martes, 14 de diciembre de 2010

Medir la divulgación científica

Ana María Sánchez Mora, Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia 2004, es la autora de la definición de divulgación científica más utilizada a la fecha en México, incluso en algunos países de América Latina: la divulgación de la ciencia es una labor multidisciplinaria cuyo objetivo es comunicar el conocimiento científico a diversos públicos voluntarios, recreándose el conocimiento con fidelidad y contextualizándolo para hacerlo accesible.

Con esta definición es relevante puntualizar lo que implica la divulgación de la ciencia:
  • es una labor multidisciplinaria;
  • comunica el conocimiento científico a públicos voluntarios;
  • recrea y contextualiza el conocimiento científico, con fidelidad.
Puntualizar esto al inicio es de gran importancia porque cualquier marco teórico a partir del cual se pretenda generar un sistema de indicadores, tanto para la evaluación como para la rendición de cuentas, debe tener como referente indispensable su qué, por qué, para qué, con qué, y cómo se hace la actividad a evaluar.

Así dispuesto el antecedente, la práctica de la divulgación de la ciencia, no sólo en México, sino en otros muchos países, nos ha llevado a equiparar sus metas y/o objetivos con algunos que persigue la educación; y si se toman en cuenta ambas definiciones sí se identifican muchos rasgos equiparables, pero de ninguna manera ambas actividades son idénticas.


¿Qué indica un indicador?

En términos generales, la definición aceptada por la mayoría de los especialistas en el tema apunta que un indicador es un conjunto de datos cualitativos o cuantitativos que se consideran como signo o indicio de la presencia de una condición (objeto o evento) con características o propiedades definidas; de manera más pragmática: los indicadores pueden definirse como las unidades de medida que permiten el seguimiento y evaluación periódica de las variables clave de un programa, mediante su comparación con sus correspondientes referentes internos y externos.

Es muy importante destacar que la identificación y selección de indicadores no constituye el aspecto toral de un proceso de seguimiento y evaluación de un programa, porque los indicadores:

  • No pueden determinar objetivos y prioridades. Son un elemento más, pero no el único.
  • Son de carácter fundamentalmente cuantitativo, lo cualitativo generalmente lo proporcionan otros elementos del seguimiento y la evaluación.
  • Su uso presupone que las metas institucionales están disponibles e identificadas en los planes y programas y que no hay contradicción entre ellos.
  • En su selección, para determinar los que se consideren más adecuados, intervienen diferentes actores, quienes no necesariamente comparten las mismas necesidades de información.

No está de más acotar lo que caracteriza a los indicadores:

Factibilidad: En la obtención del mismo, considerando también la periodicidad con que es necesario realizar el proceso de su recolección o producción.

Accesibilidad: Su obtención no debe significar un gran esfuerzo, es decir debe tener un costo aceptable, debe ser fácil de calcular y también fácil de interpretar.

Certeza: Que se puedan comprobar mediante información confiable.

Precisión: El margen de error debe ser aceptable.

Oportunidad: Que puedan obtenerse en el momento en que se requieran.

Relevancia: Deben contar con información imprescindible para la gestión y la toma de decisiones.

Pertinencia: Tienen que tener correspondencia con los propósitos de la institución y sector.

Objetividad: Los resultados deben ser los mismos si las mediciones son hechas por diferentes personas o en diferentes períodos de tiempo.

Validez: Definida como la correspondencia entre el indicador seleccionado y el fenómeno que se quiere analizar.

Confiabilidad: Conferida a partir del proceso de captación de los datos que generan el indicador. Dicha fiabilidad estará confirmada en la medida en la que la repetida utilización del procedimiento, aún por investigadores diferentes, produzca los mismos resultados ante iguales circunstancias.

Sencillez: A fin de facilitar su uso aún en el caso de no ser expertos en el área específica.

Significancia: Deben captar la realidad de la forma más comprensiva posible o en su defecto los síntomas, o indicios que emanan de esa realidad.

Por las dimensiones de lo que se va a evaluar los indicadores pueden medir:

Eficiencia: Evalúan la relación entre los recursos y su grado de aprovechamiento por parte de los procesos o actividades del sistema.

Eficacia: Permiten valorar la relación entre la salida del sistema y el resultado esperado.

Efectividad: Señalan el grado de adecuación y mejora logrado en relación con las necesidades planteadas.

Por la complejidad del indicador estos pueden ser:

Simples: Conformados por una variable. Reflejan la magnitud de un fenómeno, por ejemplo el número de alumnos aprobados. En muchos casos es insuficiente un solo dato para informar sobre el funcionamiento del sistema.

Compuestos: Interviene más de una variable, son elaborados a partir de la interacción de dos o más fenómenos.

Complejos o índices: A partir de la información que aportan varios indicadores es posible construir índices.

Los indicadores en divulgación científica

Para la ciencia y la tecnología desde 1950 se inicio un fuerte movimiento a nivel mundial para medir su crecimiento y sobre todo, el seguimiento de las actividades vinculadas a ellas.

En América Latina el principal programa al respecto es la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología -Iberoamericana e Interamericana- (RICYT), de la que participan todos los países de América, junto con España y Portugal. Fue constituida por el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED) a partir de una propuesta surgida del Primer Taller Iberoamericano sobre Indicadores de Ciencia y Tecnología realizado en Argentina a fines de 1994. Su puesta en marcha se hizo efectiva a fines de abril de 1995. Tiene como objetivo promover el desarrollo de instrumentos para la medición y el análisis de la ciencia y la tecnología en Iberoamérica, en un marco de cooperación internacional, con el fin de profundizar en su conocimiento y su utilización como instrumento político para la toma de decisiones. (http://www.ricyt.org/). De este programa se pueden destacar los esfuerzos por acotar algunos indicadores que aportan valiosas orientaciones en cuanto a las actividades científicas y tecnológicas.


En ese mismo sentido, el Manual de Oslo y el Manual de Frascati, propuestos por la OCDE, si bien a resultado ser valiosos instrumentos, no abordan con detalle lo relacionado con las actividades de divulgación científica.

Programas como Project 2061, de la American Association for the Advancement of Science, conocida mejor como la triple A (AAA) - http://www.project2061.org/- , y el proyecto PISA, de la OCDE - http://www.pisa.oecd.org/ – , así como estudios realizados por la Association of Science-Technology Centres, ASCT - http://www.astc.org/-, han aportado contenidos desde la teoría de la estadística y la planeación relacionados con tres líneas fundamentales:

· La educación informal en ciencia
· La educación continua (o educación para la vida) en ciencia
· Los museos de ciencia

De estos estudios podemos rescatar algunas orientaciones, que si bien, no revelan un compendio exhaustivo con indicadores para la divulgación de la ciencia en México, tienen las siguientes virtudes:

- consideran uno o varios de los aspectos señalados en la definición de divulgación científica (proporcionada al inicio de esta disertación); esto es, hacen referencia a la comunicación, a la recreación, a la contextualización y/o recreación del conocimiento científico o bien a los públicos voluntarios;

- tienen en cuenta insumos de fácil seguimiento, como pueden ser, los metros cuadrados de construcción de un museo de ciencia, el número de reincidencias de los visitantes en un museo de ciencia, o la incidencia de un término científico o un contenido en un discurso popularizado a través de los medios de comunicación;

- generan información a partir de la cual se pueden adaptar nuevas metodologías y sistemas de seguimiento y evaluación para contextos y realidades particulares en los programas y museos de ciencia en México.

Lamentablemente aún son escasas las referencias especializadas en nuestro país a una de las funciones sustantivas de la universidad, con matiz científico, como lo es la divulgación de la ciencia, intrínsecamente vinculada a la extensión de la cultura. Los programas o museos de ciencia dependientes de universidades en México son representados en indicadores que no revelan el auténtico impacto que tienen y sobre todo la importancia de estos proyectos a nivel nacional y a largo plazo.

Las mayoría de las referencias sobre las actividades de divulgación científica en México consideran indicadores simples como el número de conferencias, número de asistentes a eventos, número de ferias de ciencias; sin embargo, es necesario generar indicadores compuestos, y en un futuro índices, con los que se clarifique la interrelación, y por ende la importancia de la continuación y fortalecimiento de un programa de divulgación científica vs el incremento de las vocaciones científicas, o bien, la actualización de contenidos en un museo de ciencia vs la preferencia de la población por actividades culturales de libre elección de carácter científico.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Un divulgador poblano en el siglo XIX




Grandiosa como habeis visto es la vida que se oculta en el seno del Oceáno: sublimes son sus manifestaciones, admirables las obras que elaboran los séres tan diversamente organizados, que bajo sus ondas viven. Muchos misterios que aún no han sido revelados á la inteligencia humana, guarda con celo ardiente en sus insondables dominios, y que acaso serán más asombrosos que los que ya han sido comprendidos.”
(La Ciencia Recreativa, Zoología I, ca. 1875).

Tengo la gran fortuna de poseer uno de los pequeños libritos (15 x 10 centímetros), empastado en rojo, de uno de los tomos de la colección de doce que constituyó “La Ciencia Recreativa”, publicación dedicada a los niños y las clases trabajadoras, dirigida por el Ing. José Joaquín Arriaga (1831-1896). Lo encontré en una tienda que tenía antigüedades, no se dedicaba realmente a los libros, por lo que hallarlo ahí fue muy buena suerte, y el precio fue un regalo, de otra manera jamás podría haberlo comprado.

El retrato del Ing. José Joaquín Arriaga me recuerda mucho al aspecto que tuvo en su vejez Francisco Gabilondo Soler, e incluso a Isaac Asimov. El destacado bibliófilo, cronista, historiador, escritor y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Luis González Obregón (1865-1938), afirmó que “El Sr. D. José Joaquín Arriaga ha sido entre nosotros, lo que Julio Verne y Camilo Flammarión entre los franceses” (“Breve noticia de los novelistas mexicanos en el siglo XIX”, 1889). Y aunque hoy parece exagerada dicha afirmación, más bien ha sido poco, e incluso nulo en algunos casos, el interés mexicano por conocer y reconocer nuestra historia cultural. Si dicha historia concierne al particular apartado de la divulgación científica ¡aún tenemos mucho qué hacer!

