semejantes en otras provincias, de que aún no tenemos noticia, ¿qué cometa las detonó? Ninguno, porque ninguno se ha visto. Luego las que fueron consiguientes, tampoco las causará el cometa de ahora, aunque más autoridades se traigan para probarlo".

En este documento Sigüenza y Góngora explicó que el cometa visto en 1680 no causó, ni causaría, maleficio, daño o calamidad en nadie, porque era un fenómeno natural. El Manifiesto filosófico contra los cometas despojado del imperio que tenían sobre los tímidos, es a mi juicio el que en efecto sí podría considerase como el primer documento íntegro que se dedica a la divulgación científica, tanto por su discurso sencillo y una exposición de los hechos comprensible para un gran público, como por su formato, un pliego suelto al alcance de muchos. Hay aún mucho trabajo de investigación por hacer para corroborar el hecho, pero considero que tenemos por el momento sólidos elementos. La Libra astronómica y filosófica, libro que escribió a raíz de las controversias que se ocasionaron por su pliego suelto (el Manifiesto), no es un documento de divulgación, pero sin duda deja en evidencia todo lo que puede desprenderse de un atinado documento divulgativo.

Ya en el siglo XVIII Juan Ignacio María de Castorena Urzúa y Goyeneche (considerado el primer periodista de México), en 1722, incluyó en su Gaceta de México y noticias de Nueva España notas de divulgación científica. José Antonio de Alzate y Ramírez, quien es calificado como el primer periodista científico de México, publicó el 12 de marzo de 1768 el primer número del Diario Literario de México, del que se publicaron ocho números. En él, Alzate hace referencia a otras publicaciones de su época que en Europa ya consideraban noticias científicas, como el Diario de los sabios de España, las Memorias de la Academia de Ciencias de París, Berlín y Petersburgo, Transacciones filosóficas de Londres y Efemérides de los curiosos de Alemania. Dedica esta publicación al “Señor Público”, y explica que escribirá todo en español, para que cualquiera que supiera leer y escribir lo pudiera leer, ya que por entonces los textos que se consideraban de corte académico, científico o filosófico, se escribían usualmente en latín, la lengua culta. Invita a los eruditos y sabios a colaborar en esta magna obra y ofrece presentar al público la traducción de textos científicos escritos originalmente en otras lenguas, promesa que cumple cabalmente divulgando en español escritos de científicos de la época como Buffon y Fontanelle. Pese al cuidado que tuvo Alzate de no abordar temas económicos, políticos o religiosos que provocaran las sospechas de las autoridades el último número del Diario literario de México es del 10 de mayo de 1768, porque fue censurado. Pero su obra continuó por lustros. En próximas colaboraciones hablaremos de ello.

En el siglo XVIII, si bien es cierto que la mayor parte de la población en la Nueva España era analfabeta, se encontraban grupos significativamente educados. Y no sólo porque se instalaron instituciones que fomentaron la cultura, la intelectualidad criolla se afianzó y no sólo buscó información nueva, la creó. Retomaron a todos los clásicos griegos y se integraron sólidos grupos que utilizaban incluso el latín o el griego en la comunicación epistolar corriente. No pretendían que fuera una pose elitista, porque se ocuparon en hacer traducciones y adaptaciones que luego publicaban en los diarios. Consideraban que el dominar otras lenguas, y tener acceso a toda la información más completa posible de las fuentes originales, les otorgaba un pasaporte directo a las raíces mismas de la cultura humana, sin mediación de nadie, por supuesto, desvinculados de los españoles peninsulares. Ignacio Osorio, en su libro Conquistar el eco. La paradoja de la conciencia criolla aclara: “Cierto que el criollo aún no logra formular políticamente su diferencia; pero ésta está presente en múltiples manifestaciones culturales y religiosas. El orgullo de la riqueza americana y el culto a la guadalupana serán sus notas sobresalientes” (1989:33), y en efecto, la riqueza natural e intelectual americana se revelan en los primeros diarios ilustrados de América. Muy orgullosos estaban ¡y con razón!

miércoles, 18 de marzo de 2009

¡Feliz cumpleaños Bartolache!

