jueves, 30 de abril de 2009

Influenza porcina… fase 5

Ayer encontré en varios programas de televisión, en canales abiertos, argumentos en pro y en contra de algunas acciones que se han tomado ante la emergencia sanitaria que se vive en México. Alejandro Pisanty en su blog hace una excelente recopilación de datos que se pusieron de manifiesto en la conferencia de prensa oficial llevada a cabo a las ocho de la noche, y lo justifica “sobre todo ante las patéticas insuficiencias de las páginas Web y otros servicios de Internet oficiales”. Y es cierto.

El presidente Felipe Calderón también se dirigió a la nación en un comunicado oficial a las 11 de la noche. Sin embargo continúa flotando en el ambiente, y dos mensajes más que leí hoy temprano en mi correo electrónico me lo confirman, la desconfianza, que es comprensible en un país como el nuestro. La Cuarta Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (2008) muestra que las instituciones que gozan de mayor confianza son la Iglesia y el Ejercito y las peores fueron los sindicatos, la policía y los partidos políticos. En la última evaluación publicada por Transparencia Internacional sobre el Índice de la Percepción de la Corrupción México sigue quedando reprobado con 3.6 puntos, en una escala del uno al diez (cero = percepción de muy corrupto).

Sin embargo pasar de la fase 4 a la 5 de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) implica acciones más consistentes y bien orientadas para enfrentar esta emergencia sanitaria, y lamentablemente nos estorban (¡y mucho!) la corrupción y la gran desconfianza que tenemos en instituciones importantes para el funcionamiento del país... pero las vivimos a diario y tendremos que ser hábiles en el manejo de estos aspectos ante un escenario de contingencia nacional.

La descripción de las fases de alerta de pandemia se encuentra bien especificadas en el sitio oficial de la OMS, donde se establece que la fase 5: “se caracteriza por la propagación del virus de persona a persona al menos en dos países de una región de la OMS. Aunque la mayoría de los países no estarán afectados en esta fase, la declaración de la fase 5 es un indicio claro de la inminencia de una pandemia y de que queda poco tiempo para organizar, comunicar y poner en práctica las medidas de mitigación planificadas”. Lo que hay que recalcar es que hay que organizar, comunicar y poner en práctica medidas de mitigación.

En el mismo sitio oficial internacional de la OMS se encuentra el comunicado oficial completo de la declaratoria de la fase 5, del que yo destacaría los siguientes puntos:

- Permítanme recordarles que, por definición, las enfermedades nuevas se conocen mal. Es notorio que los virus de la gripe mutan rápidamente y se comportan de forma impredecible.

- La OMS y las autoridades sanitarias de los países afectados no tendrán todas las respuestas inmediatamente, pero las obtendremos.

- La OMS seguirá de cerca la pandemia a escala epidemiológica, clínica y virológica.

- Los resultados de esas evaluaciones continuas se publicarán en forma de asesoramiento en materia de salud pública, y se pondrán a disposición general.

- En estos momentos, las medidas eficaces y esenciales son la elevación de la vigilancia, la detección y el tratamiento precoces, y el control de la infección en todos los centros de salud.

- El paso a una fase superior de la alerta es una señal a los gobiernos, los ministerios de salud y a otros ministerios, al sector farmacéutico y al mundo empresarial de que ahora se deberían adoptar determinadas medidas de forma cada vez más urgente, y a un ritmo acelerado.

En el sitio oficial de la OMS también se aclara: “Las pandemias anteriores se han caracterizado por oleadas de actividad repartidas durante varios meses. Cuando el número de casos disminuye, se requiere una gran habilidad comunicadora para compaginar esa información con la advertencia de que puede producirse otro ataque. Las olas pandémicas pueden sucederse a intervalos de meses, y cualquier señal de "relajación" puede resultar prematura” (las negritas son mías).

Si nuestras fuentes nacionales no han podido responder oportunamente a los requerimientos informativos de la población, podemos visitar varios sitios oficiales internacionales, muchos de ellos con información en español, en los que se exponen desde las cuestiones logísticas (como en la OMS), hasta blogs, como el de Martín Bonfil, en el que se explica cómo funciona un virus como el que ahora hay en México. También puede buscar en inglés, en la búsqueda avanzada, con "swine flu", puede cruzar la búsqueda con "Mexico", sin acento. Google y muchos otros buscadores ofrecen la opción de traducir la página al momento de desplegar los resultados de la búsqueda.

A las 12:35 horas encontré el siguiente sitio: Swine Flu 2009. This map is a work in progress. Dentro de este mapa se puede hacer el seguimiento de la influenza porcina en el mundo.