José Joaquín Arriaga nació en Puebla de los Ángeles el 11 de junio de 1831. Se tituló de topógrafo y agrimensor en el Colegio de Minería de la Ciudad de México en 1859. En 1868 fue uno de los jóvenes que participaron en la fundación de la Sociedad Mexicana de Historia Natural. Escribió para la revista “La Naturaleza”, pero el verdadero impacto de su labor en la divulgación de la ciencia fue a través de la colección “La Ciencia Recreativa”. La obra apareció primero en más de noventa cuadernos, de entre 30 y 40 páginas, que abarcaban diferentes temas científicos. El primero se editó en 1871. Del total de la obra se compilaron después doce tomos que contemplaban distintas áreas del conocimiento científico: cosmografía, mineralogía, meteorología, física, física experimental, física del Globo, botánica, zoología (2 tomos), geografía descriptiva, agricultura industrial (2 tomos) e industrial práctico (2 tomos). Las publicaciones incluyeron litografías de Hesiquio Iriarte (1820-1897), de la Viuda Murguía e Hijos e incluso algunos dibujos de José María Velasco (1840-1912).

En el anuncio de la colección José Joaquín Arriaga escribió: "La obra anunciada tiene por fin generalizar los conocimientos científicos, embelleciéndolos con el artificio de la novela y por consiguiente, la nueva publicación arrojará las primeras semillas de este interesante estudio, que será muy fecundo en resultados para la generación que nos remplaza".

Sin duda Arriaga fue un destacado divulgador de la ciencia, poco conocido incluso en Puebla. Murió en la Ciudad de México el 10 de septiembre de 1896.

El año entrante bien se podría celebrar el 180 Aniversario del Natalicio de José Joaquín Arriaga, ¡ojalá!

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Saber leer tiene su ciencia

Existen estudios que señalan que para que los niños aprendan a leer en los niveles básicos de educación se requiere primero que tengan conciencia de la estructura del lenguaje hablado, lo que denominan los expertos en el campo: conciencia fonémica. (El desarrollo de la competencia lectora en los primeros grados de primaria).

La conciencia fonémica significa que los niños deberían saber cabalmente cómo manipular los sonidos que implica el lenguaje. Los niños pequeños muestran aprecio por las rimas y las repeticiones precisamente por ello, porque están aprendiendo a dominar este aspecto básico del lenguaje. Es importante subrayar que esta capacidad no se desarrolla de manera innata, es total y absolutamente algo que debe enseñarse correctamente y es preferible que se aprenda a edades tempranas. Si se enseña mal o no se enseña las nefastas repercusiones pueden influir el resto de la vida.

Parece ser que este tipo de estudios no son tomados en cuenta, no obstante estén disponibles en Internet, y que deberían ser cabalmente conocidos por los analistas y desarrolladores expertos que implementan, modifican y perfeccionan los contenidos de los libros de texto de educación básica oficiales en México.

Desarrollar la conciencia fonémica no es trivial. Los expertos señalan que es difícil en la mayoría de los niños, y que es fundamental que se intensifique en los primeros tres años de la educación primaria. Así es que las rimas y la poesía no deberían circunscribirse únicamente al Jardín de Niños. Las investigaciones revelaron que incluso niños chinos de primero y segundo de primaria después de pasar por un sólido programa de conciencia fonémica en su lengua materna mejoraron notoriamente su lectura en inglés, que no es su lengua materna.

Un somero sondeo, que cualquiera de nosotros, mayores de cuarenta años, podemos hacer puede revelar la importancia de este hecho que parece poco importante. Hace algunas décadas los libros de texto contenían muchas más lecturas poéticas y eran usuales los concursos de declamación coral o individual. Muchos de los ahora adultos de más de cuarenta años podremos incluso aún recordar alguna poesía, o varias, que memorizamos en los tiernos años infantiles. Hoy son pocos los jóvenes y los niños que declaman de memoria. Los niños de entonces, ahora cuarentones o mayores, son con frecuencia en México mejores lectores que los jóvenes.

También existían hace algunas décadas programas de radio que fomentaban canciones con rimas y poemas para los niños, como los históricos programas de Francisco Gabilondo Soler, Cri Crí. Muchos de esos programas populares se replicaron con otros conductores, pero similar formato, en muchos estados de la república. Hoy son escasos este tipo de programas y en los programas infantiles televisivos actuales se suele animar a los niños a cantar y actuar canciones de los artistas más cotizados del momento, que poco tienen de rima y con frecuencia escasa poesía.

Así es que con este precedente, parecería más lógico que Alonso Lujambio, titular de la Secretaría de Educación Pública, hubiera presentado un programa mucho más integral para incentivar la lectura en los niños mexicanos. En agosto de 2010 su principal recomendación fue la de precisar los números de palabras por minuto que se espera lean los niños y adolescente fluidamente en voz alta. En primer grado de primaria de 35 a 59 palabras, en segundo grado, de 60 a 84, en tercero de 85 a 99, en cuarto de 100 a 114, en quinto de 115 a 124, en sexto de 125 a 134, en primero de secundaria de 135 a 144, en segundo grado de 145 a 154 y en tercero de secundaria de 155 a 160 palabras por minuto.

El titular de la SEP no indicó cuál fue su sustento académico. En el estudio especializado que consulté se sostiene que los niños de tercero de primaria deben leer entre 120 y 180 palabras por minuto (El desarrollo de la competencia lectora en los primeros grados de primaria , p.117). Según el comunicado de la SEP es hasta la secundaria que resultaría aceptable que un adolescente leyera entre 155 y 160 palabras por minuto. Creo que cinco años sí constituyen un atraso considerable.

Por otra parte la recomendación de Alonso Lujambio puesta de manifiesta en los medios de comunicación sobre la deficiente capacidad lectora de los niños y jóvenes mexicanos únicamente atiende lo relativo a un solo aspecto de los que recomiendan los expertos y los actuales estudios sobre la capacidad lectora, la fluidez.

La fluidez por sí sola si bien puede generar un positivo reconocimiento social, es un proceso más bien automático que no requiere necesariamente la atención consciente del lector (El desarrollo de la competencia lectora en los primeros grados de primaria , p.117). Adquirir una adecuada competencia lectora es mucho más que leer un determinado número de palabras por minuto en voz alta. Los expertos señalan por lo menos la concatenación de cuatro factores, todos ellos relevantes y con la necesidad de que todos sean atendidos preferentemente a edades tempranas:

1) el desarrollo de la conciencia fonémica;

2) el descubrimiento y utilización del principio alfabético, incluyendo las operaciones de análisis y síntesis con fonemas y grafías;

3) la lectura con fluidez ; y finalmente,

4) la utilización de estrategias que permitan dar sentido a los símbolos escritos.

Todos estos factores se explican ampliamente en el artículo El desarrollo de la competencia lectora en los primeros grados de primaria .

No está mal fomentar la lectura en voz alta con fluidez, pero no basta para aprender realmente a leer. Aunado a ello no sería mala idea incentivar nuevamente los programas de declamación y oratoria en todos los grados escolares de la educación básica; apoyar la creación y consolidación de programas públicos en la radio y otros medios masivos de comunicación, con contenidos apropiados para los niños y los jóvenes y finalmente dar un fuerte empuje a nueva didáctica integral de la lengua materna en los primeros años educativos en todo el proceso de la lecto-escritura. ¡Insisto, saber leer es mucho más que leer en voz alta rápido y “bonito”!

lunes, 22 de noviembre de 2010

Mexicanismos en la celebración del Centenario de la Revolución Mexicana

“La corrupción de las palabras es la peor de las corrupciones, ¿puede haber algo peor que perder la amalgama del idioma?”, afirmó David Konzevik, conferencista del Tercer Festival Internacional de Mentes Brillantes, mejor conocido como la Ciudad de las Ideas, que se llevó a cabo en Puebla del 11 al 13 de noviembre de 2010.

Extraordinario conferencista que en poco menos de 25 minutos analizó la situación de la sociedad actual y las perspectiva para América Latina, enumerando algunos aspectos a partir de los cuales se puede “medir” dónde se encuentra cada sociedad: “¿Es un país de títulos o de méritos?”, “¿Campea la ley o campea la corrupción?”, “¿Su mundo está en el pasado o en futuro?” y finalmente qué opinión se tiene de la riqueza, ¿qué es la riqueza, cómo se obtiene y cómo se incrementa?

Las palabras son más que abstracciones de la realidad que representamos en signos fonéticos o escritos. Las palabras, en el sentido en el que muchos lingüistas, filósofos del lenguaje y antropólogos lo han planteado son el todo del hombre. Ludwig Wittgenstein sintetizó tanto esta interpretación que afirmó: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”.

Si bien la lengua se transforma continuamente en un proceso que parece intangible, a la postre revela cambios que presentan y representan una realidad que se consigna en nuevas palabras, en nuevos giros lingüísticos.

Recopilar las transformaciones del idioma es una de las funciones permanentes de instituciones como la Academia Mexicana de la Lengua. Ayer, 21 de noviembre de 2010, en el Palacio de Bellas Artes, se presentó el nuevo “Diccionario de Mexicanismos”.

Hace algunos meses, la Dra. Concepción Company Company, quien dirigió la investigación, dictó una conferencia en la que señalaba algunos de los mexicanismos que distinguen a nuestro español del que se habla en otros países. Algunas características fueron refrendadas y ampliadas en la presentación de este diccionario. La obsesión mexicana por el sexo, la muerte, la ironía, el machismo y giros de cortesía muy particulares son característicos del español mexicano. Dejó en claro en aquella conferencia, en septiembre, que sin embargo aún falta mucho por saber de las particularidades del “habla” del norte y del sur de México.

Yo lo sé de cierto, por ser norteña. Por ejemplo “¡Come chúcata!” va mucho más allá del señalar la acción de comer chúcata. Explico, la chúcata es una resina que se estilaba masticar por mero placer o como medicina; cuando se mastica, durante un buen rato, en tanto se deshace por efecto de la saliva en la boca, se pega en los dientes, lo cual hace prácticamente imposible poder hablar. La expresión realmente es un “¡Cállate!” de lo más tajante e incluso grosero. De la “pegajosidad” de la chúcata se deriva el decir que algo está "chucatoso" cuando está pegajoso. En Tabasco existen vocablos como “tulich”, líbelula, o “duche” que en algunas regiones de ese mismo Estado es ombligo, y en otras denota vagina, o más bien vulva, por lo que se puede considerar como un vocablo de uso restringido, o incluso una “mala palabra”.

Este nuevo Diccionario de Mexicanismos, impreso bajo el sello de la Academia Mexicana de la Lengua y la Editorial Siglo XXI es un esfuerzo amplio que incluyó la investigación en textos mexicanos antiguos y en otros discursos tan modernos como los de “La familia Burrón”, y los que se utilizan en las películas del cine de oro mexicano, como “Nosotros los pobres”.