El próximo 30 de marzo se cumplirán 270 años del nacimiento de José Ignacio Bartolache (originario de Guanajuato, México), autor de la primera publicación periódica dedicada a la medicina que circulara en América.

El primer número del Mercurio Volante con noticias importantes y curiosas sobre varios asuntos de física y medicina apareció el sábado 17 de octubre 1772. Esta serie periódica se propuso “comunicar al público en nuestro español vulgar algunas noticias curiosas e importantes y sean sobre varios asuntos de física y medicina, dos ciencias de cuya utilidad nadie dudó jamás”. Hasta el miércoles 10 de febrero de 1773 se publicaron 16 números, que podían obtenerse en el Cajoncillo de Libros frente al Portal de Mercaderes, en la Ciudad de México, a medio real cada pliego. Todavía hoy se puede caminar por la Plaza de Santo Domingo, en el centro de la Ciudad de la México, a unas cuantas cuadras de la estación del metro Zócalo. Con seguridad por esta plaza caminó el Doctor Bartolache hace más de dos siglos y medio para supervisar la edición de sus periódicos.

En los periódicos que conforman la serie de Mercurios publicados por Bartolache se abordaron tres temas relacionados con las ciencias físicas y doce con medicina.

Es difícil hasta hoy conocer con certeza el público que conoció esta publicación. Al decir del mismo autor algunos pliegos fueron a dar a manos de intelectuales que estaba mucho más lejos de la Ciudad de México, sin embargo aún no hemos encontrado constancia del impacto de esta publicación.

Lo que sí es claro es que por su precio el pliego no podía haber sido realmente apreciado por personas de un estrato social más bien bajo; ello considerando que supieran saber leer y escribir, lo cual tampoco era tan usual en estratos sociales bajos. Sin embargo, al menos en la Ciudad México, se tenía cierta tradición de personas, que si bien no tenían una estatus económico alto, habían sido educados. Tuvo gran tradición el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, fundado en 1536 por Fray Juan de Zumárraga, que se destacó por sus programas de estudio dirigidos también a los indios, por tener la primera biblioteca académica y por generar los primeros documentos y tratados serios y extensos sobre las Indias.

Bartolache desde el inicio de su proyecto deja en claro que habría de utilizar español vulgar, en un discurso sencillo y atendiendo a temas de interés general, pero sólo de física y medicina: “... he querido llamar Mercurio Volante a un pliego suelto que llevará noticias a todas partes, como un mensajero que anda a la ligera. Saldrá todos los miércoles, día en que parten de esta capital todos los correos del reino”. ¿Por qué no expuso una temática más amplia?: “Conozco mi limitación, que no me permite proponer un plan más vasto. Traten otros la historia, la geografía, las matemáticas, la poesía, etcétera, o si pueden la enciclopedia: tanto mejor para el público”.

El Mercurio Volante fue una iniciativa personal con recursos propios, y no pudo sostenerse más tiempo porque Bartolache ya no tuvo dinero para financiar tal empresa. Más de 230 años después las cosas no han cambiado mucho. Numerosos proyectos de divulgación científica, y culturales en general, se mantienen vivos gracias al recio empeño de quienes los hacen funcionar pese a todos los obstáculos y aún sin recibir el salario y reconocimiento que merecen por su labor.

En alguna ocasión les comentaba a algunos de mis amigos que no cabe duda que pareciera que los grandes proyectos de divulgación de la ciencia se mantienen gracias a los "mártires de la divulgación", no a políticas o iniciativas públicas consistentes que las integren a un proyecto educativo, formativo y en general de desarrollo que requiere el país.

De cualquier manera, ¡feliz cumpleaños José Ignacio Bartolache!

domingo, 8 de marzo de 2009

Los inicios de la ciencia en español

Las lenguas romances en general fueron consideradas durante siglos como lenguas vulgares, no eran valiosas, ni importantes; servían para las transacciones comerciales cotidianas, los diálogos familiares, la transmisión de la historia y de cúmulos de creencias ancestrales, ¡casi nada!

