viernes, 22 de mayo de 2009

Davidson, Chomsky, lenguaje e interpretación

En un documental científico que analizaba el comportamiento de un grupo de simios en África se observó el siguiente hecho al que no me atrevo ahora mismo a ponerle adjetivo. El contexto es el siguiente: el macho alfa tiene el privilegio de aparearse con todas las hembras del clan, sin embargo, ahora se encuentra ya muy envejecido y es muy probable que sea desplazado pronto por un macho más joven; ese joven macho ya ha sido identificado por gran parte del grupo porque ha hecho evidente su liderazgo, no obstante, aún conserva un perfil bajo. Una mañana, una simia, desde un arbusto al ras del suelo, discretamente dirige su mirada al joven macho “posible futuro líder”, que come tranquilamente sobre la rama de un árbol. Las miradas se encuentran. Ella mira al macho y después hace una leve señal, sólo con la mirada, hacia un sitio boscoso un poco más allá de la arboleda que ocupa el clan. El macho la mira tranquilamente y gira su mirada hacia ese mismo sitio. La hembra se cerciora que no han sido observados por nadie y se adelanta; pocos minutos después el macho se encuentra con ella en el sitio boscoso y se aparean. Si ella llegara a tener descendencia, y en efecto, este joven macho ocupara el sitio de liderazgo que se presagia, tendrá muchos privilegios. Y así fue, el seguimiento del hecho comprobó este supuesto. Sin embargo, no queremos abordar aquí el carácter sociológico o “cuasi-antropológico” de lo descrito, haremos hincapié únicamente sobre el lenguaje. Si bien muchos autores han circunscrito la capacidad de un lenguaje complejo únicamente en el ser humano, me parece que un hecho como el descrito podría abrir muchas otras vertientes, ya que la habilidad de usar signos, tal como lo definía el supuesto cartesiano, puede ser más que justificada en ese “discurso visual” compartido por los simios descritos.

Y no obstante que no hubo intercambio alguno de palabras el mensaje fue muy claro y, si seguimos el planteamiento de Davidson, el fundamento de ese intercambio es que la comunicación fue realizada con éxito. Si continuamos este planteamiento, la comunicación no parece estar fundamentada en normas o convenciones. Sin embargo, para Chomsky, cuando postula la “adecuación descriptiva” y la “adecuación explicativa” del lenguaje, apela a una normatividad o sistema de reglas que se identifican en el lenguaje; quizá tendríamos que saber más de los simios y su lenguaje; pero por ahora postularemos en esta breve disertación una propuesta que conciliaría ambas posturas, por medio de otra alternativa que implicará una red o matriz que interconecta lenguaje y sentido.

No he localizado, en la bibliografía que he revisado hasta ahora, ninguna referencia específica que haga alusión a esta idea en concreto, que de alguna manera concilie las posturas antagónicas con respecto a la regulación y normatividad del lenguaje (Chomsky) o su completa ausencia versus la efectividad de la comunicación (Davidson). Acaso no me he empapado lo suficiente de ambos autores, o he tenido contacto con ellos a través de traducciones deficientes; sin embargo me arriesgaré a compartir mi disertación al respecto.

El primer antecedente para justificar esta propuesta es con la descripción misma de lo que se considera que constituye el lenguaje. Davidson asevera que si bien el lenguaje es una práctica comunicativa que sólo es tal si cumple su intencionalidad: comunicar, asume que lo referente al significado no está realmente vinculado con la realidad, ni siquiera con un objeto. “Martillo” no posee de suyo significado alguno. En efecto, es una herramienta cuyo uso muchos de nosotros podemos determinar, pero que no es obvio, además de los múltiples otros usos o intenciones que de él se deriven y que sólo el ingenio podría limitar; aunque es seguro que algunos otros objetos podrían utilizarse con mejor, o peor, éxito, dependiendo de los objetivos que se persigan, tendríamos que seguir el planteamiento de Wittgenstein con relación al lenguaje como una “caja de herramientas”. Disponemos de un bagaje de signos con significado relativo, ya que el uso de ellos, si bien puede determinase de alguna manera por medio de las situaciones y modos de empleo establecidos, su acotación final dentro de un acto comunicativo no es determinado por condiciones necesarias y suficientes que puedan generalizarse, son particulares de cada acto comunicativo.

Lo anterior avalaría por completo la postura de Davidson con relación a la ausencia de normas, ya que lleva incluso la argumentación en contra del convencionalismo, que otorga significado a los actos comunicativos, al afirmar que no es posible determinar cuáles son esas convenciones.

Chomsky, por su parte, al postular la “adecuación descriptiva” y la “adecuación explicativa” que regula al lenguaje sí da cabida a la presencia de complejos sistemas de reglas y normas.