Considero que nuestro hablar, coloquial, singular y muy mexicano no representa por sí misma una corrupción de nuestras palabras, en el sentido que expresó David Konzevik, en tanto tengamos conciencia de que son nuestras, de qué significan y de qué realidades (¡y acciones!) denotamos con ellas. La corrupción empieza precisamente cuanto perdemos la conciencia de nuestro propio discurso y adoptamos palabras y discursos sin saber por qué lo hacemos... y aún más actuamos en consecuencia sin conciencia. David Konzevik apuntó al final de su disertación que “la guerra del futuro es una guerra de cerebros”, una guerra de ideas, de creación de nuevos conceptos, de conocimientos… y creo firmemente que para ello primero tenemos que dominar nuestro propio idioma.

Estamos constatando que nuestros niños, y muchos adultos, no entienden lo que leen, mucho menos pueden escribir coherentemente una idea… crear con las palabras... considero que uno de los aspectos que está detrás de ello es el orgullo por nuestro idioma, nuestra lengua materna. Nacimos en español, pensamos en español, y más que en español, en mexicano.

¡Compre el Diccionario de Mexicanismos, le garantizo que es una excelente inversión!

Y que conste que no me pagan comisión por el anuncio ; -)

jueves, 18 de noviembre de 2010

Los heroicos bibliotecarios y el encuentro con "El Hijo del Garabato"


Es poco conocido el Día Nacional del Bibliotecario. Su labor mecería mucho más reconocimiento. Se instaló en México para ser celebrado el 20 de julio. Quienes nos encontramos en esta Dirección General de Divulgación de la Ciencia tenemos mucho que agradecer al Mtro. Raúl Ortega Muñoz, director de nuestra biblioteca, quien siempre nos ha procurado novedosos materiales, incluyendo solicitudes especiales. En el sitio web que él mismo ha reorganizado y continuamente alimenta la Biblioteca de la DGDC ofrece también valiosos servicios vía Internet (¡anímese a entrar algún día!).

La Red Nacional de Bibliotecas Públicas es actualmente heredera del proyecto que surgió a partir de los planes que para una nueva nación encabezó José Vasconcelos, junto con las escuelas primarias y la alfabetización.

Las bibliotecas son prácticamente desconocidas para cualquier ciudadano (de a pie o en automóvil). En México no sólo no se lee porque no se compren libros; aún teniendo la posibilidad de tener acceso a ellos gratis, a través de las bibliotecas, poco acudimos a estos recintos. La Encuesta Nacional de Lectura revela que entre el reducidísimo acceso a la lectura (poco más de dos libros por persona en promedio, por año, incluyendo a los estudiantes en activo), sólo un poco más del 10% acude a las bibliotecas, y el rango de edad más notable es de los jóvenes que están cursando preparatoria o licenciatura, quienes van a las bibliotecas precisamente porque están estudiando; una vez que dejan de estudiar por lo general dejan de leer, en bibliotecas o en cualquier parte. Más inusual aún que visitar los acervos generales de las bibliotecas, lo es tener la posibilidad de consultar los acervos históricos que en muchas de estas bibliotecas se conservan. Los diarios antiguos, que son una de mis fuentes favoritas para investigar, casi siempre se conservan en las bibliotecas o hemerotecas públicas.

Los periódicos tienen una particularidad especial que los separa como documentos escritos radicalmente distintos a los libros e incluso a las revistas. Son el verdadero pulso de una sociedad congelado en un momento preciso. ¿Cuáles eran sus noticias? ¿Por qué eran esas sus noticias y no otras? ¿Qué escalas de valores nos revelan esos contenidos y esos discursos? ¿Qué anuncian?¿Cómo lo anuncian?

Ha sido mi particular interés empezar a reunir los contenidos científicos que hayan sido publicados en diarios antiguos, sobre todo diarios de circulación local o municipal en ciudades lejanas a la Ciudad de México. Así que con toda intención, siempre que tengo la oportunidad, reviso hemerotecas con acervos antiguos en algunas ciudades que visito. Hace algunas semanas me fue posible estar algunos días en Villahermosa, Tabasco. Gracias al Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Tabasco, en particular del Ing. Miguel Ángel Córdova León, Coordinador de Divulgación Científica (¡quien incluso me prestó una cámara fotográfica!).

En la Biblioteca “José María Pino Suárez” me auxiliaron enormemente su director el Prof. Manolo de Jesús Jiménez Sánchez, y los responsables del archivo histórico de su hemeroteca: Adriana Calcaneo, César Pedroza y Vicente Ávalos. Especial atención merece Manuel Caraveo Javier, ¡mil gracias a tan notable bibliotecario!

En una próxima publicación detallaré algunos maravillosos descubrimientos. Publicaciones que desde el nombre llaman la atención, como “Rumbo Nuevo”, que dicho sea de paso aún se publica. Agrego sólo dos breves observaciones que explican las fotos que anexo a mi publicación de hoy. La portada es de un diario que tuvo gran penetración en Tabasco, “El Hijo del Garabato”. En la foto de un titular del 28 de agosto de 1942 aparece una cita a la izquierda: [“Sin leña se apaga el fuego: y donde no hay chismoso cesa la contienda” Salomón]. En el periódico “Rumbo Nuevo” se publican también, más o menos en el mismo periodo de tiempo, numerosas citas y consignas en contra de los chismosos, atribuyéndoles incluso un carácter antipatriótico. Por otra parte, el anuncio, con foto, del Sanatorio Juchimán, no dista mucho de la forma y la intención de los actuales comerciales que se transmiten por televisión, con tintes de notas periodísticas o reportajes, incluyendo las “pruebas”, la “evidencia”, el “testimonio” de quienes ya han comprobado las bondades de los productos o servicios avalados por la “Ciencia”, con mayúscula. Este anuncio hace referencia además a la “Cirugía” (¡también con mayúscula!) y a los “modernísimos cuartos de internados”. ¡Es el discurso del progreso en 1942! ¡Y es con mucho nuestro propio discurso! ¡Gracias a los bibliotecarios que resguardan nuestra memoria!

sábado, 6 de noviembre de 2010

Jesús Díaz de León, divulgador de la ciencia del siglo XIX

"Hoy todas las clases sociales se agitan conmovidas por una fuerza misteriosa, hácia un ideal nunca satisfecho pero siempre lleno de nuevos halagos y atractivos. La instrucción es la piscina encantada donde los hombres se agrupan para curar si ignorancia y sus preocupaciones; es el mirage de un oasis divino en el cual los peregrinos del saber se deleitan arrullando sus ensueños y el cansancio de jornada fatigosas. El oráculo de Delfos ha enmudecido; los Brahaminos han escondido sus libros en los templos de Delhi; los rabinos ya no instruyen al pueblo desde las sinagogas; los descendientes de Confucio recorren las Universidades modernas; los sectarios de Aristóteles permanecen meditabundos en las aulas; los niños, en fin, han dejado de retener el sonido de las silabas al crujido de la disciplina que desgarraba sus carnes. Hoy la Ciencia puede decir al mundo como decía hace diez y nueve siglos la voz del apóstol: “ha brillado ya la aurora de redención;” si, porque la ciencia redime al espíritu de la esclavitud de la ignorancia, lo eleva, lo ennoblece y lo invita a tomar parte de los certámenes del progreso humano. Hoy, la voz de la ciencia llevada por el periodismo, se hace oir en todas partes; ella inspirara á la madre los sencillos consejos de la higiene para que pueda llenar debidamente los sublimes deberes de la educación física y moral de sus hijos; le enseña cuales son los ramos mas importantes que debe cultivar para que guíe con mano firme la primera enseñanza del alma infantil, que se desarrolla al calor de sus besos y se fortifica con la savia de sus preceptos; ella penetra en las escuelas y demuestra á los profesores los brillantes resultados de la enseñanza objetiva, del método y de la gimnástica de la inteligencia; ella busca al joven para inculcarle los primeros rudimentos de las leyes y de los fenómenos á que están sujetos todos los seres y todos los cuerpos del universo, despertándole al mismo tiempo la inclinación y el amor al saber; ella, en fin, se dirige al artista, al industrial, al hombre ilustrado para recordarles lo que han olvidado ó para admirarlos con los descubrimientos que los obreros de la ciencia van haciendo cada día en los talleres del genio.”

(Jesús Díaz de León, periódico “El Instructor”. 1 de mayo de 1884. Año 1, número 1. Aguascalientes, Aguascalientes.)

El español de fines del siglo XIX en Aguascalientes, México, tuvo particularidades que, ante un lector del año 2010, conlleva ecos de un pasado ya pasado. Lo relevante de los discursos de divulgación científica del periódico “El Instructor” es que el ansía de compartir el conocimiento y la ciencia con la mayor cantidad posible de personas es prácticamente el mismo en muchos divulgadores de la ciencia hoy en día. Afortunadamente también es el eje de instituciones y programas.

Jesús Díaz de León abrazó el quehacer de la divulgación científica y, hasta donde he podido constatar, en toda la historia del periodismo científico en México, es quien pudo mantener durante más tiempo el esfuerzo sostenido de un medio escrito destinado a comunicar conocimiento, destacando a la ciencia, de 1884 a 1907.

“El Instructor” estaba registrado ante la Administración de Correos como un artículo de segunda clase. Ex profeso indicaba “Este periódico se dedicará muy especialmente á la instrucción de las familias del pueblo. El INSTRUCTOR se ocupará también de poner al corriente á sus lectores en los progresos mas recientes de las ciencias, con sus aplicaciones á las artes y á la industria.” Las suscripción tenía un costo de 25 centavos por bimestre o bien el precio por los números sueltos era de 7 centavos. Se publicaban dos periódicos por mes.

La vida de Jesús Díaz de León fue de telenovela (¡y de las buenas!), desde que nació.

No tengo conocimiento de que se haya dilucidado quiénes fueron sus padres. Con seguridad tuvo madre, y aunque se desconozca el nombre, se especula que la dama en cuestión tuvo el acierto de dejar al recién nacido a las puertas de la casa del doctor Rafael Díaz de León, quien había sido gobernador de Aguascalientes. Dominga Ávila, esposa del exgobernador, se prendó del bebé y esta noble acción acaso marcó para siempre, y para bien, la vida de Jesús Díaz de León.

La holgada posición económica que tuvo le permitió estudiar, mucho para su época. También aprovechó los contactos y las redes sociales políticas y económicas para promover la cultura y la ciencia.

