martes, 14 de diciembre de 2010

Medir la divulgación científica

Ana María Sánchez Mora, Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia 2004, es la autora de la definición de divulgación científica más utilizada a la fecha en México, incluso en algunos países de América Latina: la divulgación de la ciencia es una labor multidisciplinaria cuyo objetivo es comunicar el conocimiento científico a diversos públicos voluntarios, recreándose el conocimiento con fidelidad y contextualizándolo para hacerlo accesible.

Con esta definición es relevante puntualizar lo que implica la divulgación de la ciencia:
  • es una labor multidisciplinaria;
  • comunica el conocimiento científico a públicos voluntarios;
  • recrea y contextualiza el conocimiento científico, con fidelidad.
Puntualizar esto al inicio es de gran importancia porque cualquier marco teórico a partir del cual se pretenda generar un sistema de indicadores, tanto para la evaluación como para la rendición de cuentas, debe tener como referente indispensable su qué, por qué, para qué, con qué, y cómo se hace la actividad a evaluar.

Así dispuesto el antecedente, la práctica de la divulgación de la ciencia, no sólo en México, sino en otros muchos países, nos ha llevado a equiparar sus metas y/o objetivos con algunos que persigue la educación; y si se toman en cuenta ambas definiciones sí se identifican muchos rasgos equiparables, pero de ninguna manera ambas actividades son idénticas.


¿Qué indica un indicador?

En términos generales, la definición aceptada por la mayoría de los especialistas en el tema apunta que un indicador es un conjunto de datos cualitativos o cuantitativos que se consideran como signo o indicio de la presencia de una condición (objeto o evento) con características o propiedades definidas; de manera más pragmática: los indicadores pueden definirse como las unidades de medida que permiten el seguimiento y evaluación periódica de las variables clave de un programa, mediante su comparación con sus correspondientes referentes internos y externos.

Es muy importante destacar que la identificación y selección de indicadores no constituye el aspecto toral de un proceso de seguimiento y evaluación de un programa, porque los indicadores:

  • No pueden determinar objetivos y prioridades. Son un elemento más, pero no el único.
  • Son de carácter fundamentalmente cuantitativo, lo cualitativo generalmente lo proporcionan otros elementos del seguimiento y la evaluación.
  • Su uso presupone que las metas institucionales están disponibles e identificadas en los planes y programas y que no hay contradicción entre ellos.
  • En su selección, para determinar los que se consideren más adecuados, intervienen diferentes actores, quienes no necesariamente comparten las mismas necesidades de información.

No está de más acotar lo que caracteriza a los indicadores:

Factibilidad: En la obtención del mismo, considerando también la periodicidad con que es necesario realizar el proceso de su recolección o producción.

Accesibilidad: Su obtención no debe significar un gran esfuerzo, es decir debe tener un costo aceptable, debe ser fácil de calcular y también fácil de interpretar.

Certeza: Que se puedan comprobar mediante información confiable.

Precisión: El margen de error debe ser aceptable.

Oportunidad: Que puedan obtenerse en el momento en que se requieran.

Relevancia: Deben contar con información imprescindible para la gestión y la toma de decisiones.

Pertinencia: Tienen que tener correspondencia con los propósitos de la institución y sector.

Objetividad: Los resultados deben ser los mismos si las mediciones son hechas por diferentes personas o en diferentes períodos de tiempo.

Validez: Definida como la correspondencia entre el indicador seleccionado y el fenómeno que se quiere analizar.

Confiabilidad: Conferida a partir del proceso de captación de los datos que generan el indicador. Dicha fiabilidad estará confirmada en la medida en la que la repetida utilización del procedimiento, aún por investigadores diferentes, produzca los mismos resultados ante iguales circunstancias.

Sencillez: A fin de facilitar su uso aún en el caso de no ser expertos en el área específica.

Significancia: Deben captar la realidad de la forma más comprensiva posible o en su defecto los síntomas, o indicios que emanan de esa realidad.