Las particularidades de las lenguas romances en España primero se distinguieron por su pronunciación al hablarlas, luego sus diferencias se hicieron evidentes al escribirlas. El latín se consolidó como la lengua culta, y quienes no la sabían se sentían inferiores; hubo incluso una clase media de la población con la suficiente preparación para leer el romance, pero no el latín. Después de la caída del Imperio Romano el uso del latín estaba muy lejos de la mayor parte de la población: pululaban las lenguas vulgares. Y aún entre las vulgares hubo las que fueron consideradas inferiores. Los enemigos de Castilla llegaron a afirmar que el castellano era aberrante, que el hablar de sus habitantes resonaba como trompeta con acompañamiento de tambor.

Toledo, en España, bajo el dominio musulmán, fue considerado un centro intelectual; una vez retomada la ciudad por los españoles en el año 1085, se le dio un giro sin precedentes a su acervo cultural. El arzobispo Raimundo fundó una escuela que tradujo del árabe y del hebreo al latín y al romance castellano un gran número de obras; la labor fue seguida por Rodrigo Ximenéz de Rada y coronada por un rey: Alfonso X, el sabio. En la que ahora se identifica como la "Escuela de Toledo" se tradujeron numerosas obras que representaban la cultura clásica griega y latina, así como las nuevas aportaciones árabes; a la fecha aún utilizamos numerosas palabras de origen árabe en las ciencias: algoritmo, álgebra, cifra, alcohol, jarabe, cenit, azufre, azogue. El periodo del Renacimiento, que fue fundamental en el desarrollo de las ciencias y en lo que hoy identificamos como cultura occidental, no hubiera sido tal sin el conocimiento que la Escuela de Toledo le dio al mundo a través de sus traducciones. Las obras de Plinio el viejo, Ovideo, Lucano, Aristóteles, Hipócrates, Galeno, Ptolomeo, Pitágoras, Euclides, Dioscórides y decenas más de sabios de la antigüedad alimentaron el resurgimiento de la cultura.

La visión de Alfonso X, el sabio, fue seguida por otros monarcas. La labor de traducción al latín fue muy apreciada, que hacia el interior de España incluyó un elemento que la enriqueció: casi todas las traducciones incluyeron al castellano, con lo que el acervo en ciencias en esta lengua presentó un enriquecimiento como ninguna otra lengua vulgar tuvo en ese momento. De la ciencia tomada de otras lenguas, tiempos y naciones se gestaron aportaciones propias que brillaron en el siglo XIII con obras científicas originales como el Lapidario, el primer tratado médico castellano; el Libro del saber de la astrología, y las Tablas alfonsíes, guía astronómica ampliamente conocida hasta el siglo XVI; se tradujo al latín y a otras lenguas y fueron las más utilizadas durante más de dos siglos, cayeron en desuso cuando el astrónomo danés Tycho Brahe demostró sus errores en el siglo XVI y se publicaron otras.

Dentro de las aportaciones científicas en castellano destacó Juan Valverde de Amusco con Historia de la composición del cuerpo humano, obra publicada en Italia en 1556, traducida a otras lenguas vulgares y al latín, obligado referente médico de la época. Popularidad muy semejante tuvo la obra Arte de navegar, de Pedro Medina, publicada en 1545, que tuvo una veintena de ediciones en francés, italiano, inglés y holandés. Sin embargo, en el siglo XVI las particulares aportaciones del castellano a las ciencias muestran ya un notable declive, las novedades americanas se convierten en el centro de atención.

Ya entrado el Renacimiento otras lenguas vulgares remontan en las ciencias, como la obra italiana de Galileo, Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, publicado en 1632; aunque el latín seguiría siendo considerada la lengua culta y científica por excelencia. Incluso Isaac Newton escribió su obra culmen en latín, en 1740.

Es ancestral la idea de que un conocimiento o arte específico se expresa mejor en cierta lengua, también se ha afirmado esto sobre la ciencia. En el siglo II el médico Galeno de Pérgamo aseguraba: “la lengua griega es la más dulce y humana… no he escrito mi libro para germanos, ni para cerdos salvajes u osos, sino para hombres con mentalidad griega” y hacia el siglo X el matemático árabe Al Biruni escribió: “si comparara el árabe con el persa… confieso que preferiría el vituperio en árabe a la alabanza en persa”. Ninguna palabra o signo es por sí mismo mejor o peor que otro para comunicar algo; el valor representativo de cualquier signo o palabra está en sus usuarios. Lo relevante entonces es el consenso: estar de acuerdo en qué significa tal o cual manifestación comunicativa.