Un extraordinario grupo ha colaborado para investigar, compilar información, producir y finalmente dejar bien terminadas cápsulas de radio sobre divulgadores de la ciencia como Jesús Díaz de León. Rubén Escobar Blanco, pasante de la carrera de historia, hizo un gran trabajo en la investigación de gabinete, buscando en archivos históricos. Martín Bonfil y Clara Rojas, extraordinarios divulgadores con lustros de experiencia, sintetizaron la información para concentrar lo más relevante y significativo para ser divulgado. Mónica Genis elaboró los guiones para adaptarlos a la radio (¡es genial en ese campo!). Finalmente Pablo Flores y Esteban Estrada produjeron las voces, los efectos de sonido, la música, en fin, estos magos de la producción radiofónica para la divulgación de la ciencia, crearon una auténtica ventana para asomarnos al Aguascalientes decimonónico, a través de la vida y obra de un divulgador de la ciencia del siglo XIX, Jesús Díaz de León. Una cápsula del tiempo. Una cápsula de radio. Una cápsula para compartir.

Me enorgullece tanto conocer y colaborar con personas tan profesionales en sus campos de especialidad. Es para sentirse honrado ser parte de una institución que se preocupa y se ocupa en divulgar la ciencia. Es sorprendente que los sueños y anhelos particulares (afortunadamente de numerosas personas, aunque separadas) poco a poco hayan ido fraguando programas y proyectos conjuntos como la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM.

En este momento, que estoy en Hermosillo, mi tierra; que tuve la oportunidad de estar en la que también es mi Alma Mater, la Universidad de Sonora y que constaté también lo mucho que se ha logrado y pretende lograr en divulgación de la ciencia, porque se preocupan y ocupan en ello, me conmueve el que afortunadamente también se fraguan programas y proyectos (¡muy grandes, extraordinarios!) para la divulgación de la ciencia en todo México.

¡Estoy feliz!

sábado, 23 de octubre de 2010

¿El avance de las matemáticas?

Con relativa sencillez se puede argumentar que campos de la ciencia como la química, la física, la astronomía y la biología e incluso, aquellas que no son tan populares como la geología, han avanzado en los últimos siglos, y que este avance ha sido muy notable particularmente en los últimos dos.

Con las matemáticas no sucede lo mismo. La controversia inicia desde que se discute si realmente éstas están integradas a las ciencias (como la física o la química), o bien, si es más adecuado considerarlas aparte, como lo argumentan algunos, como un lenguaje para representar a la ciencia misma, no como una ciencia en sí.

Algunas aseveraciones en este sentido tienden a relativizar la posición de las matemáticas y por ende su actual posición en el campo de las ciencias:

· Las matemáticas son la ciencia de las pautas y las relaciones.
· Las matemáticas son también una ciencia aplicada.
· La relación entre la ciencia y las matemáticas tiene una larga historia, que data de muchos siglos. La ciencia le ofrece a las matemáticas problemas interesantes para investigar, y éstas le brindan a aquélla herramientas poderosas para el análisis de datos.
· Las matemáticas son el principal lenguaje de la ciencia. El lenguaje simbólico matemático ha resultado ser en extremo valioso para expresar las ideas científicas sin ambigüedad.
· Las matemáticas y la ciencia tienen muchas características en común.

(Tomado de Project 2061. Ciencia: conocimiento para todos. “La naturaleza de las matemáticas” . http://www.project2061.org/esp/publications/sfaa/online/chap2.htm, 31 de agosto de 2006).

Como podemos observar, las anteriores declaraciones provienen de un mismo documento, de divulgación científica, en el que, desde las primeras páginas, cuando se pretende precisamente aclarar la naturaleza de las matemáticas se le aplican diversos denominaciones que podrían más bien confundir, pues si bien en un inicio se le considera como una ciencia, posteriormente se afirma que es “el principal lenguaje de la ciencia”, lo cual genera un cambio ontológico que le confiere naturalezas completamente distintas.

Por otra bien, si bien las matemáticas siempre han tenido un lugar preeminente en el cuerpo de los conocimientos humanos (no olvidemos su relevancia en el trivium y el cuadrivium desde la Edad Media), no es tan evidente a la vista del público lego, y a veces ni siquiera de los científicos, identificar su “progreso”.

Si bien es cierto que aportaciones como la que hizo Cantor en el siglo XIX, con la Teoría de los Conjuntos, penetró las más profundas raíces del sistema educativo al punto de presentarse en la actualidad desde la educación preescolar, otras como la de Poincaré Rieman no han tenido la misma suerte. (Conferencia del Dr. Javier Bracho, matemático, el 28 de agosto de 2006. Maestría en Filosofía de la Ciencia, Especialidad en Comunicación de la Ciencia. Casita de las Ciencias, Dirección General de Divulgación de la Ciencia).

Lo cierto es que la Teoría de los Conjuntos parece estar mucho más ligada a las más entrañables reminiscencias humanas, a saber, el inseparable hábito humano de buscar orden; mientras que aquellas funciones mucho más complejas parecen ser mucho más abstractas, y por tanto alejadas del entorno que le es común a la generalidad de la humanidad, donde estamos casi todos.

Otro de los factores que podrían ser cruciales para no identificar con facilidad los “avances matemáticos” es que éstos no parecen ser tan drásticos y maravillosos como lo son los avances en física o en química, que nos han proporcionado insospechados materiales, nuevos medios de comunicación, extraordinarios medicamentos y un sin fin de objetos, procesos y demás aspectos, que no sólo modifican sustancialmente el entorno del que se hace rodear la humanidad, sino que a ello se aúnan cambios drásticos en comportamientos sociales, culturales, económicos e incluso, ideológicos y legales . (Conferencia del Dr. Javier Bracho, matemático, el 28 de agosto de 2006. Maestría en Filosofía de la Ciencia, Especialidad en Comunicación de la Ciencia. Casita de las Ciencias, Dirección General de Divulgación de la Ciencia).

Las matemáticas parecen ser las mismas en las escuelas desde que Descartes propuso el cálculo, y otros matemáticos afinaron la propuesta. Sin embargo, si ello aconteció hace aproximadamente cuatro siglos, el contraste que se produce, por ejemplo, con la química, es abismal… es como si aún permaneciéramos en la alquimia matemática, cuando los nuevos tiempos podrían exigirnos (para ser congruentes) una “matemática nuclear”, o algo semejante.

No obstante esta visión superficial sobre el progreso de las matemáticas, lo cierto es que si, como en realidad así sucede, el lenguaje formal y objetivo que exige la ciencia (física, química, astronomía, geología, etc.), es la matemática, éstas no podrían deber su avance más que al avance o adecuación de su lenguaje a las nuevas realidades que éstas presentan.

Maravillosa disyuntiva, o bien la matemática “arcaica” continúa siendo suficientemente buena para nuestra “novísima” ciencia, o siempre ha sido un lenguaje, tan humano y tan perenne, que trasciende al tiempo mismo.

lunes, 11 de octubre de 2010

Científicamente comprobado




En la Nueva gramática de la lengua española se define adverbio como: “una clase de palabras invariables cuyos miembros presentan cierta heterogeneidad. Los adverbios se caracterizan por modificar un gran número de grupos sintácticos, especialmente los verbos y los grupos que estos forman (pasear por la calle tranquilamente), los adjetivos y los grupos que les corresponden (sumamente satisfecho de los resultados) , y también otros adverbios y sus grupos sintácticos (irremediablemente lejos de su país natal), pronominales, (casi todos, solo tú) o preposicionales (también de madera, prácticamente sin esfuerzo), y algunos pueden modificar asimismo oraciones (probablemente son ya las cuatro).” (Tomo II, p.2285).

Ya en otra ocasión habíamos comentado algo en este mismo blog con relación al sentido de las palabras, que van mucho más allá de una grafía, un sonido o incluso una definición consignada en el diccionario (Davidson, Chomsky, lenguaje e interpretación).

En la misma Nueva gramática de la lengua española explican ampliamente lo correspondiente a los “adverbios temáticos o de tópico”, que suelen adelantar cierto contenido sobre el que va a centrarse el mensaje (económicamente, legalmente), ahí se incluyen los puntos de vista sobre lo que se expresa (evidentemente, ciertamente) (Tomo II, p.2344).

Estos adverbios no sólo modifican la enunciación de una oración, pueden modificar grupos completos de oraciones, e incluso el discurso íntegro, dependiendo de la parte del discurso en la que se coloquen dichos adverbios. En este caso el orden de los factores sí altera el producto, ¡y lo saben bien los publicistas!

A ello apelan los discursos comerciales que promueven productos novedosos “científicamente comprobados”, desde productos que bajan de peso y hacen crecer lo que sea hasta antiguos productos que antaño se relacionaban estrechamente con la brujería o el esoterismo. Con los discursos “mejorados” nada más por agregar a la ciencia en ellos se reposicionan en el mercado los productos que expone, no importa si el producto es el mismo.

El público por lo general no recapitula estos discursos; no se pregunta sobre la ciencia a la cual se refieren (¿médica, física, química?); qué método se utilizó para realizar alguna “comprobación” en particular; no cuestiona qué “científicos” estuvieron involucrados en la “comprobación”, o qué asociación avala el producto (¿existe realmente esa asociación -si la mencionan-, tiene prestigio académico?); tampoco pone en tela de juicio las pruebas que hacen frente a la televisión. Parece “evidente” que si ven caminar a dos chicas delgadas ante la cámara con un calzado que podría torcerle la columna vertebral a alguien ello es suficiente “prueba científica” para que el uso de este calzado también adelgace al comprador cuando lo utilice.

En un mercado de Pochutla, Oaxaca, encontré unos polvos que podrían considerase de uso esotérico. Es muy probable que se trate del mismo tipo de preparados que la humanidad ha utilizado “desde la más remota antigüedad” (aludo a una muletilla de la que escribimos en Como todos sabemos). Pero ahora, como los adverbios de mayor credibilidad se relacionan con la ciencia en los dos ejemplos que aquí anexo, “Legítimo polvo del retiro” y el polvo del “Poderoso ajo macho”, en ambos se explica: “Por su preparación científica nos trae el bien…”. Además, en el polvo del ajo macho se puntualiza en la carátula del sobre: “Legítimo polvo”, y este adjetivo también es parte integral del título del “Legítimo polvo del retiro”; con ello podríamos inferir que existen otros, pero sólo estos, que se presentan ante el consumidor, son los legítimos, lo cual engarza al destinatario en una red semántica de sentidos que implican que es “el bueno”, “el verdadero”, “el comprobado”, “el mejor de entre todos”, y una gran serie de “virtudes” que revisten al producto de bondades que lo hacen superior entre todos los otros productos de su especie.