Considero que uno de los problemas de fondo que impiden la conciliación entre ambas posturas es que se insista en explicar los “conceptos” y los “significados”, las “palabras”. En primer lugar podría ser más adecuado no habla de “palabras” sino de discursos, ya que una simple mirada podría implicar todo un discurso. En segundo término la discusión abigarrada entre lingüistas, filósofos del lenguaje, psicólogos e incluso antropólogos se ha centrado en determinar fehacientemente lo que es un “concepto” o un “significado” estrictamente acotado. Considero que ese tendría que ser un precedente que debería replantearse de la siguiente manera. Los discursos a través de los que nos comunicamos, siguiendo a Davidson, en efecto, tienen un sentido integrador, es decir, no atomizamos los sentidos particulares de cada elemento del discurso para después interpretarlo, lo interpretamos de un todo; sin embargo, la interpretación no está carente de un marco normativo, siguiendo a Chomsky, hay aspectos puntuales que sí están normados.

El siguiente ejemplo está tomado el malayo clásico, cuyas normas gramaticales, perfectamente acotadas, contienen factores que no tienen paralelo alguno con el de otras lenguas.


Desde la disposición del discurso podemos observar una gran diferencia con las lenguas romances y con el español en particular; además se introducen elementos como “duli” que literalmente se traduce como “polvo”, y que en la traducción desaparece, porque en ese contexto sólo matiza lo que se dice de Sang Sapurba, y “pun”, que es literalmente intraducible, ya que implica una partícula que el contexto total del discurso ilustra lo que los lingüistas denominan "factor de novedad", e implica que es la primera vez que aparece esta referencia, que será luego reincidente. No obstante que esta partícula que determina el "factor de novedad" no exista en español y que la disposición de las palabras dentro de la oración sea muy distinta, la frase se puede traducir al español, y esto es porque el lenguaje debería considerarse no conceptual, sino fundamentalmente nocional.

Lo nocional sería lo siguiente, que a través de un discurso no reconstruimos conceptos particulares, ni siquiera de la oración completa, sino entramados de nociones de conceptos, nunca el concepto real, porque en efecto, siguiendo a Davidson, el concepto con su significado como tal en sí no existe, “una palabra tiene el significado que alguien le ha dado”, y en tanto millones de alguienes, millones de significados. Pero tampoco es completamente arbitraria esta asignación de sentidos, no obstante se trate de una noción, y ahí es donde tiene sentido la postura de Chomsky.

Cuando se dice “martillo”, no se hace referencia a:

Martillo = x

Ni siquiera es:

Martillo = x,y

Con frecuencia el marco de referencia mínimo tiene tres ejes, e incluso podría tener más:

Martillo = x, y, z

Donde cualquiera de las variables determinaría el eje sobre el cual se construye la noción del discurso que se emite o que se interpreta.

Este hecho podría representarse de alguna manera como la gráfica que representa la actual postulación relativista con relación a las disposiciones espacio-tiempo en física. En nuestro caso utilizaremos únicamente el gráfico como un auxiliar, en el que consideraremos a la esfera como al discurso, o la palabra (en nuestro caso “martillo”), en su “esencia”, en el centro de la hondonada como el "concepto” (concediendo que ontológicamente ello exista, pero dejemos ese problema para otra ocasión), y en derredor suyo se encuentra toda la noción que se construye con relación a él (en nuestro caso “martillo”).











Dependiendo de los ejes que intervengan en la construcción de esa red nocional se obtendrá un sentido u otro:

· ¡Oye tú, cabeza de martillo!
· Pásame el martillo.
· Al que nace para martillo del cielo le caen los clavos.
· Cuando fuiste martillo no tuviste clemencia, ahora que eres yunque ten paciencia.
· Veinte golpes de martillo quizás no logren romper la piedra, pero el vigésimo primero podría hacerlo.

Helo aquí, entonces, que lo que pretendemos hacer con el lenguaje es construir sentidos y que dichos sentidos se “acerquen” a lo que deseamos, esto es, que la interpretación sea lo más nítida posible. Para ello sí es necesario aplicar reglas y normas de acuerdo a sentidos gramaticales, convenciones de acuerdo al lugar –por ejemplo las reglas de etiqueta y las “buenas costumbres”-, aplicaciones temáticas –discurso científico-, reglas que cuadriculan en un marco referencial particular al discurso que se interpreta y lo colocan en su interjección x,y,z, lo más cerca posible de lo que el emisor pretendió evocar. El acto comunicativo es efectivo, siguiendo a Davidson y aplicando lo antes expuesto, en tanto:

· Los ejes principales sobre los que se construye el discurso sean lo más semejantes entre el emisor y el receptor;

· La interjección x,y,z que avala el sentido del discurso. Dentro de esos ejes se ubica "el punto central" del acto comunicativo, acaso el "concepto".