Para la ciencia esto ha representado un reto porque se ha construido a partir de diferentes culturas y lenguajes puestos en un escenario marcado por siglos de historia, a partir de las más dispares intenciones y los más insólitos hechos. Cualquier lenguaje está atado a condiciones sociales, económicas y políticas y es complicado, por decir lo menos, que un lenguaje en particular pretenda aislarse para representar la realidad y ponerla de manifiesto objetivamente, a prueba de todo, que es lo que ha pretendido hacer la ciencia. La verdad es que es más humana de lo que muchas veces creemos, incluso nominaliza a sus héroes. Si en España se hubieran realizado trascendentales descubrimientos sobre la energía probablemente se conocerían en el mundo los perez (p) y los lopez (l) en lugar de los amperios (a) y voltios (v), y por qué no, quizá diríamos que la radiodifusora XWQN tiene 5,000 navarros de potencia.

domingo, 22 de febrero de 2009

¿Rumbo al español total?

En noviembre de 2008 se anunció que se concluyó el magno proyecto que constituirá la Nueva Gramática de la Lengua Española; tan ambicioso que pretende no sólo identificar y darle carta de legitimidad a la lengua española de España, sino ser lo suficientemente actual e incluyente como para representar a todos los países de habla hispana en el mundo, la tercera lengua más hablada, después del chino y el inglés.

Especial atención se puso en neologismos que con acusada intensidad han invadido la ciencia y la tecnología en las últimas décadas. Se aceptaron palabras como pen drive y USB, ambos son el dispositivo utilizado en la informática para almacenar datos. También se consolidan palabras que ya son parte de nuestra vida cotidiana: cibernauta, ciberespacio, cibercultura, telemarketing, lifting, mailing, shopping y zapping, entre otras, que se encuentran en una revisión final que las academias de los distintos países de habla española finalmente avalarán para determinar cómo se incluirán (o no) en esta nueva gramática. Podría creerse que entonces se trata de un nuevo diccionario, no una gramática, pero no es así. Se avala el uso de prefijos como ciber y tele en nuevos contextos, y nuevos sufijos como ing... incluso el sufijo para diminutivo está en entredicho: qué es lo correcto ¿golecito, golcito, golito; bebecito o bebito?

El sufijo iche, que ahora sentimos tan “español”, no provino de la Península Ibérica, es una aportación náhuatl, proviene del sufijo itzin. Así es que pediche y metiche son palabras que México dió al mundo de habla hispana… no son palabras "técnicas", es cierto, pero lo que sí es cierto es que el movimiento de una lengua viva es en todos los sentidos. El tan común cártel (o cartel) utilizado en México (y en otros países de habla hispana) no es mexicano (ni hispano), tampoco gringo. Es una palabra que inmigrantes alemanes llevaron a los Estados Unidos a fines del siglo XIX. Actualmente aparece en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como: "convenio entre varias empresas similares para evitar la mutua competencia y regular la producción, venta y precios en determinado campo industrial", aunque también se describe como: "organización ilícita vinculada al tráfico de drogas o de armas".

Finalmente hay que asumir que el español ya requería una profunda revisión, porque es una lengua viva, y como tal se alimenta de muchas fuentes y las incorpora a su cuerpo, para vivir… pero desecha lo que ya no le es útil, también para vivir ¡Está en permanente transformación!

lunes, 9 de febrero de 2009

Herederos del siglo XVIII (Parte I)

Actualmente nos parece sencillo identificar palabras que tomamos directamente del inglés, principalmente relacionadas al campo tecnológico: mouse, hardware, software. La transfiguración de las lenguas vivas es tan dúctil que cuando menos lo pensamos (¿o sin pensarlo?) nuevas palabras ya están instaladas en nuestro vocabulario, y acto seguido, en nuestra forma de pensar. A veces en menos de una generación olvidamos el origen de una palabra, ¡y la sentimos tan nuestra! Y está bien. Si la incorporamos a nuestras vidas es nuestra.