Se asoma otro vocablo igualmente significativo: “Poderoso”, además de "macho" (¿por qué no "hembra"?); y uno más con el que yo identifico una larga historia: “curioso”. En las primeras publicaciones periódicas especialmente dedicadas a la ciencia se recurrió con gran insistencia a este adjetivo. El periódico que escribió José Ignacio Bartolache llevó por título: Mercurio Volante con noticias importantes y curiosas sobre varios asuntos de física y medicina (¡Feliz cumpleaños Bartolache!). Muchos otros también ostentaron el “curioso” ó “para los curiosos” en el título o en alguna parte del cuerpo de las noticias: “Diario de Lima, curioso, erudito, económico y comercial” (1790-1793), “Correo curioso, erudito, económico y mercantil” (1801), “Semanario económico de noticias curiosas y eruditas sobre agricultura y demás artes, oficios, etc.” (1808-1809).

Ya comentaremos después lo "erudito" (que nos parece más obvia su utilización en este tipo de periódicos de divulgación científica), y lo "económico" y "comercial" por otro lado; en la actualidad sería extraño encontrar estos adjetivos en publicaciones de divulgación científica.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Como todos sabemos


Los discursos de divulgación científica se han transformado radicalmente en los últimos tres siglos. Dos de sus factores más relevantes, y más difíciles de seguir, son el lenguaje coloquial (vulgar, común, general, etc.) y el contexto cultural del momento que los ve nacer y difundirse, sobre todo la cultura más generalizada, vaya "la cultura no tan culta".

En los últimos dos siglos el lenguaje científico ha tendido a definir con mucha claridad sus objetivos, sus términos, su contexto, sus actores, ect. La cultura científica, “más científica” al fin, acaso por su mismo origen, tiene una historia mejor reconocida, un vocabulario acotado que sus mismos autores se han ocupado y preocupado en construir, consensuar y finalmente generalizar a través de sus discursos especializados. Además la mayoría de sus discursos quedan finalmente consignados por escrito, por lo que es relativamente mucho más sencillo que se conozcan posteriormente los vocablos, los giros lingüísticos y los sentidos que se le asignan a los distintos conceptos científicos.

Uno de los mayores conflictos con el discurso coloquial, sus contenidos, sus sentidos y su evolución, es que no hay un consenso evidentemente reconocido. No hay congresos en los que las personas comunes y corrientes, los ciudadanos de a pie, nos reunamos y digamos “ahora vamos a decir “clonar” para la acción de reproducir tarjetas de crédito sin autorización y para uso de la delincuencia”. Aunque el término tenga su origen en el terreno científicos su uso ya es más que reconocido no sólo por cualquier ciudadano de a pie, sino que ya está incluido en el ámbito legal, ¡y no tiene nada que ver con la genómica!

Entre los recursos lingüísticos que se emplean con frecuencia en el discurso de divulgación científica se encuentran algunas frases que son literalmente muletillas, oraciones huecas, por obvias o por no tener realmente ningún contenido que agregue nada a lo expuesto en el discurso.

Ana María Sánchez Mora redactó hace algunos años un extraordinario artículo en el que describe, ¡y corrige!, prácticamente todas esas muletillas ("Manual de antidivulgación y sus trágicos efectos").

En los años que llevo revisando discursos de divulgación de diversas épocas en México, aún no había podido identificar en algún artículo antiguo de divulgación científica alguna “muletilla divulgativa”, de las que conocemos actualmente. Ni el siglo XVII, ni el XVIII, ni el XIX. ¡Pues encontré una a principios del siglo XX!

En la revisión de periódicos en la Hemeroteca de Oaxaca me encontré en el periódico “Mercurio” del día viernes 20 de octubre de 1922 una nota de divulgación científica, en una sección denominada “Lecturas populares”. La noticia se encabeza con el título: “El cuerpo humano vale noventa y ocho centavos”. Y en efecto, la noticia es extraordinaria, trata de una conversión de los elementos químicos y los minerales que constituyen al cuerpo humano, y cuál sería su costo y equivalencia en contenidos coloquiales (en 1922), como por ejemplo: “azúcar bastante como para llenar un cedazo”. Hoy ya no sabemos cuánto es un cedazo, pero en ese tiempo era de lo más común utilizarlos y cualquier ciudadano que leyera ese periódico sabía perfectamente “cuánto bulto” hacía dicha cantidad de azúcar. Es un recurso tan coloquial, y tan acotado a Oaxaca en 1922, que ahora no nos es sencillo saber cuánta azúcar tiene finalmente el cuerpo humano leyendo ese artículo de divulgación científica. Para este contenido en particular encontré que a principios del siglo XX había distintos tipos de cedazos, así es que resulta que hoy tampoco sé con certeza a qué cedazo se refería este discurso de 1922. Sabemos que era un pedazo de tela, de uso muy común, pero su trama variaba según el tipo de tela, y también se registran variaciones de acuerdo a la región o al uso que se le daba a dicho pedazo de tela (para harina, para azúcar, para ciertos granos, etc.).

Un artículo más extenso sobre el tema lo publicó la revista “Aprehender”, auspiciada por el Consejo Municipal de Ciencia y Tecnología de Oaxaca de Juárez, en su número 6, de junio de 2010. El artículo que escribí es: “Noticias de ciencia en Oaxaca en 1922” (páginas 8 y 9).

Un detalle singular que habría que agregar a lo ya escrito en ese artículo es que en el texto de 1922 encontré la frase: “Todos sabemos que en cada milímetro cúbico de sangre normal hay cerca de 5. 000. 000 de corpúsculos rojos y ya por eso puede calcularse la enorme cantidad de esos corpúsculos que hay en todo el cuerpo humano.”

La muletilla a la que haré referencia está ubicada precisamente al inicio de la frase: “Todos sabemos”. Las variantes actuales dicen: “Como todos sabemos”, “Como es sabido”, “Como sabemos”, “Como es por todos conocido”, y frases semejantes.

¡Lo absurdo de la frase es que antecede con frecuencia a un contenido que no sabemos! Precisamente por eso nos lo están dando a conocer en un discurso de divulgación científica, ¿o no? Si todos lo sabemos, ¿para qué nos lo dicen?

Es una broma ya generalizada entre quienes escribimos divulgación científica repasar estas muletillas y reírnos de nosotros mismos cuando caemos en ellas, pese a que tratamos de evitarlas, porque las consideramos como una evidencia de “divulgación científica rudimentaria”, o como se dijo en algún congreso “divulgación científica silvestre”. Otra frase de este conjunto es: “Desde la más remota antigüedad”.

Mi hipótesis es que lo dicen (en este caso, lo escriben), porque el autor se siente en la necesidad de reiterarlo, como un conocimiento tan relevante que, aunque ya se sepa, tiene que subrayarse; y si no se sabe, es tan importante que debería ser por todos bien conocido. ¿O ustedes qué creen?

miércoles, 22 de septiembre de 2010

¡Feliz Centenario UNAM!



En el tricentenario de la muerte de Cervantes y Shakespeare, en 1916, en una de las portadas del semanario España, reunieron a ambos escritores en una caricatura en la que Don Quijote dice: “Amigo Hamlet admírate y alégrate de las salvas que están haciendo en honor de nuestro centenario”.

Roger Chartier utiliza este ejemplo para hablar, en una conferencia que dictó el 11 de octubre de 2007 (Escuchar a los muertos con los ojos, Katz, 2008, p.56), de cómo la concatenación de ocasiones, circunstancias, personajes, códigos y sentidos muy distintos entre ellos pueden dar la oportunidad de crear encuentros inesperados pero afortunados y productivos.

La Universidad Nacional Autónoma de México ha constituido un gran crisol de muchas corrientes ideológicas, generando con ello otras más nutridas, plurales e incluyentes. Ha procurado durante décadas, y lo ha logrado en algunas ramas, ser la promotora de redes de investigación, educación y extensión de la cultura entre todas las universidades públicas, estatales e incluso privadas del país, y ha extendido estas redes a otros países.

La ciencia y su divulgación también han sido parte de sus proyectos punteros. El Programa Experimental de Comunicación de la Ciencia (PECC), creado en la UNAM en 1977 por el Dr. Luis Estrada, es hasta donde tengo conocimiento el primer programa de divulgación científica instalado institucionalmente en una universidad en toda América Latina. Si la oficina contaba con sólo un puñado de personas que hacían de todo, es lo menos importante ahora, lo cierto es que ese programa creció y se presentó luego como el Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia (CUCC) el 19 de abril de 1980. No sólo eso, muchos programas de divulgación científica, aún hoy, se vinculan orgánicamente dentro de sus instituciones con sus áreas de extensión de la cultura, o incluso de difusión y relaciones públicas. No es motivo ahora repasar los pros y contras de las estructuras internas dentro de las universidades, sólo acoto que el entonces CUCC se integró a la Coordinación de la Investigación Científica (CIC) de la UNAM. Hoy es la Dirección General de Divulgación de la Ciencia y sigue siendo parte de la CIC.

Organizaciones asociadas a la divulgación de la ciencia en México también han tenido una estrecha vinculación a la UNAM, porque muchos de sus fundadores fueron o están intrínsecamente relacionados con la UNAM. La Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica A.C. (SOMEDICyT) y la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología (SMHCT), por decir sólo un par, están estrechamente vinculadas a la UNAM. Una gran gama de muchas otras asociaciones, agrupaciones, sociedades y gremios científicos no sólo enlazan gran parte de su historia con la de la misma UNAM, le deben incluso su origen y pervivencia.

Encuentros inesperados muchos de ellos y también muchos, muchísimos encuentros que a la postre han germinado y proliferado para bien en México, en América Latina, y por qué no decirlo, incluso en el mundo.

¡Feliz Centenario UNAM!

¡Goyas y salvas en tu honor!

lunes, 20 de septiembre de 2010

Memoricidio

Nuestra pobreza puede medirse por el número y suntuosidad de las fiestas populares...
... Las masas modernas son aglomeraciones de solitarios.

Octavio Paz
El laberinto de la soledad, p.10



Pasadas las grandes festividades del 15 y 16 de septiembre, escritas y publicadas decenas de columnas, como el “Bicentenario Disney”, los distintos matices de las críticas en los medios ha sido muy nutrida. Algunas encuestas sin mayores pretensiones que se transmitieron en la televisión comunicaron que un gran porcentaje de su público estaba satisfecho con lo realizado, principalmente en el centro de la Ciudad de México.