Concluyendo en el caso ilustrativo del inicio, cuando la simia miró al simio joven que competía con el macho alfa, en efecto ambos tenían los ejes de interpretación comunes, el discurso de la simia fue entonces interpretado por el receptor de manera certera, siguiendo las normas establecidas por su especie o por su clan (este no pretende ser un tratado de etología), y guiando por esta noción finalmente el hecho se concretó pragmática y aplastantemente en más que un acto comunicativo efectivo.

domingo, 17 de mayo de 2009

Creencias, verdad y significado


Donald Davidson
1917-2003
De la verdad y de la interpretación
Contribuciones fundamentales a la filosofía del lenguaje
Editorial Gedisa. Barcelona, 1990.
Reflexiones personales sobre el capítulo 13
De la idea misma de un esquema conceptual (189-203 pp.)

Para Davidson significado y concepto no son lo mismo, aunque están intrínsecamente relacionados.

Su propuesta tiende a eliminar el relativismo conceptual, calificándola como una “doctrina temeraria y exótica”, aunque acepta que la realidad misma es relativa a un esquema: “lo que cuenta como real en un sistema puede no hacerlo en otro”.

La interrelación estrecha entre la realidad, el concepto, el significado y la emisión que aglutina todo ello es el eje de su disertación. “Puede suponerse que la relación es así: cuando los esquemas conceptuales difieren, también lo hacen los lenguajes”.

En este mismo marco, lenguajes diferentes podrían tener su justificación en contextos distintos, ya que se podría afirmar que dan cuenta de rangos diferentes de fenómenos con los que estos grupos sociales que les dieron vida tuvieron contacto. No obstante, la interrelación tanto entre el esquema conceptual y el de significado, así como entre la realidad y la emisión misma podría tener una respuesta en un solo eje que los subyace: la traducibilidad. Como afirmó Gadamer: “La traductibilidad es definitoria de nuestro concepto de lo que es un lenguaje”.

Según Davidson, lo que mantiene unidos a la verdad y el conocimiento es el significado. Si la coherencia es una prueba de la verdad, es entonces también una prueba del juicio de que las condiciones objetivas de verdad han sido satisfechas. En este caso, se plantearía una correspondencia sin confrontación. La teoría de la coherencia de Davidson se aplica a creencias u oraciones que son verdaderas para alguien que las entiende. Estas creencias son estados de las personas que tienen intenciones, deseos, órganos sensoriales: son estados causados por, y que causan a su vez, eventos internos y externos al cuerpo de sus poseedores. Pero, aun con todas estas restricciones, hay muchas cosas que las personas creen y muchas más que podrían creer. La teoría de la coherencia se aplica a todos estos casos. Todo lo que una teoría de la coherencia puede sostener es que en un conjunto coherente de creencias, la mayoría de ellas son verdaderas.

Decir que hay una presunción a favor de la verdad de una creencia que es coherente con una masa significativa de otras creencias, quizás sea la clave del asunto. Toda creencia, en un conjunto total coherente de ellas, está justificada a la luz de esta presunción, no de modo muy distinto de cómo lo está toda acción intencional emprendida por un agente racional.

Nuestro propio aprendizaje del lenguaje comparte aspectos importantes con la interpretación radical. Del mismo modo que en esta última la perspectiva del intérprete y la del sujeto han de converger en una situación o evento común a ambos en el espacio público para que la interpretación sea posible, también en la situación de aprendizaje participan al menos dos sujetos, aprendiz y maestro, cuyas perspectivas han de converger también en un objeto o evento situado en un espacio común a ambos. El carácter social del lenguaje y del pensamiento es subrayado por Davidson con toda claridad: sólo en el marco de la relación intersubjetiva en un mundo común a los sujetos puede haber pensamiento, conceptos y significados.

Los supuestos de la interpretación obligan a concebir el contenido de nuestras creencias básicas como un evento u objeto público, y no como una entidad intermedia entre el sujeto y el mundo. Los contenidos de nuestras creencias básicas son parte del mundo público e intersubjetivo.

Las creencias, los conceptos y los significados no son inteligibles sin la relación que vincula a dos sujetos entre sí y a ambos con objetos y eventos públicos y comunes, y esta relación excluye precisamente la posibilidad de mundos y esquemas conceptuales inconmensurables, ya sea en virtud de una distribución absolutamente dispar de valores de verdad a oraciones, ya sea en virtud del empleo de formas de razonar incompatibles.