Los sustantivos en particular tienen una complejidad inaudita, se clasifican de distintas formas de acuerdo a tal o cual parámetro. Una de dichas clasificaciones las asume como: abstractos y concretos, una distinción lógico-filosófica, dentro de la cual los sustantivos abstractos, como proyecto, en contraposición con los concretos, como hardware son de más difícil asimilación y consenso por un grupo, dado que apela a conceptos que no se concentran en un objeto tal cual, sino en valores, creencias y ese tipo de "inmaterialidades".

Hay pocas palabras tan recientes y tan trascendentales como proyecto ¿Quién no la ha utilizado? Desde el más sencillo ciudadano de a pie hasta el más docto; se utiliza en escritos de los más populares hasta en el más complejo "Proyecto de Nación". Su definición prácticamente no se altera de un idioma a otro. Aunque complejo no contiene la arbitrariedad de moral o incluso de nación.

Antes del siglo XVIII esta palabra sólo tenía en español un referente como tecnicismo, pero es a partir de este siglo que se introduce como sustantivo, cuando su definición fue: “Es la planta y proposición que se forma para algún tratado o para la ejecución de alguna cosa, anotando y extendiendo todas las circunstancias principales que deben concurrir para el logro de ello”. Las empresas intelectuales acuñaron entonces proyectos. La Enciclopedia misma se presentó como un gran proyecto. Los proyectos nacieron con la Ilustración. Del campo académico pronto brincó al campo social, económico y político, ¡se fundió con toda nuestra vida!

Un artículo de Gerda Habler, "Proyectos y críticas": nacimiento y función de nuevos tipos de textos en el siglo XVIII” desentraña un término que nos parece que siempre ha estado ahí, pero que en realidad nació con las innovaciones del siglo XVIII, con una nueva forma de pensar al mundo… de pensarnos a nosotros mismos. Un término que llegó para quedarse. El buscador de Google en Internet arroja una fabulosa cantidad de 87,200,000 con la búsqueda de proyecto... más que ciencia con 71,200,000.

martes, 3 de febrero de 2009

Pensamiento occidental

El Diccionario de sinónimos de Samuel Pili Gaya, de 1958, precisa: “El hombre más rudo piensa; el hombre sensato considera; el sabio reflexiona; el devoto medita”. Quizá tenga razón. El pensamiento, bajo ese presupuesto, no sería tan consciente como una reflexión, y sin embargo, es tan vasto; o quizá por eso es tan vasto. La manera de pensar algo de tal o cual forma nos es heredada mientras nos desarrollamos durante la niñez, luego la consolidamos y finalmente vivimos siempre bajo su influencia. Memes como los que describió Richard Dawkins en su obra El Gen Egoísta: las bases biológicas de nuestra conducta. Yo no podría pensar como hombre (varón), ni volveré a pensar como niña. Considero que es realmente imposible ponernos en los zapatos de otro, aunque ese otro seamos nosotros mismos.

Creeríamos que en la actualidad la avalancha informativa de los medios de comunicación aceleran los procesos de la transformación y generación de nuevos pensamientos. Pensamos en el pasado como algo mucho más estático y estable ¿Más seguro, quizá? ¿Acaso más “noble”?

En 1552, cuando los indígenas Martín de la Cruz y Juan Badiano, escribieron el primer herbario mexicano conocido después de la conquista, el Libellus de medicinalibus indodum herbis, denominado como el Códice Cruz-Badiano, ya no eran entonces indígenas representativos de lo mexicano, por así decirlo. Es muy probable que hubieran vivido el México de antes de la conquista y finalmente estaban en el Colegio de la Santa Cruz en Santiago, Tlatelolco. Las imágenes que acompañan al códice, ilustrado por tlacuilos, si bien conservan elementos característicos indígenas, pretenden imitar a los clásicos herbarios de los siglos XIII ó XIV europeos, amén en abundar que utilizaron el latín, y la formulación en sí de las curaciones imita a las fórmulas occidentales, aunque en efecto los nombres de las plantas se encontraban en náhuatl. Difícil precisar si el libro conservó realmente lo que Martín de la Cruz, experto en herbolaria, tenía en mente a lo que finalmente quedó plasmado en el libro: “Ten presente, señor, que nosotros los indios, pobrecillos y miserables somos inferiores a todos los mortales y por esta nuestra pequeñez e insignificancia natural, merecemos indulgencia”. Más difícil aún saber a qué plantas se referían con algunos nombres que no se han podido identificar: tetlahuitl, yyahhitl, teoamatl; tal vez si rastreáramos la etimología náhuatl que el mismo Alzate, en el siglo XVIII, ponderó y defendió sobre del sistema linneano.