Yo asistí al desfile del día 16 de septiembre. A la altura del Metro Hidalgo durante más de una hora reinó el caos. Según un granadero que permaneció muy cercano fue por la falta de planeación y la ausencia de coordinación entre los organizadores por parte de la milicia y de la policía. Familias enteras que habían respetado las vallas colocadas desde el día anterior, y que tenían un lugar desde la madrugada, fueron drásticamente desplazadas por oleadas de asistentes ávidos de obtener el mejor lugar. Ello aconteció a las 9:30 horas, muy poco tiempo antes del inicio planeado del desfile y cuando era prácticamente imposible tener un control sobre tantas personas. Considero plenamente aceptable la indignación de quienes habían esperado pacientemente desde la madrugada.

Abordar la historia puede tener un paralelo equiparable con este sencillo y acaso insignificante hecho. Quienes tuvieron la posibilidad de pagar una habitación con vista a Reforma en alguno de los hoteles ubicados sobre esta vía, o quienes contaron con la opción de tener una buena ubicación (sobre todo quienes trabajan en los medios de comunicación) tuvieron una vista espectacular del desfile, así como los afortunados que se colocaron en otro sitio, cierto es, fue una situación azarosa. La crónica de cualquiera de ellos puede ser legítimamente positiva. Mi crónica, y la de decenas de personas cercanas a mí, no sería tan festiva, y también, con razón.

Ambas posturas son aceptables.

Asumiendo que la historia implica acontecimientos, Michel Foucault argumentó que los acontecimientos no son como una materialidad, ni siquiera incluso como una representación (colectiva o particular), que pueda abordarse plácidamente desde una postura objetiva, cito: “... temo reconocer en él (el acontecimiento) algo así como una pequeña (y quizá odiosa) maquinaria que permite introducir en la misma raíz del pensamiento, el azar, el discontinuo y la materialidad. Triple peligro que una cierta forma de historia pretende conjurar refiriendo el desarrollo continuo de una necesidad ideal” (Foucault, 1970).

Cualquier acontecimiento histórico es una amalgama compleja de procesos, lenguajes, objetos, todo lo que podríamos denominar como evidencias para reproducir una red de sentidos que haya constituido un acontecimiento pasado, acaso perdido indefectiblemente desde el instante mismo de haber sucedido. La necesidad ideal es actual, siempre es actual. La historia se construye aquí y ahora y puede tener muchos filtros acotados por diversas circunstancias. La única manera que considero viable para hacer una historia más completa es que se cuente con las estructuras necesarias para que se expresen todas las versiones de un mismo hecho.

En múltiples programas televisivos se revisó la historia de México con prácticamente los mismos personajes y desde casi los mismos ángulos, acaso se incluyeron algunos visos distintos, pero no podríamos admitir que se hizo un acercamiento plural. La pluralidad debería de haber permitido todos los acercamientos posibles, nosotros decidiríamos con qué versión nos quedamos, pero no hubo los suficientes foros para todos los acercamientos plurales sobre un acontecimiento que nos incumbe a todos, los hechos de la Independencia y la Revolución en México, nuestro país.

En una conferencia que dictó en Bellas Artes hace mes y medio Ruy Pérez Tamayo afirmaba que tristemente en México la ciencia aún no tiene tradición. Considero que se aplica el mismo juicio a su divulgación, y a muchos otros aspectos de nuestra historia. Existen garbanzos de a libra, personajes portentosos, proyectos que viven prácticamente mientras sus impulsores viven, después, como aquellos, fallecen.

Nuestra historia constituye nuestra identidad, y como tal, conlleva mucho más que una fiesta y un somero repaso sobre ciertos acontecimientos históricos acotados y decididos por quienes no sabemos cómo y por qué lo hacen.

Fernando Báez, ensayista y novelista venezolano, mejor conocido por sus disertaciones en torno a la destrucción de los libros, ha difundido ampliamente el término memoricidio para designar todas las acciones alienantes o abiertamente anulantes de la libre circulación de la memoria cultural de un pueblo, representado principalmente por sus acervos conservados en papel.

En una mesa redonda compartida con dos amigos, extraordinarios historiadores (¡ellos sí son historiadores!, yo nunca me he jactado de ello, aunque lo haya estudiado, no profesionalmente), Carlos Ortega y Socorro Campos, compartimos comentarios sobre el estado de nuestros archivos históricos. Yo, apenas hace unos meses, revisaba el fondo histórico de la Hemeroteca de Oaxaca, que hace un gran trabajo con el poco presupuesto que cuenta. Socorro también recién había revisado documentos originales en la Secretaría de Educación Pública, en archivos históricos que tienen tan pocos recursos que no sería extraño que se pierdan en breve. Un becario que me auxilió durante algunos meses me narraba el lamentable caso de algunos archivos de la Fototeca Nacional, ubicada en Pachuca, Hidalgo, que posiblemente sufrieron daños irreversibles debido que no se encontraban resguardados en las mejores condiciones y las grandes avenidas de agua de una tormentosa lluvia ingresaron en el recinto. El descuido en el que institucionalmente se tienen (porque muchos no se conservan realmente), los archivos históricos mexicanos es un tipo de memoricidio del que ni siquiera somos conscientes. Porque nuestros archivos y memoria son más que los documentos firmados por los héroes políticos reconocidos y validados hoy por hoy.

Del enorme presupuesto destinado a la conmemoración del bicentenario, ¿cuánto se destinó o se destinará a estos archivos que son su fuente primaria? Después de pasadas las fiestas, ¿se acabó el motivo para cuidar y preservar adecuadamente nuestros acervos históricos? ¿O sólo se cuidan y preservan los que les interesan a quienes cuentan con el poder y los recursos? Parecería que no tenemos tradición ni para preservar nuestra propia historia. Releer el capítulo “Todos los Santos, Día de Muertos” de la obra de Octavio Paz El laberinto de la soledad es dramáticamente revelador al respecto de nuestra tradición de hacer fiestas.

Y está bien que hagamos fiestas, un bicentenario nunca se repite, es cierto… pero que no sea lo único que se haga con los escasos recursos con los que se cuenta.

¿Acaso nuestra única gran tradición es hacer fiestas?

Carlos Monsiváis recogía en Lo marginal en el centro una cita de Scott Fitzgerald, novelista estadounidense: “La verdadera prueba de una inteligencia superior es poder conservar simultáneamente en la cabeza dos ideas opuestas, y seguir funcionando. Admitir por ejemplo que las cosas no tienen remedio y mantenerse sin embargo decidido a cambiarlas”.

Aún considero que los más de ciento diez millones de mexicanos tenemos una inteligencia muy superior a la que nos han adjudicado propios y extraños, en nuestro propio país; de otra manera no explicaría nuestra sobrevivencia pese a todos los aciagos acontecimientos que caracterizan nuestra historia, porque aún creo que la gran mayoría seguimos decididos a cambiar nuestra actual realidad.

Ojalá dentro de cien años ya se hayan nutrido otras incipientes, positivas y reconocibles tradiciones mexicanas que nuestros actuales héroes alimentan contra viento y marea.

¡Ojalá!

lunes, 30 de agosto de 2010

Arrugas en el cerebro

Algunas películas antiguas han mostrado a los dinosaurios como grandes bestias torpes y lentas. Nada más lejos de la realidad. Aunque es cierto que en general el cerebro de los dinosaurios era pequeño con relación al tamaño de su cuerpo.

El cerebro es el centro de control de cualquier animal. Los paleontólogos han obtenido moldes de cerebros de dinosaurios a partir de la cavidad craneal de restos fosilizados. Aunado a ello, si infieren la conducta del animal, pueden cotejar las habilidades del dinosaurio con el tamaño de su cerebro.

En efecto, los dinosaurios con cuerpos más desproporcionadamente grandes con relación al cerebro serían menos hábiles que sus congéneres con cuerpos más pequeños y cerebros más acordes a sus dimensiones.

En general los dinosaurios se pueden dividir de acuerdo a su inteligencia en cuatro tipos: los más pequeños carnívoros con sentidos muy desarrollados para cazar, algunos del tamaño de un perro labrador; los carnívoros más grandes y los ornitópodos herbívoros, emparentados con los Pico de Pato que se han encontrado en Coahuila y Sonora, eran un poco menos inteligentes; en tercer lugar están los dinosaurios acorazados como el Triceratops y por último los apabullantes gigantes como el Tiranosaurio Rex, que no se distinguieron por su inteligencia. Se cree que los dinosaurios carnívoros de la familia de los troodóntidos fueron los más listos.

Platón (428-348 a.C.) expuso que en el cerebro debería radicar el origen de las percepciones, como la audición, la visión y el olfato, y que también era el centro de la memoria. Aunque su aseveración fue cierta, su fundamentación no lo fue, porque lo argumentó en el hecho de que la cabeza era prácticamente una esfera, y que ésta era una figura geométrica “perfecta”, por lo que ahí debían asentarse las cualidades fundamentales del hombre.

Con el paso de los siglos la idea de que en el cerebro se concentraban las principales funciones humanas se afianzó, pero quien finalmente comprobó cómo lo hacía fue el médico español Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), quien por ello recibió el Premio Nobel, junto con el italiano Camilo Golgi.

Los médicos del siglo XIX creían que las redes neuronales eran como el sistema circulatorio, un continuo interconectado. Ramón y Cajal demostró la individualidad de las neuronas y descubrió que se comunicaban entre sí a través de la sinapsis.

Estamos vivos mientras vivo esté nuestro cerebro, incluso somos tan jóvenes como activo lo mantengamos, y así lo afirmó Ramón y Cajal: “No deben preocuparnos las arrugas del rostro sino las del cerebro”.

jueves, 19 de agosto de 2010

Mar de Oaxaca

Sentada en la playa ante el brioso oleaje de aquel mar de Oaxaca, mojada de lluvia, mojada de mar, recordé escurridizos fragmentos de la poesía del gran escritor oaxaqueño, Andrés Henestrosa. Conocí su obra cuando estudié Literaturas Hispánicas. Longeva vida (¡más de cien años!), hermosas letras. Ahora entiendo por qué. Henestrosa conservó emotivas imágenes del mar de Oaxaca porque vivió durante su tierna infancia muy cerca de sus playas. Acaso fue preñado desde entonces por el mar con los sentimientos que sustentaron toda su obra, como un suave y remanente oleaje de salobres palabras.

Fue realmente un privilegio colaborar con la Universidad del Mar. Fui invitada por su sede Puerto Ángel, en Oaxaca, para dictar un curso de redacción de textos de divulgación científica para sus investigadores. Cálido y húmedo ambiente, abrigador recibimiento. Eso sí, trabajo muy arduo durante por lo menos seis horas diarias. Cinco en clase, otras más en casa. El resultado fue impresionante.