Por las dimensiones de lo que se va a evaluar los indicadores pueden medir:

Eficiencia: Evalúan la relación entre los recursos y su grado de aprovechamiento por parte de los procesos o actividades del sistema.

Eficacia: Permiten valorar la relación entre la salida del sistema y el resultado esperado.

Efectividad: Señalan el grado de adecuación y mejora logrado en relación con las necesidades planteadas.

Por la complejidad del indicador estos pueden ser:

Simples: Conformados por una variable. Reflejan la magnitud de un fenómeno, por ejemplo el número de alumnos aprobados. En muchos casos es insuficiente un solo dato para informar sobre el funcionamiento del sistema.

Compuestos: Interviene más de una variable, son elaborados a partir de la interacción de dos o más fenómenos.

Complejos o índices: A partir de la información que aportan varios indicadores es posible construir índices.

Los indicadores en divulgación científica

Para la ciencia y la tecnología desde 1950 se inicio un fuerte movimiento a nivel mundial para medir su crecimiento y sobre todo, el seguimiento de las actividades vinculadas a ellas.

En América Latina el principal programa al respecto es la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología -Iberoamericana e Interamericana- (RICYT), de la que participan todos los países de América, junto con España y Portugal. Fue constituida por el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED) a partir de una propuesta surgida del Primer Taller Iberoamericano sobre Indicadores de Ciencia y Tecnología realizado en Argentina a fines de 1994. Su puesta en marcha se hizo efectiva a fines de abril de 1995. Tiene como objetivo promover el desarrollo de instrumentos para la medición y el análisis de la ciencia y la tecnología en Iberoamérica, en un marco de cooperación internacional, con el fin de profundizar en su conocimiento y su utilización como instrumento político para la toma de decisiones. (http://www.ricyt.org/). De este programa se pueden destacar los esfuerzos por acotar algunos indicadores que aportan valiosas orientaciones en cuanto a las actividades científicas y tecnológicas.


En ese mismo sentido, el Manual de Oslo y el Manual de Frascati, propuestos por la OCDE, si bien a resultado ser valiosos instrumentos, no abordan con detalle lo relacionado con las actividades de divulgación científica.

Programas como Project 2061, de la American Association for the Advancement of Science, conocida mejor como la triple A (AAA) - http://www.project2061.org/- , y el proyecto PISA, de la OCDE - http://www.pisa.oecd.org/ – , así como estudios realizados por la Association of Science-Technology Centres, ASCT - http://www.astc.org/-, han aportado contenidos desde la teoría de la estadística y la planeación relacionados con tres líneas fundamentales:

· La educación informal en ciencia
· La educación continua (o educación para la vida) en ciencia
· Los museos de ciencia

De estos estudios podemos rescatar algunas orientaciones, que si bien, no revelan un compendio exhaustivo con indicadores para la divulgación de la ciencia en México, tienen las siguientes virtudes:

- consideran uno o varios de los aspectos señalados en la definición de divulgación científica (proporcionada al inicio de esta disertación); esto es, hacen referencia a la comunicación, a la recreación, a la contextualización y/o recreación del conocimiento científico o bien a los públicos voluntarios;

- tienen en cuenta insumos de fácil seguimiento, como pueden ser, los metros cuadrados de construcción de un museo de ciencia, el número de reincidencias de los visitantes en un museo de ciencia, o la incidencia de un término científico o un contenido en un discurso popularizado a través de los medios de comunicación;

- generan información a partir de la cual se pueden adaptar nuevas metodologías y sistemas de seguimiento y evaluación para contextos y realidades particulares en los programas y museos de ciencia en México.

Lamentablemente aún son escasas las referencias especializadas en nuestro país a una de las funciones sustantivas de la universidad, con matiz científico, como lo es la divulgación de la ciencia, intrínsecamente vinculada a la extensión de la cultura. Los programas o museos de ciencia dependientes de universidades en México son representados en indicadores que no revelan el auténtico impacto que tienen y sobre todo la importancia de estos proyectos a nivel nacional y a largo plazo.