La gran habilidad comunicadora puede estar también en nuestras manos, en la de todos nosotros, y este puede ser un excelente medio.

miércoles, 29 de abril de 2009

Del virus de la influenza porcina y del discurso para creer en lo que no se ve

El pasado viernes 24 de abril la Ciudad de México sufrió una alteración drástica en su rutina. Se decretaron contundentes acciones gubernamentales para controlar el brote epidémico por influenza porcina. El mapa de la actual extensión de los contagios abarca muchos otros países del mundo como Nueva Zelanda, España, Israel, Inglaterra… aunque de acuerdo a los comunicados sólo en México hay muertos.

A sólo cinco días de iniciadas estas acciones se han alzado algunas voces poniendo en duda algunos decretos (como el cierre de los restaurantes en la Ciudad de México), cuestionando el riesgo ("¿quién a visto a alguno de los fallecidos por influenza porcina?" preguntaban incisivamente ayer en un programa televisivo), o incluso acusando al gobierno por encabezar una escalada de caos.

Con acontecimientos dramáticos como un sismo, una inundación o un fenómeno natural “evidente” es de alguna manera más sencillo involucrar a cientos, a miles o a millones a escuchar y atender los discursos de quienes toman las decisiones una vez involucrados en la crisis, y actuar en consecuencia para salir de ella. Cuando se trata de un “fenómeno no evidente” la situación cambia por completo.

Una catástrofe natural evidente no requiere demasiado discurso para ser aprehendido por los demás. Bástenos recordar las imágenes del tsunami del 26 de diciembre de 2004 o del sismo en la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985. Un virus mortal invisible, no obstante tenga el potencial para matar, requiere del discurso para otorgarle no sólo nombre, también cuerpo. Para que ese discurso vaya más allá del darle corporeidad a algo invisible y mover a actuar a decenas de miles de personas se requiere de un elemento más que pocas veces vinculamos con la ciencia, aún más, con frecuencia la consideramos desvinculada naturalmente de la ciencia: la creencia… la fe. Pero eso, la fe, la necesidad de confiar, está dramáticamente ligada a la naturaleza humana.

Greimas & Courtès en su libro Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje, caracterizan la creencia como una modalidad de adhesión subjetiva a la validez de una afirmación o de un conjunto de afirmaciones. Las estrategias retóricas para construir una creencia pueden ser diversas. Cognitivamente hablando para construir algo que no existe tenemos que echar mano de pruebas, y dichas pruebas han de ser evidentes para quienes pretendemos convencer.

Para el caso que nos ocupa, los marcos explicativos que nos demuestran que existe un virus mortal van más allá de lo meramente científico, pese a la fe que el público pueda tener en la ciencia. Y es que un brote epidémico (¡encima de un virus desconocido!) involucra a muchos más actores que la vertiente únicamente científica. Bástenos revisar una lista de acciones que ya se tenían previstas por el sector salud en México para realizar antes, durante y después de una pandemia. Las acciones van desde lo más trivial, como puede ser una red para la comunicación interna entre pequeños grupos humanos hasta lo más complejo, como prever acciones económicas y gubernamentales para suspender actividades y asignar recursos extraordinarios a acciones extraordinarias. Para el control de un brote epidémico se involucran demasiados actores, además de los científicos, como para ahondarse en las minucias de la certificación de la veracidad de la vorágine de información que nos inunda en una sociedad como la actual.

Me comentaba una vecina hace un par de días: “De verdad ha de estar feo todo esto, hasta el arzobispo canceló las misas y sacaron al Cristo de la Catedral…”, en efecto, el Cristo de la Salud que se resguarda en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México salió de su recinto en solemne procesión para pedir por la pronta recesión del actual brote epidémico. La anterior ocasión fue en 1850, cuando el cólera asoló a México. No hay que desgastarnos en opinar en contra de demostraciones de este tipo, si signos como este y como muchos otros “acientíficos”, pero inocuos, nos llevan a actuar en conjunto para, en primera, creer que existe un gran riesgo y segundo, establecer nuestro personal nivel de acción y compromiso para sumarnos a los procedimientos en contra de la extensión de la epidemia. Las compras de pánico no son un signo inocuo, y no hay comunicados oficiales al respecto (como sí sucede cuando se espera la llegada de un huracán) por lo que esta situación sí debería evitarse.

Finalmente la creencia, reitero, es una adhesión subjetiva a la validez de una afirmación, y aquí las palabras clave son subjetiva y afirmación; y desde ahí, desde la forma en que se apela, con afirmaciones coherentes y fundamentadas, a la subjetividad de cada quien, se han de promover acciones conjuntas que son con las que finalmente se logrará un efectivo control de una crisis masiva. Si el discurso es coherente y congruente con lo que parece estar sucediendo atendamos las disposiciones que se sugieren y mantengámonos alertas a los nuevos comunicados. Al fin y al cabo parece ser una creencia bien fundada… y nuestra vida puede estar en entredicho.