Encontré en esta sede de la Universidad del Mar una gran abundancia de conocimientos, de todo tipo. Muchísimos de gran novedad que constituyen el cuerpo de sus actuales investigaciones. Compartí entonces ante los asistentes al curso: el punto no es que les sugiera qué fuentes científicas pueden consultar para comunicar algún aspecto de la ciencia, tienen tanto que ofrecer que de un solo documento de los que leí (en formato más bien científico), bien pueden generarse veinte diferentes productos de divulgación científica de altísima calidad y para todos los medios de comunicación.

¡Qué riqueza!

No obstante la frecuente lluvia, ante el ocasional cielo despejado también se aclaraban ideas, lavadas, pulcras, brillantes. Con ellas entre todos se amasaron creativos textos de divulgación.

Carmen, Leticia, Isabel y Catalina me ofrecieron el privilegio de compartir con ellas un admirable proceso, porque sus aportaciones se relacionan vívidamente con sus temas de investigación.

Me enteré que los ofiuros, enigmáticos seres marinos, pueden sorprendernos con comportamientos privados (¡claro, vinculados a su reproducción! ¡a qué más!), que podrían avergonzar el mismísimo Marqués de Sade. Material digno de ser consignado en toda una novela. Con seguridad será tema de al menos una entrañable narración.

Por otra parte, no sabía que las tortugas marinas tienen pico, y que existen grandes diferencias entre las distintas especies; todas, excepto una, son carnívoras. Siempre pensé que las tortugas eran vegetarianas. Conocer sus hábitos de migración puede transportarnos a escenarios diversos y a vivir de cerca la saga de la sobrevivencia de especies que se niegan a morir.

“El pez grande se come al chico” parece una cita muy gastada hasta que conocemos el proceso de bioencapsulamiento, vital en los actuales cultivos acuáticos. Criar peces para satisfacer la demanda comercial, así como criar vacas o cerdos, no es trivial. Para complementar su alimentación con vitaminas, darles medicamentos, o literalmente colorear su carne, se requiere de microorganismos que literalmente son “cargados” con lo que necesiten los peces. Así, reducidísimas criaturas vivas alimentan lo que será luego nuestro alimento. Con este proceso se obtiene un mejor tamaño, sabor y color en los peces, por lo cual pueden venderse a mucho mejor precio. Pronto leeremos este artículo de divulgación.

Finalmente, vincular al mar mismo con el inagotable mar de la literatura nos puede ofrecer la gran oportunidad de que seres de carne y hueso, con nombre y apellido, protagonicen legendarias historias, dignas de convertirse en milenarios mitos. No sé si finalmente la autora decida dejarle esta propuesta de título a su contribución divulgativa: “La trágica y penosa historia de un manso y gigantesco pez oaxaqueño”. El corolario de esta narración sería una historia real, ¡porque lo es!

En el seno de Oaxaca se han gestado grandes aportaciones a la cultura y al desarrollo del pensamiento humano. Es evidente que también los mares oaxaqueños tienen mucho que ofrecer. Con seguridad éste es sólo el inicio de un gran proyecto de divulgación científica que encabezará la Universidad del Mar. Será un honor continuar colaborando en lo que ello conlleve.

martes, 3 de agosto de 2010

La divulgación científica “en su tinta”

La primera conceptualización mucho más teórica que se hizo de la divulgación de la ciencia concierne a sus particularidades con relación a la difusión; como la definió Luis Estrada, uno de los principales precursores de la divulgación científica en México: “... cuando se trata de la propagación del conocimiento entre especialistas, se emplea la palabra difusión. Cuando se trata de presentar la ciencia al público en general, se emplea la palabra divulgación. Tanto la difusión como la divulgación son actividades de comunicación” (Estrada, 2002). Años después Ana María Sánchez propondría la siguiente definición que incluso ha sido adoptada en muchos programas nacionales y en otros países: “La divulgación de la ciencia es una labor multidisciplinaria, cuyo objetivo es comunicar, utilizando una diversidad de medios, el conocimiento científico a diversos públicos voluntarios recreando ese conocimiento con fidelidad y contextualizándolo para hacerlo accesible “ (Sánchez, 2002). Finalmente, si se atiende exclusivamente al discurso de la divulgación científica, Lourdes Berruecos afirma que: “El discurso de la divulgación científica se constituye en función del fin que persigue: dar a conocer contenidos de una disciplina del conocimiento con un nivel de lenguaje apto para públicos no especializados". (Berruecos, 1998).

Aún resulta polémico pretender establecer formalmente una definición del quehacer de la divulgación científica. Para nuestra disertación asumiremos que el discurso de la divulgación científica es aquel que tiene la intención de hacer llegar un conocimiento científico especializado a un público lego, por lo que adapta su lenguaje con elementos del discurso general, transformando o eliminando elementos del discurso especializado. Desde la perspectiva del análisis del discurso Daniel Cassany propone el siguiente gráfico para representar la generación del discurso divulgativo.

En algunas cronologías e historias publicadas sobre la divulgación científica (sobre todo en México), aún localizamos vicios y posturas whig que más bien apuntan a una visión triunfalista y lineal de su desarrollo, como en muchas historias de la ciencia se observó durante mucho tiempo, si bien postura ampliamente superada actualmente. Desde esta perspectiva se pueden identificar limpiamente protagonistas, hechos aislados y escenas de foto fija. Esta postura va al extremo de no adoptar las más estrictas metodologías y técnicas de verificación de fuentes primarias y arduo trabajo de archivo, característico de cualquier historiador que pretenda ser objetivo y veraz con su labor.

En algunas cronologías publicadas sobre divulgación científica en México se ha afirmado que la primera evidencia de divulgación científica escrita en América fue un texto periodístico publicado en 1541, en México: Relación del espantable terremoto que ahora nuevamente ha acontecido en la ciudad de Guatemala: es cosa grande de admiración y de gran ejemplo para que todos nos enmendemos de nuestros pecados y estemos prevenidos para cuando Dios nos fuere a llamar. De ello escribimos con amplitud el pasado 21 de junio.

Una de las tradiciones que imperó casi desde Comte y Condorcet consideraba el avance triunfalista de la ciencia sobre de la superstición e incluso la religión. Este modelo parece haber sido trasladado a muchos de los actuales cronistas de la divulgación científica. Sin embargo, si seguimos algunos aspectos propuestos por Fleck encontraremos sentido en el cambio permanente. Para él el conocimiento es como un río en constante movimiento que siempre está alterando las márgenes que lo contienen, de la misma manera, indefectiblemente la ciencia que surge de la actividad científica tiene un devenir relativo, no lineal, no circular, ¡menos triunfal!; y ello es porque en su proceso no sólo están implicados el sujeto y el objeto, sino un tercer elemento que equilibra al sistema, el conocimiento anterior, que es producido por el colectivo de pensamiento.

“El pasado tiende a perder significación en sí mismo, viéndose constreñido a jugar un papel de mero antecedente de las ideas y prácticas del presente” (Lorenzano, 2004). Con esto presente, y sin entrar en detalles que requerirían otro estudio específico, Fleck justifica la existencia de un colectivo de pensamiento, que es producido por una capa social específica y que se crea en cierto contexto espacio-temporal específico. Este concepto tiene paralelos muy semejantes con el de paradigma, propuesto por Khun, y con base en él se acota la problemática del momento, la metodología para abordarlo y el consenso para ofrecer soluciones al respecto.

José Ignacio Bartolache tenía muy claras sus intenciones divulgativas, y muchos de sus discursos, y hechos, avalan su coincidencia con los parámetros actualmente consensuados por las instituciones que se dedican a ello. Quería llevar la ciencia al público más amplio posible. Cuando presentó su Mercurio Volante anunció: “Solamente miro hacia los que no saben, ni son sujetos de carrera... a lo que llamamos vulgo... Nada diré en particular de las mujeres, sexo inicuamente abandonado y despreciado como inútil para las ciencias no más que por haberlo querido así los hombres, y no por otra razón...”. Bartolache asegura además que las mujeres y los hombres sin estudios tienen las mismas capacidades que quienes tienen un grado académico (¡incluso algunas más!), y que el latín, que se utilizaba entonces como lengua culta, sólo era necesario “para entender los libros latinos, pero no para pensar bien, ni para alcanzar las ciencias, las cuales son tratables en todo idioma”.

Y aunque contemporáneo a aquel, Alzate no comparte del todo su concepto de divulgación de la ciencia. El 12 de marzo de 1768 salió a la luz el primer número del Diario Literario de México, del que se publicaron ocho números. En él, Alzate hace referencia a otras publicaciones de su época que en Europa ya consideraban noticias científicas, como el Diario de los sabios de España, las Memorias de la Academia de Ciencias de París, Berlín y Petersburgo, Transacciones filosóficas de Londres y Efemérides de los curiosos de Alemania. Dedica esta publicación al “Señor Público”, y explica que escribirá todo en español (como lo afirma también Bartolache), para que cualquiera que supiera leer y escribir lo pudiera leer, ya que por entonces los textos que se consideraban de corte culto o filosófico se escribían en latín. Invita a los eruditos y sabios a colaborar en esta magna obra y ofrece presentar al público la traducción de textos científicos escritos originalmente en otras lenguas, promesa que cumple cabalmente divulgando en español escritos de científicos de la época. Sin embargo, su apertura no es la que manifiesta el guanajuatense Bartolache. De hecho en la actualidad detectamos también diferentes perspectivas y posturas con relación al concepto mismo de divulgación científica, no obstante, ya ninguna de estas versiones apela a pretender generar “la mayor utilidad y bien del Estado”, ni porque esperamos beneficios de monarca ninguno y menos aún porque estemos “felices de ser vasallos del mismo rey…”, como lo harían los ilustrados americanos en el siglo XVIII.

Entre Alzate y Bartolache podemos identificar un cambio sincrónico, como podría afirmarse de los divulgadores y sus posturas actuales; sin embargo, si nosotros analizamos el fenómeno divulgativo en el siglo XVIII debemos considerar la transformación diacrónica de todos los hechos y el contexto que apenas podemos bosquejar con la poca investigación que aún hay sobre este campo, ya que aún hay mucho por hacer en la reconstrucción de la historia de la divulgación de la ciencia en México.

Esto es lo que fundamentalmente no se ha considerado ni en la cronología ni los pocos esfuerzos historiográficos que se han intentado con relación a la divulgación científica, al menos en nuestro país; exigencia que debería incorporarse en los postulados actuales de la divulgación científica.