Las mayoría de las referencias sobre las actividades de divulgación científica en México consideran indicadores simples como el número de conferencias, número de asistentes a eventos, número de ferias de ciencias; sin embargo, es necesario generar indicadores compuestos, y en un futuro índices, con los que se clarifique la interrelación, y por ende la importancia de la continuación y fortalecimiento de un programa de divulgación científica vs el incremento de las vocaciones científicas, o bien, la actualización de contenidos en un museo de ciencia vs la preferencia de la población por actividades culturales de libre elección de carácter científico.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Un divulgador poblano en el siglo XIX




Grandiosa como habeis visto es la vida que se oculta en el seno del Oceáno: sublimes son sus manifestaciones, admirables las obras que elaboran los séres tan diversamente organizados, que bajo sus ondas viven. Muchos misterios que aún no han sido revelados á la inteligencia humana, guarda con celo ardiente en sus insondables dominios, y que acaso serán más asombrosos que los que ya han sido comprendidos.”
(La Ciencia Recreativa, Zoología I, ca. 1875).

Tengo la gran fortuna de poseer uno de los pequeños libritos (15 x 10 centímetros), empastado en rojo, de uno de los tomos de la colección de doce que constituyó “La Ciencia Recreativa”, publicación dedicada a los niños y las clases trabajadoras, dirigida por el Ing. José Joaquín Arriaga (1831-1896). Lo encontré en una tienda que tenía antigüedades, no se dedicaba realmente a los libros, por lo que hallarlo ahí fue muy buena suerte, y el precio fue un regalo, de otra manera jamás podría haberlo comprado.

El retrato del Ing. José Joaquín Arriaga me recuerda mucho al aspecto que tuvo en su vejez Francisco Gabilondo Soler, e incluso a Isaac Asimov. El destacado bibliófilo, cronista, historiador, escritor y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Luis González Obregón (1865-1938), afirmó que “El Sr. D. José Joaquín Arriaga ha sido entre nosotros, lo que Julio Verne y Camilo Flammarión entre los franceses” (“Breve noticia de los novelistas mexicanos en el siglo XIX”, 1889). Y aunque hoy parece exagerada dicha afirmación, más bien ha sido poco, e incluso nulo en algunos casos, el interés mexicano por conocer y reconocer nuestra historia cultural. Si dicha historia concierne al particular apartado de la divulgación científica ¡aún tenemos mucho qué hacer!

José Joaquín Arriaga nació en Puebla de los Ángeles el 11 de junio de 1831. Se tituló de topógrafo y agrimensor en el Colegio de Minería de la Ciudad de México en 1859. En 1868 fue uno de los jóvenes que participaron en la fundación de la Sociedad Mexicana de Historia Natural. Escribió para la revista “La Naturaleza”, pero el verdadero impacto de su labor en la divulgación de la ciencia fue a través de la colección “La Ciencia Recreativa”. La obra apareció primero en más de noventa cuadernos, de entre 30 y 40 páginas, que abarcaban diferentes temas científicos. El primero se editó en 1871. Del total de la obra se compilaron después doce tomos que contemplaban distintas áreas del conocimiento científico: cosmografía, mineralogía, meteorología, física, física experimental, física del Globo, botánica, zoología (2 tomos), geografía descriptiva, agricultura industrial (2 tomos) e industrial práctico (2 tomos). Las publicaciones incluyeron litografías de Hesiquio Iriarte (1820-1897), de la Viuda Murguía e Hijos e incluso algunos dibujos de José María Velasco (1840-1912).

En el anuncio de la colección José Joaquín Arriaga escribió: "La obra anunciada tiene por fin generalizar los conocimientos científicos, embelleciéndolos con el artificio de la novela y por consiguiente, la nueva publicación arrojará las primeras semillas de este interesante estudio, que será muy fecundo en resultados para la generación que nos remplaza".

Sin duda Arriaga fue un destacado divulgador de la ciencia, poco conocido incluso en Puebla. Murió en la Ciudad de México el 10 de septiembre de 1896.

El año entrante bien se podría celebrar el 180 Aniversario del Natalicio de José Joaquín Arriaga, ¡ojalá!