Lo cierto es que el Códice Cruz-Badiano circuló en Europa, sin que llegara a manos de Carlos V. Lo cierto es que lejos de que fuera muestra del altísimo rango de conocimientos reunido por las culturas precolombinas en México, a la postre los indígenas fueron vistos peor que inferiores en Europa: "El salvaje es débil y pequeño en cuanto a sus órganos de generación. No tiene ni vello ni barba y carece de ardor para la hembra. La naturaleza americana es hostil al desarrollo de los animales. Los únicos animales que se reproducen en gran cantidad y alcanzan tamaños no conocidos en el Viejo Mundo son los reptiles y los insectos, los llamados animales de sangre fría. Frío es el salvaje, fría es la serpiente, fríos son los animales de sangre fría" escribió en el siglo XVIII Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon, en Francia, y no sólo en un párrafo, dedicó muchos más a hablar de la salvaje América. Este autor fue referencia fundamental para todos los ilustrados y personas que leían en Europa e incluso en América.

En muchos sentidos nosotros mismos nos seguimos viendo con la misma etiqueta occidental manifiesta ya en aquel libro mexicano del siglo XVI; etiqueta que, como vemos, realmente no se gestó en Europa… la generamos nosotros mismos… pensamos como occidentales. ¿Podríamos hacer algo diferente? Pienso que no. Creo también que aún después de considerarlo, reflexionarlo y meditarlo no dejaría jamás mi occidental investidura.

miércoles, 21 de enero de 2009

La esperanza esperada

"En la buena elocuencia hay magia"
Mahoma

El 20 de enero de 2009 pasará a la historia de la humanidad como el día en que un negro ocupó la presidencia de una de las naciones más poderosas, tal vez la mayor en la actualidad, apenas a una generación de distancia en que en aquel mismo país los negros eran segregados, y protagonizaban una lucha histórica en pro de sus derechos humanos.

El discurso de Obama, de aproximadamente veinte minutos, fue enfático en conceptos más bien abstractos que apelan a la trascendencia. Semánticamente incorpora colectivos culturales que más que privativos de un país lo son en general de una visión occidental de la humanidad actual. La nación y sus intrínsecos componentes: hombres y mujeres, economía, estadística, instituciones e incluso la ciencia fue mencionada con nombres y apellidos, pero ninguna de ellas en realidad eran el eje mismo del discurso. La identidad de una nación específica, la norteamericana, su orgullo y reconocimiento, quizá sea lo que estaba realmente en el fondo: “Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa de la Tierra”, aseguró, y su retórica quizá pretendió reafirmar esa grandeza del que son conscientes. Recordó los ideales de sus “padres fundadores” y aseguró que “aún alumbran al mundo”… ¡al mundo!

Cierto, acepta la crisis por la atraviesa no sólo Estados Unidos, pero no la acota a aspectos económicos únicamente. Menciona la pérdida de la confianza en el Estado, lo cual es un aspecto relevante de la crisis a nivel mundial, y que algunos analistas ya han establecido con anterioridad, pero que pocos han subrayado con énfasis. Obama tampoco fue realmente enfático en este aspecto.

Por supuesto, eran de esperarse los “nosotros”, “estamos”, “tenemos”, “nos reunimos”, “enfrentamos”, “recordamos”, “hemos elegido”, todos los aspectos incluyentes que un discurso político de esta magnitud ameritaba. Obama se perfiló como la voz de todas las voces, y no sólo en Estados Unidos.