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Bibliografía

Berruecos, María de Lourdes (1998) “Análisis del discurso y divulgación de la ciencia”, en Revista Argumentos, No. 29, abril de 1998, Universidad Autónoma Metropolitana, México, pp 21-35.

Estrada, L. (2002) “La divulgación de la ciencia” en Antología de la divulgación de la ciencia en México, Tonda, J., Sánchez, A.M., Chávez, N. (comps.), México, Universidad Nacional Autónoma de México.

Lorenzano, César. (2004) Los ancestros de Thomas Khun (homenaje a Ludwik Fleck). Filosofía e historia da ciencia no Cone Sul: 3º Encontro. Campinas; AFHIC, 2004. pp. 91-101.

Sánchez, A.M. (2002) “El bestiario de los divulgadores” en Antología de la divulgación de la ciencia en México, Tonda, J., Sánchez, A.M., Chávez, N. (comps.), México, Universidad Nacional Autónoma de México.

viernes, 9 de julio de 2010

El subdesarrollo de la ciencia en México

Se ha especulado que la ciencia en México no es, ni será en fecha próxima, material de particular relevancia. Ruy Pérez Tamayo y Marcelino Cereijido, reconocidos investigadores y divulgadores de la ciencia, así lo han manifestado:

"Todo el país está así –subdesarrollado- porque la ciencia está subdesarrollada y no al contrario. La razón por la que está en subdesarrollo es multifactorial. Lo que ha ayudado a su desarrollo, que sí existe, es decir, la razón más importante, es la conciencia civil, la sociedad mexicana; porque a las autoridades no les interesa, aún no tienen el nivel de conciencia sobre la importancia que tiene el desarrollo de la sociedad al apoyar la ciencia y la tecnología"

(Pérez Tamayo Ruy, entrevista publicada en el periódico La Jornada el 17 de marzo de 2006. http://www.jornada.unam.mx/2006/03/17/a02n1cie.php, consultado el 18 de agosto de 2006).

Lamentablemente la situación se asemeja al acertijo del dragón que se muerde su cola. Pese a las duras críticas a la política científica que impera en México y a la enumeración de los múltiples factores que han propiciado, y atascan, al desarrollo científico y tecnológico en México, la problemática que parece generar el círculo inquebrantable de fracaso podría tener solución.

Si se siguen los postulados de Bruno Latour, con relación a la generación del conocimiento científico, en específico, al nacimiento y funcionamiento de la “cajas negras” y por otro lado la propuesta del cambio de paradigma que propone Kuhn, es posible romper con siglos de la inercia perniciosa que aún mantiene anquilosada nuestra ciencia.

Por una parte Latour propone que el conocimiento científico que es sancionado y consensuado dentro de un selecto grupo de científicos (pares), una vez dispuesto como una “verdad” se encapsula en una caja negra que difícilmente es revalorada e inmediato, con lo que las “verdades científicas” mantienen cierta estabilidad. Por otra parte, el cambio de paradigma que sustenta las revoluciones científicas que expone Kuhn apela precisamente a la apertura, y en todo caso rompimiento, de algunas de las “verdades” que permanecen celosamente al resguardo de cerradas comunidades científicas. Luego entonces, ambos factores constituyen algo así como las dos fuerzas de tensión que tiran hacia direcciones distintas con igual intensidad, y que regulan la generación de conocimiento científico, garantizando al mismo tiempo cierta “legitimidad” en el mismo, tanto por su contenido en sí como por la metodología que lo avala.

Pues bien, estas dos fuerzas tienen una particular inequidad en México; por una parte, un factor que contribuiría al rompimiento del círculo del subdesarrollo de la investigación científica en México es que los pocos científicos mexicanos que hay, no importa de la disciplina que sea, se sumen a grandes proyectos internacionales, de esos a partir de los cuales se generan “cajas negras”, pautas a seguir, teorías de punta, tecnologías nuevas, etc.; por otra parte, este mismos científicos, aunque pocos, deberían empujar la generación de nuevas generaciones de científicos, involucrándose con sensibilidad y compromiso en programas de divulgación científica y motivación a vocaciones científicas y abriendo sus grupos de trabajo a científicos de reciente ingreso en el gremio, que, de no cantar con aval de un grupo sólido y reconocido (de acuerdo a Kuhn), difícilmente podrá avanzar en una sola dirección y contribuir a programas de interés común.

Ciertas políticas científicas pretenden simular interés en la introducción de nuevos científicos en gremios de investigación muy selectos, o bien, pretenden involucrar a científicos mexicanos en la generación de nuevos conocimientos, sin embargo, situaciones de fondo, tan pragmáticas e inmediatistas como asegurar el sustento de una familia, generan tal inestabilidad que es imposible llevar a término un doctorado, incluso, una maestría. Numerosos programas supeditan el otorgamiento de la beca únicamente al tiempo que el estudiante cursará los créditos correspondientes al programa, sin considerar el tiempo que posteriormente le llevará el concluir la tesis correspondiente, por lo que, una vez que el estudiante, sobrecargado de materias obligatorias que cursar, se encuentra con una carta de pasante, pero sin el ingreso, ni siquiera mínimo, durante un tiempo corto (digamos un año), para que concluya la tesis correspondiente. Si se rompe este mecanismo y se flexibilizan programas de apoyo, no obstante sean tipo crédito, se elevará el nivel de graduación de estudios de posgrado y por ende, la masa crítica de científicos en México.

Esto es sólo uno de los factores, de los muchos factores a los que hacía referencia Ruy Pérez Tamayo, que pueden reformarse a corto plazo.

lunes, 28 de junio de 2010

Más sobre "evidencias" discursivas, historia y divulgación


Para continuar con el caso de la divulgación de la ciencia en México, es menester cuestionar otro aspecto que está dado en las “evidencias” o “pruebas” y que, si bien en ocasiones no es evidente, en otros tantos está más que dado por el autor mismo de dicha evidencia, esto es: la intención. Si bien es cierto que para el caso de la divulgación de la ciencia los parámetros han cambiado radicalmente incluso en los últimos 30 años, podrían argumentarse transiciones tales como las que se pueden encontrar entre la alquimia y la química ¿Pero, realmente será lo mismo para la divulgación de la ciencia?

En el siglo XVI se encuentra en México el documento Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis del que son autores Martín de la Cruz (los especialista suponen que él era el “yerbero” y que dictó el libro) y a Juan Badiano (especulan que fue quien lo escribió en latín). Estos autores representan un caso peculiar. Durante siglos estuvo en manos de clérigos, y ocasionalmente de algunos seglares ilustres, el quehacer de la lectura y la escritura. Sin embargo, Martín de la Cruz y Juan Badiano eran indios. De Badiano se precisa que de Xochimilco, presumiblemente estudió desde pequeño las artes que por entonces se enseñaban. De Martín de la Cruz se sabe únicamente que era un indio médico, ambos pertenecientes al Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco. Se precisa que De la Cruz no hizo ningún estudio, pero era experto en plantas medicinales. Este colegio, fundado en 1536 por Fray Juan de Zumárraga, se destacó por sus programas de estudio dirigidos particularmente a los indios, por tener la primera biblioteca académica y por generar los primeros documentos y tratados serios y extensos sobre Las Indias. Se sabe de este libro que sólo se escribieron si acaso dos, y que su destino era que llegara a manos del rey de España. El documento precisa claramente su intencionalidad, Francisco de Mendoza, hijo del primer Virrey, pide este opúsculo acerca de las hierbas medicinales para recomendar ante al rey a los indios. Sólo ha llegado hasta nuestros días el libro que viajó hasta España. Aunque nunca fue recibido por el rey, al parecer sí fue visto por algunos miembros de la nobleza por cuyas gestiones se continuo el apoyo al Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco durante algún tiempo:

Ojalá que este libro nos conciliara gracia a los indios ante la real majestad. Ciertamente es indigno de comparecer a sus ojos. Ten presente, señor, que nosotros, los indios, míseros y pobres, somos de los más bajos de los hombres, razón para que se nos conceda a nuestro natural modo la indulgencia. (Cruz, de la, p. 4)

Si este documento no tuvo la intención de “divulgar la ciencia”, ¿sería entonces una interpretación “postiza” considerarlo dentro de la cronología de la divulgación de la ciencia? ¿Una construcción a posteriori? El documento se presenta en un discurso coloquial, como en un recetario de uso corriente; podría decirse que casi una reproducción literal de un discurso oral. Se expone la manera en que habrían de usarse plantas, minerales y otros elementos, para la curación de enfermedades comunes. Incluso utiliza la denominación náhuatl para cada planta, con algunos errores en las grafías, ya que aún se tenían dudas con respecto a su uso. A algunos especialistas les causa extrañeza que este libro haya permanecido prácticamente desconocido hasta el siglo XX, y que el mismo Fray Bernardino de Sahagún no haga referencia al mismo en ninguno de sus escritos, sean académicos o incluso personales. Y este hecho genera otras inquietudes metodológicas más: si este texto estuvo prácticamente desconocido ¿qué impacto podríamos y deberíamos aplicarle en tanto que “evidencia” de una transición hacia la divulgación de la ciencia?

Acaso no se le debería dar ningún crédito; sin embargo, en tanto que recopila saberes representativos de la cultura azteca (incluyendo las imágenes presumiblemente realizadas por tlacuilos), y que lleva impreso dentro de sí los primeros indicios del sincretismo generado por la penetración de la cultura occidental en la Nueva España, ¿podría considerarse como una “evidencia” que muestre la transformación de la divulgación científica? Los remedios que en este documento se detallan, casi doscientos, tienen la estructura discursiva más bien occidental, muy semejante a los libros que en ese tiempo de conocían en Europa.


Otro caso a considerar sería el de la Suma y recopilación de cirugía con un arte para sangrar, y examen de barberos, publicada en 1578 y que tuvo una segunda edición en 1595, cuyo autor fue Alonso López de Hinojosos. En este documento el autor sí informa al lector que este es un libro que tiene como objetivo hacer del conocimiento de cualquiera que sepa leer sobre los padecimientos y remedios más conocidos hasta entonces. Sin embargo, la presentación en sí era inaccesible para un amplio público (los libros no eran un “artículo popular” en el siglo XVI), además que la presentación del libro tampoco ofrecía un discurso tan accesible como después sí lo hicieran Alzate y Bartolache.


Pero ¿si la intención de Hinojosos era hacer llegar el conocimiento médico del momento al vulgo, luego entonces, con ello ya se tiene la “evidencia suficiente” como para considerarlo un documento histórico de divulgación científica?