“Hemos elegido la esperanza frente al miedo”, aseguró el nuevo mandatario estadounidense. Curiosa frase. El Diccionario de la Real Academia Española asegura que el antónimo de miedo es la audacia y el valor. La esperanza se coloca como un estado de ánimo en el que se “nos presenta como posible lo que deseamos”. Para esperar algo no hay que hacer más que esperar. Y aunque en efecto Obama hace referencia en varias partes de su discurso a que tendrán que trabajar para “continuar el viaje” y superar la crisis, haber puntualizado al valor habría tenido un eje semántico muy distinto al que finalmente tuvo su discurso: “Con esperanza y virtud encaremos una vez más las corrientes congeladas y aguantemos lo que nos traiga la tormenta; que nuestros hijos y nuestros nietos digan que cuando nos sometieron a la prueba nos negamos a claudicar, no volvimos la espalda, no fracasamos, y que con los ojos en el horizonte y la gracia de Dios con nosotros, avanzamos con el don de la libertad y se los entregamos a salvo a generaciones futuras”. "Esperanza y virtud", "aguantar", "nos sometieron a la prueba" y como cierre “la gracia de Dios” y la libertad para las generaciones futuras.

Hábil discurso. Atinado, sin duda, dadas las circunstancias. Actuar con valor y audacia ante una situación, al menos de acuerdo a nuestra Real Academia, “mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros”, implica fuerza y acción. El valor apela a resoluciones tajantes, que van más allá de la "simple" esperanza. Y por supuesto es, por decir lo menos, inapropiado. Podría dejar un asomo de garantía de algo ante una situación como la actual. Sobre todo porque no está por completo en el poder de una sola persona generar cambios radicales… aunque sea el primer presidente negro de los Estados Unidos… aunque sea Barack Obama. Y Obama lo sabe. ¡Qué bien!

domingo, 11 de enero de 2009

El discurso del miedo

Cuando introduje en el buscador “discurso del miedo” me encontré con más de 10,600 entradas que lo contienen, y hay razón para ello. Muchas están relacionadas con el artículo de Noam Chomsky The culture of fear (“La cultura del miedo”), que publicó en 1996, y que a más de una década es vigente. David Ramírez hace un análisis del discurso de dicho artículo (http://www.scribd.com/doc/3120680/Analisis-del-discurso-La-cultura-del-miedo-DavidRamirez), y si bien sus conclusiones están acotadas a un aspecto más bien lingüístico el alcance podría ser mucho mayor.

Chomsky cita, casi al término de su disertación, al médico israelí Ruchama Marton, quien ha realizado estudios sobre la tortura; asegura que el “miedo es contagioso”, que se extiende a todos los miembros del grupo oprimido, y ese miedo paraliza e impone silencio.

Hace apenas un par de días asaltaron el pesero en el que me transportaba. Eran aproximadamente las 8 de la noche, había muchísimo pasaje así es que la demanda era mucha y la fila muy larga. Los asaltantes subieron como cualquier otro usuario, como sucede en casi todos los asaltos en el servicio público, hasta ahí no hay ninguna novedad, aunque ciertamente en esa ruta no se habían presentado muchos asaltos, y menos en ese tipo de vehículo, que lleva a lo sumo 21 pasajeros, casi todos somos asalariados con salarios de bajo a medio, por lo que el botín no puede ser muy alto. El asalto lo llevaron a cabo rápidamente en el tramo de la autopista a Pachuca y los asaltantes pidieron al conductor que los bajara antes de llegar a la caseta de cobro. Desde hace lustros hemos vivido cómo en la Ciudad de México y en su zona conurbada se ha incrementado la delincuencia y con ello la inseguridad se hace patente en las acciones cotidianas con las que respondemos, así es que el caso en particular de hace apenas un par de días no parecería ser trascendental en ese contexto, porque no es el primer asalto del que he sido objeto; muchos de nosotros lo sentimos incluso como parte de lo cotidiano. Lo que sí reconocí en esta ocasión es que la violencia fue muchísimo mayor a la que había vivido en otras ocasiones; esto es, la forma en la que se expresaron y se condujeron los asaltantes fue con mucho más violenta que en cualquiera de las otras ocasiones.

En semanas pasadas estuve en Parral, Chihuahua, una población pequeña que había sido muy tranquila hasta hace algunos años. Si bien ya tenía la experiencia de que se tenían serios conflictos con el narcotráfico, aún impresiona que unas como tanquetas especiales patrullen la ciudad con soldados armados que usan pasamontañas para no poder ser identificados. Será patético cuando empecemos a verlos como parte del paisaje. Es comprensible, Chihuahua encabezó la lista de ejecutados con más de dos mil de los cinco mil y fracción que hubo en todo el país.

Un estudio, auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas, llevado a cabo en Chile hace algunos años (www.desarrollohumano.cl/textos/sin1998/PDF%201998/M%20Cap5.pdf), pone de relieve algunos aspectos con los que de inmediato podríamos identificarnos, y no sólo es el incremento en la delincuencia también en aquel país, y de la cantidad de víctimas que ha generado. En general lo más dramático es que la imagen del otro, cualquier otro, el que está a nuestro lado en el metro o el camión, incluso nuestro compañero de trabajo, en muchos sentidos es la de un agresor potencial. Tenemos miedo que el jefe o el maestro tome reprimendas contra nosotros si actuamos o nos manifestamos abiertamente; tenemos miedo de que se enteren de lo que realmente pensamos; tenemos miedo de que otros se enteren de cualquier información que puedan utilizar para dañarnos; tenemos en general miedo incluso de las instituciones que formalmente deberían consolidar un estado de seguridad en la población, esto es, la policía y el ejército. Nuestro sistema completo de procuración de justicia se encuentra en entredicho. A la pregunta expresa “Si usted o alguien de su hogar fuera víctima de un hecho delictual grave ¿cuánto confianza tiene usted de que el o los culpables serían condenados en un tiempo razonable?”, la respuesta fue: absoluta/bastante confianza: 9%; poca/ninguna confianza: 89.1%; no sabe o no contestó: 1.8%. Considero que la estadística sería muy semejante ahora mismo en México. Otro aspecto dramático es que casi la mitad de la población confía poco, y hace mucho menos, en la organización con otros vecinos o personas ajenas a su familia para contribuir con acciones en contra de la delincuencia. La delincuencia ha demostrado ser mucho más organizada.

El discurso maniqueo, (¿o esquizofrénico?) por parte de muchos políticos, organismos estatales, medios de comunicación y de muchas otras instituciones han contribuido a reforzar el actual ambiente de desconfianza, inseguridad y miedo; porque saben, y en ocasiones ellos mismos han generado (como luego en algunas ocasiones se demuestra), qué y quiénes son los causantes de la injusticia social ya introducida hasta el tuétano del sistema, y no sólo no los reprimen o condenan, pareciera que los consolidan. Son vox populi frases como: “El que no tranza no avanza”, “El que paga manda y el que no se aguanta”, “El que tiene poco a poco aspira”, “El que poco pide, poco merece” y frases por el estilo que contribuyen a justificar hechos y acciones que a la postre generan el desequilibrio social que lleva luego a la inseguridad y luego al miedo. Ninguna familia pobre de la sierra tarahumara, que solicite atención médica para uno de sus miembros, sólo merece eso, porque es lo único que pide, merece mucho más. Tampoco porque no lo pague (porque no tiene cómo hacerlo) tiene que aguantarse con el deficiente servicio que le ofrezcan (si es que llegan a dárselo)… y no tendría por qué “pagar mordida” para obtener un mejor servicio y “avanzar”.

Lo que hay detrás del discurso del miedo, y la cultura del miedo, que parece haber envenenado ya a todo el mundo, es el discurso de la corrupción y la cultura de la corrupción. A falta de un buen “padrino” o “madrina” que nos “eche la mano” para que tengamos un buen trabajo, es más fácil comprar una plaza que concursar por ella, porque muchos concursos ya están corruptamente amañados; porque es más fácil obtener así un trabajo, si no bueno, al menos estable y seguro. Y ese discurso, el de la corrupción, sigue siendo el común denominador en todas partes, dramáticamente, también en casa, donde educamos a las futuras generaciones.

Algunas frases de Einstein podrían ser aplicables a este contexto: “Si tuviera una hora para salvar al mundo, dedicaría 55 minutos a definir bien el problema y cinco minutos a buscar soluciones”, y otra aún mejor: “No podemos resolver problemas usando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando los creamos”.

Nuestra sociedad tiene problemas serios. Yo y usted los tenemos cada minuto en un mundo que tiende a ser cada vez más violento e inseguro. Ojalá tengamos la entereza de definirlos adecuadamente y luego buscar las soluciones pertinentes, en conjunto, porque aisladamente se generan paliativos, no soluciones definitivas… que no nos paralice el miedo.